¿Podré acaso ver una blanca mariposa sin nombre,
que surge y que cae?
Juuzou Susuya
Durante los últimos cinco años había tomado su café matutino en el mismo lugar; una cafetería tradicional cerca de las oficinas principales del CCG. Sin embargo ahora estaba en medio de la acera de una calle desconocida en el distrito veinte, siguiendo las indicaciones en la nota que le dejó Etto en manera de "marca páginas", dentro de un ejemplar de relatos de Kafka delante de su apartamento esa mañana. Estaba descontento de ella y de si mismo por seguirle el juego; le irritaba su descuido y su impulsividad, <<¿Quería que V los descubriera?>>. Aunque, el cosquilleo en el estómago. La anticipación de hacer algo "peligroso" era divertido de cierta forma. Sin darse cuenta, empezaba a diferir sus problemas con la esperanza de que los resolviera la muerte.
Perdido, esa era la palabra, estaba completamente perdido, o simplemente esa dirección no existía y Etto le había gastado una broma. No sería la primera vez en cualquier caso.
De pronto la actividad en la calle se volvió frenética. Las personas corrían para refugiarse lo más pronto posible ante la lluvia que se avecinaba. Él debía hacer lo mismo, enfermarse siempre le resultaba un completo fastidio.
Entró en la primera cafetería que encontró y se refugió en una mesa del rincón colocando a IXA y Narukami debajo de ésta. Inmediatamente una de las camareras fue atenderlo, le describió detalladamente cada uno de los elementos que conformaban el menú, en tono amable pero demasiado rápido. Arima que únicamente había entrado con la intención de refugiarse de la lluvia, se quedó mirándola implorando que se detuviera. No entendía una sóla palabra, así que optó por asentir a cuánto decía la camarera. Y así terminó ordenando, dos tazas de café moka y dos rebanadas de pastel de chocolate con menta.
Arima suspiró aliviado una vez que la camarera se fue. Dejó el libro sobre la mesa y se quitó el abrigo. Mientras esperaba, se entretuvo mirando los detalles de la cafetería; piso de madera, lámparas antiguas y singulares figuritas de porcelana distribuidas por las estanterías. Lo más destacable era el gran ventanal que permitía ver la calle y una colección de espejos colocados con el único objeto cruel de mostrar la realidad ineludible. Era triste mirar su reflejo y no reconocerlo. O quizás simplemente no soportaba la realidad de su cara. En ese momento se desencadenó la tormenta; grandes gotas de lluvia se estrellan contra las ventanas y sucumben, lamentablemente, miserable y atrozmente. Y resurgieron con la nitidez perversa de la nostalgia esos tristes recuerdos de su "infancia" en el "Sunlight Garden" en la que le enseñaron a erradicar su dudosa humanidad, todo vestigio de sentimientos, de sensibilidad, con el el objetivo de convertirlo en un ejecutor perfecto.Casi lo habían logrado.
Se abrió la puerta y la luz de la cafetería iluminó una figura juvenil.
Sus fríos ojos grises se fijaron en el chico que atravesó el umbral, había algo profundamente triste en sus ojos y su rostro mostraba cansancio. Toda esa triste melancolía que lo envolvía atrajo su interés.
El chico se sentó en una de las mesas frente al ventanal, de su cabello negro aún caían pequeñas gotas de lluvia. Su indumentaria carecía completamente de algún estilo, zapatos deportivos, un simple pantalón negro y una camisa blanca abrochada hasta el cuello con un suéter azul encima. Se parecía bastante a él cuando tenía esa edad.Pese a los múltiples intentos del chico por llamar la atención de la camarera, ésta lo ignoraba completamente como si no existiera. Y después de unos pocos intentos más, simplemente se rindió, su mirada vago por el techo y se quedó fija en el. Arima siguió su mirada y encontró lo que el chico miraba con tanta fijeza; una mariposa blanca había caído en una telaraña. Y, aunque le parecía completamente natural, lo más comprensible e inevitable, sintió tristeza al ver a la pequeña mariposa luchando por su vida sin poder hacer nada para librarse de la muerte que le aguardaba. Con cada intento de escape alertaba a su verdugo y rompía sus alas.
—¡No puedo creerlo! ¡¿Cómo lo ha conseguido?!
Arima volvió la cabeza para ver quién le había hablado. Era el chico que había estado observando momentos antes pero ahora sus ojos relampagueaban de emoción y de él manaba una seguridad abrumadora. Un cambio impresionante, ¿qué lo había provocado?
