SOMBRAS

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    La fatiga comenzó a apoderarse de su cuerpo; las rodillas le temblaban. Llevaba caminando más de tres horas seguidas y la oscuridad comenzaba a hacer acto de presencia. Sentía que en cualquier momento caería al suelo, y no haría nada por levantarse; se encontraba demasiado agotado. El sudor caía desde su frente hasta el cuello, y la ropa se le pegaba al cuerpo. Decidió que ya era hora de descansar, así que se acercó a un gran árbol y se sentó justo debajo, apoyando su espalda en el robusto tronco y dejando a un lado el pesado saco que había estado arrastrando durante todo su trayecto por el bosque. 

    No sabía lo que había en el saco. Su novia se lo había entregado y le había pedido que si, por favor, podía llevárselo lejos de allí. Y que, si podía ser, no mirase lo que había en él. Él había accedido a regañadientes, ya que haría cualquier cosa por ella, pero la curiosidad por ver lo que se escondía en su interior lo carcomía por dentro. En un principio pensó, Dios lo perdone,  que lo que contenía podía ser algún tipo de droga o sustancia ilegal, ya que su pareja tuvo ciertos problemas en el pasado con este tema, y que lo estaba utilizando para deshacerse de ella. Pero, de haberse dado el caso, la policía podía llegar a pillarlo, y sabía que su novia jamás lo pondría en peligro. 

    Quizá lo que había dentro del saco eran las joyas y pertenencias de su madre, que había muerto recientemente. Tal vez su novia no quería tenerlas cerca porque le daba algún tipo de mal augurio. 

      Apoyó la cabeza contra el tronco y cerró los ojos. Tampoco tenía muy claro el lugar al que se dirigía ni dónde podría esconder el saco. El único sitio que se le había ocurrido a él era el bosque que había a las afueras de la ciudad, donde sabía que había un lago. Pero aquel lago no estaba cerca, y debía caminar bastantes horas hasta llegar ahí. No podía ir en coche ya que era una zona frondosa y le habría resultado imposible conducir por allí. Abrió los ojos, cansado. Los últimos rayos del sol iluminaban los arbustos, la hierba y las rocas, jugando con las sombras y la penumbra de aquel lugar. Volvió a cerrarlos y se quedó dormido. 

    Se despertó media hora después, con la espalda entumecida debido a lo incómodo que era estar apoyado en aquel tronco. Se incorporó con una mueca de dolor y se puso en pie. Quería terminar cuanto antes con esta tarea y volver pronto a casa. Agarró la cuerda del saco y lo siguió arrastrando. Caminaba lentamente, con las rodillas fallándole. La oscuridad ya reinaba en el bosque y a lo lejos se podían ver los colores violáceos que dejaba el sol al esconderse, en el horizonte. 

    Con la camiseta empapada de sudor y sus piernas flaqueando por el cansancio, intentó esquivar unas raíces que había en el suelo, con tan mala suerte que tropezó con una y cayó al suelo. Sus gafas aterrizaron cerca de él; sintió una punzada de dolor cuando extendió sus brazos para alcanzarlas  y volver a ponérselas. Se levantó pesadamente y volvió a agarrar el saco. Pensó que no el lago ya no tenía que estar muy lejos, llevaba horas caminando.  

     La oscuridad le impedía ver las ramas y las rocas que había en su camino, con las que se chocaba constantemente. En las manos se le comenzaban a formar llagas por haber estado agarrando tan fuerte el saco y haber tirado de él tanto tiempo. Decidió tomarse un respiro y apoyó la cabeza en otro árbol. Respirando con dificultad, sacó su móvil del bolsillo, pero apenas le quedaba batería, no le llegaría para hacer una llamada a Sofía, su novia. Volvió a guardárselo y siguió caminando, respirando entrecortadamente. Lamentó no haberse llevado una linterna; la oscuridad por la que se estaba abriendo paso le impedía ver el irregular camino que pisaba.          

        Observaba las sombras de los árboles y de las rocas, y su cansada mente los confundía con animales salvajes. Nunca le había tenido miedo a la oscuridad, pero sabía perfectamente que, estando tan cansado, su mente podría jugarle una mala pasada y hacer que confundiese las formas que allí había. De pronto, pisó algo que parecía ser barro, lo que le dio a entender que el lago ya tenía que estar cerca. Siguió caminando un poco más deprisa, para llegar cuanto antes.

        La tierra comenzó a ser más húmeda y sus pies comenzaron a hundirse en el fango. Miró hacia delante para ver si lograba divisar el lago, pero el espesor de la oscuridad era tal que aquella tarea le resultó imposible. Continuó con su trayecto, algo que comenzó a ser complicado dada la creciente densidad de los matorrales de aquella zona. El saco se quedaba atascado con las raíces de los árboles, y debía tirar con fuerza para sacarlo, lo que hacía que sus manos estallasen de dolor, enviando calambres por todo su cuerpo.  

