Seguramente escucharon hablar de Horror Illusions, pero si no es así y se preguntan quién es, aquí está su historia, la historia de su origen:
Su verdadero nombre es Jessica Adams, tiene 15 años, el cabello negro largo hasta la mitad de la espalda con flequillo y mechones a los lados, piel blanca (casi pálida) y ojos oscuros, siempre vestía con una camisa blanca a la mitad del abdomen, una chaqueta corta negra de mangas cortas, una falda de color bordó, unos tenis negros y unas medias blancas. Siempre llevaba la misma ropa ya que sus padres no le compraban más. Empezó a matar cuando ella tenía 8 años de edad, mataba algunos animales y a cualquiera que la molestara, no los mataba usando cuchillos o revolver, solía usar veneno, trampas ingeniosas en lugares lejos de sus casas y del resto de la gente para que no los escucharan pedir ayuda, o entraba en sus casas cuando todos dormían y rociaba con gasolina en todas partes para luego prenderles fuego y disfrutar de la vista. Se estarán preguntando “¿cómo una niña de 8 años puede cometer semejantes crímenes?” pues la razón de eso se debe a sus padres.
Los padres de Jessica jamás quisieron tener hijos, es más, ni siquiera se casaron ni se amaban. Jessica nació de una noche de alcohol y sexo sin protección, su madre al enterarse que estaba embarazada no dejó de perseguir a su padre hasta que no aceptara hacerse cargo de ellas dos, y al final él aceptó cuidarlas.
Cuando Jessica nació ninguno de ellos le dieron importancia, ni les importaba su existencia en la casa. Y las cosas empeoraron cuando ella llegó a los 7 años y su padre comenzó a pegarle. A su padre lo único que le importaba era el dinero, el sexo y la cerveza. Cada vez que llegaba a casa borracho buscaba a su madre para pasar el rato y cuando no la encontraba se desquitaba golpeando a Jessica, su madre sabía cómo la trataba su padre pero nunca hizo nada al respecto. Ella estaba más interesada en salir con sus amigas a beber, fumar y drogarse con cocaína.
Al ir creciendo en semejante familia, Jessica fue adquiriendo de a poco una personalidad asesina, casi psicópata. Como no podía matar a sus padres se desquitaba con otras personas, animales, y solía cortarse las venas de vez en cuando para liberarse de la presión que sufría en su casa. Pensó varias veces en suicidarse y así no tener que soportarlos nunca más, pero al recordar que sus padres no tienen el mínimo interés en ella y que la preferirían muerta, decidió no darles el gusto.
Ella era algo antisocial y muy distante, todos la creían rara y se alejaban de ella o la molestaban, lo único que ella más amaba era matar seres vivos para dárselos como sacrificio a Zalgo a quien trataba como a su dios. Tenía la esperanza de invocarlo algún día y se hiciera cargo de sus padres para siempre.
Una noche que Jessica volvió a su casa, sus padres la recibieron de mala manera, empezaron a gritarle cosas horribles y ella no sabía por qué era que lo hacían. Ellos le mostraron su hoja de calificaciones las cuales estaban pésimas, también le dijeron que su directora los llamó y les dijo que andaba peleando y agrediendo a todos, sobre todo a los maestros. Ellos le dijeron que aparte de que la soportaban en casa y gastaban dinero en su maldita educación les viene con cosas como esas y que era una maldita ingrata malagradecida.
Ella no dijo nada, solo se les quedó viendo, como siempre hace cada vez que le gritaban.
Su padre estaba harto de ella. Le agarró y jaló del cabello y la llevó arrastrando hacia su cuarto donde la tiró a la cama, se quitó el cinturón del pantalón y comenzó a pegarle. Le pegó tanto hasta que ella empezó a sangrar y a llorar de dolor, se retiró de su cuarto dejándola sola y azotando la puerta al salir.
Jessica ya no podía soportarlo más. No podía seguir viviendo así con esos monstruos, no es que ella fuera una santa pero en comparación con ellos era más…humana por así decirlo. Casi arrastrándose fuera de la cama buscó entre sus cosas y encontró anotado en un papel la invocación de Zalgo que ella encontró en internet. Esperó a que sus padres se durmieran para poder invocarlo sin interrupciones.