—¿A que te refieres?
—A esa edición del libro.....—se interrumpió al darse cuenta de su atrevimiento frente a un completo extraño y se quedó inmóvil cuando lo vio a los ojos, incluso con el desconcierto con que lo miraba era intimidatorio—. Lo siento mucho, me he dejado llevar—dijo, sinceramente apenado, bajando la vista.
Arima apoyó los antebrazos en el borde de la mesa, entrelazó los dedos y se dirigió a él:
—No tienes que disculparte. Por favor, toma asiento—su voz sonaba suave y exenta de toda expresión—Soy Arima Kishō, un placer....
—¡Kaneki Ken! ¡Un placer Arima-san!
—¿Es una edición especial?-inquirió Arima, cuando Kaneki finalmente se sentó en la silla frente a él.
Tras un rato y sin levantar la mirada, respondió:
—Algo así....só..lo hay diez....
—¿Sí? Ya veo.
La camarera regresó, dejó las dos tazas sobre la mesa junto a las pequeñas rebanadas de un pastel con apariencia extraña.
—¿Le traigo algo más, señor?—No, es todo gracias.
Kaneki se quedó contemplando la taza de cristal frente a él, tenía un diseño singular, parecía que partículas de aire se hubieran quedado atrapadas dentro.
—¿No vas a probarlo?
—¿Eh?....
—El café, ¿no vas probarlo?—repitió Arima antes de llevarse su respectiva taza a los labios. Bebió y volvió a dejarla en la mesa.
Desconcertado Kaneki levantó la vista. Arima tenía un rostro pálido, sus ojos eran de una tonalidad grisácea y sus facciones transmitían una calma absoluta. Pero lo que llamó su atención era que su cabello era completamente blanco.
—Pero.....
—¿Vas a rechazar mi invitación, Kaneki?
No sólo sus ojos eran intimidatorios, todo en Arima lo era. Kaneki obedeció y tomó la taza con el extremos de los dedos, dio un pequeño sorbo. Estaba desagradablemente dulce y espeso.
—¿Y, que te pareció?
—Está delicioso, Arima-san-respondió, llevándose la mano a la barbilla.
Arima lo observó con fijeza. Claramente estaba mintiendo pero lo dejó estar.
Cada palabra, cada gesto y mirada que sucedieron después lo hicieron con tanta precipitación, exactitud y naturalidad como si se conocieran de toda la vida.
—Ha sido ameno conversar contigo pero ya es algo tarde.
—Oh....sí, claro. Disculpe por entretenerlo.
—Kaneki, ha sido mi decisión quedarme, deja de torturarte por cosas sin relevancia-contestó en tono paciente y agregó poniéndose de pie-. Además eres una excelente compañía.
Kaneki sonrió como el reloj hace tic...tac, nada más que por inercia. <<¿Él buena compañía? Claro, como no>>
—Usted también lo es, Arima-san...
—Ten, es tuyo ahora-dijo Arima, extendiéndole el libro que le dejó Etto.
—No puedo aceptarlo, es...
—Ya lo he terminado de leer, si es lo que te preocupa-respondió Arima, desechando la objeción.
—Ese no es el problema.....
Arima sabía a donde se dirigía la conversación. Si no hacía algo se convertiría en ese tipo de discusiones que ni se ganan ni se pierden, y que pueden durar eternamente si así lo desean ambas partes. Asi que pagó la cuenta y dejó a Kaneki con el libro en la mesa.
Antes de que la puerta se cerrará tras él, Kaneki lo detuvo y, tomando su mano, se la estrechó afectuosamente.
—Esto..... gracias..... Arima-san.
Sus palabras le desconcertaron, pero instintivamente susurró:
—De nada.....
Siente un extraño bienestar y una leve angustia cuando observa la conmovedora alegría del chico, que sostiene contra su pecho el "extraño regalo" de Etto. No lo entendía en absoluto, el por qué de esas sensaciones.
Cuando Arima salió de la cafetería, Kaneki cerró los ojos y empezó a pensar, <<Quizás si tenga algo de suerte>>.
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Entropía
Fanfiction"Amante, cazador, amigo y enemigo. Tú y yo siempre disfrazados. Nada es justo en el amor y la guerra." ArimaxKaneki Historia inspirada en "Love And War" de Fleurie.