    De pronto, logró captar un movimiento por el rabillo del ojo; algo acababa de deslizarse entre las sombras, algo pequeño. Se puso en alerta y trató de agudizar sus oídos y vista. Permaneció completamente quieto, mientras las sombras de todas las formas que había a su alrededor comenzaban a alzarse sobre él. "Solo es mi imaginación'', se decía a sí mismo, intentando calmarse. De pronto, algo saltó desde unos matorrales, impidiéndole ahogar un grito de sorpresa, y se alejó de él dando saltos. Aquello no era más que una rana asustada. Esto le hizo pensar que el lago ya estaba cerca y, algo más animado,  siguió avanzando a través de la negrura. 

     Pocos minutos después, comenzó a notar cómo el aire que lo rodeaba se humedecía; ya había llegado. Consiguió vislumbrar el lago a tan solo unos metros de él. Las ninfeas flotaban en él, otorgando una imagen de tranquilidad que no le pasó inadvertida. Emocionado por haber llegado, se dirigió corriendo hacia el agua, donde, ya en la orilla, se mojó el rostro . Exhausto, se dio la vuelta para coger el saco y dudó durante unos momentos. Tenía mucha curiosidad por saber lo que había ahí dentro; no pasaría nada si echaba un pequeño vistazo. Simplemente abriría la cremallera unos centímetros, echaría una ojeada y lo volvería a cerrar. 

    Tomada ya la decisión, se dispuso a abrirlo ligeramente. No era capaz de ver mucho, así que metió un dedo para ver qué había. Entonces, su semblante cambió, adoptando una expresión de desconcierto cuando, al sacarlo del saco, comprobó que lo que había extraído era un mechón de pelo. Paralizado, lo único que fue capaz de pensar era que se encontraba cansado, que aquello no podía ser real. Abrió un poco más la cremallera y metió la mano; pero lo único que consiguió fue que se le enredase un montón de cabello negro . Desesperado, ya sin ningún tipo de contemplación, abrió por completo el saco... y ahogó un grito de terror. El rostro descompuesto de Sofía parecía observarlo detenidamente. Sus ojos vacíos y llenos de angustia habían perdido toda la luz que una vez hubo en ellos. Su cuello estaba destrozado, con un gran y profundo corte que lo atravesaba de lado a lado, y todo su cuerpo se encontraba manchado de sangre. Con los ojos llenos de lágrimas y el rostro cargado de horror, la cogió en brazos y la depositó en su regazo, mientras imágenes borrosas comenzaban a recorrer su mente. 

     Recuerdos. Trató de pensar qué había podido pasar. Se acordó del momento en el que Sofía le había hablado sobre entregarle el saco. No se lo entregó personalmente. Le dijo que ella tenía que salir a hacer unos recados, que el saco se lo dejaría en el salón. Ella ya estaba dentro cuándo él lo cogió para llevarlo al bosque. Lo miró detenidamente; dentro había algo más: una pistola manchada de sangre. La tomó con recelo para analizarlo. Jamás pensó en la probabilidad de que Sofía se suicidase. Lo dejó al lado, sobre la tierra. Ya no le importaba nada, la vida carecía de sentido si ella no estaba. Volvió a mirar dentro y se encontró con una carta. La cogió, angustiado, y la leyó: 


"Esto debe de ser duro para ti. Lo entiendo. Acabas de arrastrar a tu novia muerta dentro de un saco, y tú sin enterarte. Sabía que seguirías mis instrucciones; te conozco. Sabía que no mirarías dentro hasta llegar al punto en el que hayas decidido arrojar el saco. Por eso escribo esto. Sabía que lo leerías. Entiéndeme, yo lo único que quiero es que se haga justicia. Que pagues por lo que has hecho. Que sufras. Te he dejado dentro del saco el arma con la que me he matado. Te interesará saber que es la misma con la que asesinaste a mi madre. Efectivamente, conseguiste deshacerte de ella, pero me has perdido a mí también. Solo quiero que pagues por lo que has hecho, que te pudras en la cárcel. Sigue sosteniéndome en brazos, hasta que llegue la policía (llegarán en cualquier momento; recibieron una llamada mía para que echasen un vistazo por el bosque esta noche, ya que iba a cometerse un asesinato). Si no te culpan por la muerte de mi madre, que te culpen por la mía. Les enseñes o no la carta, van a condenarte por uno u otro crimen. Igualmente, tus huellas están por toda la pistola.

Atte. Sofía ".

Se quedó paralizado, mirando a algún punto inexistente, sin levantar la cabeza. Ni siquiera la levantó cuando una linterna de policía le alumbró directamente en la cara.

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⏰ Última actualización: Aug 14, 2019 ⏰

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