Episodio 1

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-¡Eres una mentirosa!- Gritó enfurecida, con la sangre reflejandose parcialmente en su rostro, creía que sus ojos se saldrían de órbita en cualquier instante. -Confiaba en ti, Hanna.-

Me congele en segundos. Mi primer reacción fue levantarme, mis manos comenzaban a temblar en sincronía con mis piernas. Realmente estaba confundida pero sabía en que dirección iba todo esto. -Lucy, trata de relajarte.... te lo ruego.- Rodee el amplio escritorio para acercarme ella, retrocedió. Se tomó las cienes, en serio estaba enojada.

-¿Qué se supone que hiciste con él? ¿Ah?- su tono de voz se elevó -Realmente me atraía, jamás debí pedirte que te acercaras a él, la estúpida fui yo.-

-Yo jamás te traicionaria, eres como mi hermana. Él se insinuó, me amenazó y veo que lo ha cumplido.- Estaba paralizada, no por el miedo de haber cometido un error, sino porque la mujer con la que había compartido tantos momentos estaba enfrente mío, haciendo un reproche provocado por rumores.

-Si, claro- soltó con ironía. Me sometió con la mirada mientras se dirigía hacia la recámara. La seguí, mi corazón se rompió aún más.

-¿Qué diablos haces, Lucía? ¿Te haz vuelto loca?- Se derramó la última gota de paciencia. - ¿vas a darle más valor a las tonterías de un idiota que mi palabra?- Grité, mi garganta se secó. Me agache, tome mis cosas que estaban esparcidas por el suelo. Mis lágrimas se asomaron, no me merecía esto.

-Lárgate, ya no podemos vivir en el mismo techo... regresa con tu rota familia.-

Nos miramos, ella dio un trago violento de saliva. Estaba consciente de lo que había salido de su boca y el enorme daño que me provocó. Tenía una mezcla de emociones, aún no me lo creía y le rezaba a los cielos que todo esto fuera un simple sueño. Pero ya todo estaba hecho.

-Tienes razón, jamás debiste pedirme ese estúpido favor.- Le arrebate mis pertenencias de las manos. Me miro pasmada pero no dijo ninguna palabra. Claro, su orgullo siempre fue primero. Tome mis cosas y en menos de dos horas el cuarto se encontraba vacío.

Hecho un reojo a distancia, con una taza en las manos. Me detuve en la puerta, arrastrando mi maleta y girandome a verla. -Espero que valga la pena.- Cruce el pórtico y cerre la puerta. Ahora no tenía un rumbo fijo. Sólo camine y camine mientras mis lágrimas eran visibles. Estaba hecha un desastre. Que horrible es ser apuñalada por la persona en la que más confiabas.

5:30pm, el tiempo se venía encima, ya estaba agotada de llorar y caminar por el centro de la ciudad. Tome un respiro, vi un cafe con buena pinta y entre sin pensarlo mucho. - Una limonada con mucho hielo, por favor.- dije sin ánimos. La mesera de una avanzada edad asintió sonriendo. Cinco minutos después, se encontraba enfrente mío una limonada y una rebanada de pastel.

-Se ve que lo necesitas.- Mencionó, dejándome a un lado el tenedor.

-Lo que necesito es un lugar donde quedarme.- Sonreí, relami mis labios y me posee en el popote.

Se quedo unos minutos al lado mío. Enterrecio los ojos como si fuera un perrito abandonado. Sostuvo una pluma y tomó una servilleta. -Creo que esto podría funcionarte.- Me entregó el trozo de papel, inscrito en el un número. - Cualquier cosa, no dudes en levantar la mano.- se retiró con lentitud.

La vi alejarse, vi el número con tinta púrpura. "¿Es un chiste,no?" El pánico me invadió, algo en mis adentros negó instantáneamente la posibilidad de buscar hospedaje de una desconocida. Aunque mi curiosidad fue más grande. Cogí el celular y marqué. Tres "bips" y una voz masculina se hizo presente.

-¿Hola?- Mis manos empezaron a sudar, si era la voz dé un hombre, esto daba mala pinta. Mi madre siempre me decía que no confiara de voces masculinas que se escucharán tan bien por teléfono. Suspire "¿y ahora que digo?"

-Busco un lugar para quedarme.- Dije a secas, realmente me había vuelto loca. Ya estaba visualizando los encabezados de los periódicos : "Chica ingenuidad, confía en mesera traficante de blancas".

-¿Cómo supiste del lugar?...- ¡Mierda! Realmente no era mi día. Me quedé callada tratando de encontrar una respuesta.
Pasaron treinta segundos. Persivi unas risas leves. - Te daré la dirección para que eches un ojos.- comenzó a dictar, entorpecida busque una pluma pero fue en vano. Reconocí el lugar, pero sabía que la necesitaba con exactitud.

-Disculpa, ¿podrías mandarmelo por mensaje?- le interrumpi. Suspiró , soltó un leve "Claro" y colgó. Minutos después tenía el mensaje con la dirección. Miré nerviosa la pantalla, alce la mirada y visualice a la mesera. Levante mi mano provocando que se acercara de inmediato. - Le agradezco las buenas intenciones, pero debo confesar que da un poco de miedo.- Fui sincera. Comenzó a reírse con suavidad.

- Somos gente de bien, es mi sobrino y se encuentra en las mismas condiciones que tú.- Aseguró. Fruncie el ceño.

-¿Las mismas condiciones?-

-Ambos están desesperados.-

DesdénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora