Capítulo 1.

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Abrió la puerta de una manera lenta, el doctor se adentró en la habitación con su bata larga y clara volando de un lado para otro. Miró fijamente la almohada del paciente, los ojos de el último permanecían totalmente cerrados y a pesar de no poder ver sus pupilas, uno podría apostar que estos estaban llenos de cansancio. Los párpados se mantenían petrificados, como si se negaran a abrirse y regresar al planeta.

Él no quería despertar.

Su cabello oscuro, seco y quebradizo caía por sus sienes, dejando su pálida frente a la vista. Sus pestañas largas daban la impresión de que Jimim se hallaba en otra parte columpiándose, con el deseo de permanecer ahí. Inundándose de paz, contemplando las estrellas y amándose a sí mismo.
El doctor se encargó de checar que todo estuviera en buen estado para retirarse de nuevo.

Ningún rastro de luz se colaba por el frío vidrio de la ventana, la lúgubre tarde no le causaba más que el deseo de estar en soledad y buscar aunque sea la más mínima comodidad en sus adentros. De hecho, si el sol radiante estuviera presente, no es como si le causara felicidad.
-Jimin, por favor, cariño, responde las preguntas que te hacen.
El chico odiaba con todas sus fuerzas el tener que estar ahí sentado, perdiendo el tiempo respondiendo cada pregunta estúpida que recibía.
El psicólogo no lo conoce, sin saber de su pasado, ni de sus sentimientos así como de los pensamientos que lo persiguen día tras día. ¿Cómo puede él contarle de sus problemas como si nada? Jimin ya no podía ser una persona que se abriera fácilmente como lo era años atrás. El psicólogo lo veía atentamente pero con un toque de frustración al sólo tener de vuelta la negación por parte del menor.
Las paredes blancas le hacían sentir cierta inquietud, el vacío eco resonaba, Jimin podría salir corriendo si se lo permitieran sus débiles piernas que durmiendo estaban.

Jimin observó a su madre.
-No quiero.

Con el paso de los densos minutos, los adultos se  fueron rindiendo y dejaron  de insistirle al chico. Lamentándose, Iseul Hye tomó a su único hijo para llevarlo a casa.

Mientras jugaba con sus manos, Jimin veía por la ventana: una espesa niebla brotaba entre las calles, la blancura helada crecía y crecía y con ello aumentaban sus ganas de encerrarse en casa. Con cada inhalación indeseada el chico sentía la respiración de los inmensos árboles. Normalmente el chico ponía música, con los años Iseul se había acostumbrado a la vibra de su pequeño, el cual siempre cantaba sus canciones favoritas, adentrándose en la letra, liberándose de todo mal que le acompañara. Sin embargo, Jimin ya no escuchaba ninguna pieza con ninguna persona, pues este sabía que rompería en llanto al escuchar la melodía así que  prefería evitar semejante vergüenza. Jimin sabía que cantar cualquier canción, no le podría ayudar en lo más mínimo a salir del gran abismo en que profundamente se había estancado. No podía escuchar ninguna canción con nadie porque lo que menos deseaba es que alguien se percatara de lo roto que estaba. El hecho de que escucharan aquello que cantara sumergido en tanto sentimiento, sería como dejar pequeñas pistas de lo inestable que está.

Cuando estuvieron frente a la casa, Iseul, la mamá de Jimin, rompió el silencio que había estado acompañándolos dentro del vehículo durante todo el trayecto mientras su hijo, perdido veía las construcciones que llenaban las calles.
-¿Qué se te antoja para cenar? -  Jimin volteó a verla, quien había soltado las palabras de una forma con suma dulzura. Tras un pequeño suspiro enfocó de nuevo al frente su mirada.
-No estoy loco.
Su madre, sin saber que responder, intentó animarlo poniendo su delicada mano en el huesudo hombro del chico.
-Sé que no estás loco.
-Entonces no me lleves de nuevo- acto seguido, el azabache abrió la puerta del auto y salió.

Jimin había estado muy mal esos días, no importa que lo negara, era totalmente evidente. Su madre intenta acercarse a él diariamente, pero todas las noches la mujer llora por la enorme frustración que la hiere.
Su hijo se había desmayado hace cuatro días, no hace falta mencionar lo horrible que fue para ella y su esposo, además de que los amigos del pequeño en verdad se habían preocupado por él.
Ante los ojos de todos, Jimin era perfecto en su totalidad: era amable, se le daban bien muchas actividades que a los demás se le dificultaban, tenía una buena casa, tenía una gran habilidad para la danza y además de muchas otras cosas más, Jimin creció siendo un hijo amado y apreciado por sus padres.

Le hicieron estudios de sangre al ver el mal estado que dominaba su salud. Sin embargo, no detectaron ninguna enfermedad, sólo "cansancio". Jimin de cierto modo esperaba que ya se percataran de la ayuda que este necesitaba, pero de nuevo, creían que eran problemas por los que todo adolescente pasaba.
El médico, recomendó a su madre llevarlo al psicólogo, y ver que ciertos problemas por parte del pequeño son los que le están causando tremenda fatiga, ya que, nada se asemeja con el poder de la mente.

Y ahí se encontraba su madre, dentro del coche y atiborrada de lágrimas contenidas. ¿Por qué su hijo estaba así de maĺ?

Y ya la profunda noche adentrada, el chico seguro de que sus padres despiertos no estaban, se dirigió al baño sigilosamente. Entró y sin la necesidad de prender la luz, comenzó a introducir sus dedos en la garganta.
 
A pesar de los intentos por dejar de provocarse el vómito, Jimin, al ver su reflejo, no comprende cómo un ser tan asqueroso como él puede ocupar un lugar en el mundo, cómo un ser tan feo y despreciable sigue recibiendo amor en la vida, cómo un ser tan inútil puede seguir teniendo oportunidades y sobre todo, cómo un ser tan obeso cómo él, puede seguir viviendo.





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Hola, espero estén teniendo un buen día.
Por fin me atreví a subir esto, y espero que no

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⏰ Última actualización: May 02, 2017 ⏰

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