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- Vamos no seas perezoso, te tienes que levantar y sobre todo me tengo que levantar - Alejandra trataba de levantar a Emmanuel, aun así ella ya había omitido 3 veces la alarma de su celular, no tenía la más mínima gana de abandonar la cama junto a Emmanuel, pero sabía lo importante que eran las clases de él, ya que la noche anterior antes de ir a dormir se lo había comentado, pero este, no le estaba haciendo fácil la tarea de sacarlo de la cama.

- Yo no te tengo atada a la cama Alejandra, bueno al menos no ahora – Emmanuel amaba cada centímetro de esa mujer, adoraba como se veía su cabello, en las mañanas gracias a los rayos del sol que llegaban por la ventana; por esa razón opto siempre por dormir al costado derecho de la cama desde ahí podía ver cada amanecer a Alejandra con ese brillo que el idolatraba, debe ser un ángel se decía a si mismo cada vez que despertaba a su lado.

- Mmm... verdad que se pone juguetón con un par de esposas don PDI (policía de investigaciones) – y con un ágil gesto Alejandra se levanta y se sienta sobre Emmanuel y besa sus labios apasionadamente

- No digas eso, aun no soy de las fuerzas, solo soy un estudiante. – Emmanuel le devuelve una sonrisa matutina. Jamás se había sentido tan feliz, como ahora, junto a ella.

- Y como estudiante deberías ir a clases y yo también, asique levántate – y lo vuelve a besar

- Vamos, sigamos regaloneando juntos, unos minutos más, tal vez algún día no podremos volver a disfrutarlo.

- No digas eso ni en broma, eso jamás pasara, asique por favor levántate de la cama que ya se hace tarde para mí, pero sobre todo para ti – y con un rápido movimiento, sale de encima de Emmanuel y se sienta sobre el borde de la cama. Emmanuel gira sobre si para poder alcanzarla con su brazo y acaricia su cintura.

- Qué tal si hoy me quedo acostado y vas solo tu a tus clases, te prometo tenerte una exquisita cena cuando estés de vuelta.

- Pero que oferta más tentadora, te tengo una mejor, que tal si vas a la ducha, preparas el agua y me uno a ti bajo el cálido chorro de agua, y así, me ayudas a bañarme y frotar mi espalda. – Emmanuel regalándole una sonrisa que demostraba su gusto por aquella oferta se incorpora

- Esa oferta sí que me encanto voy enseguida, te espero en la ducha – La besa tiernamente y se dirige a la ducha

- Voy enseguida – le responde ella

Y mientras Emmanuel camina a la ducha, Alejandra se vuelve a recostar en la cama unos segundos, antes de unirse a su amado bajo el agua.

En una amplia oficina, con unos grandes ventanal que dan hacia la cordillera de los Andes. El prefecto Inspector en jefe Christian Arancibia medita en los hechos que temprano se los habían comunicado. A sus 53 años de edad ya había visto y escuchado demasiado. La maldad de la humanidad, ya no le causaba asombro, crímenes tan desgarradores que calaron hondo en su conciencia, llegando a cierto punto de desconfiar de todos.

Sentía que cualquiera podía cruzar la delgada línea de la locura. Hombres y mujeres que ante toda la sociedad eran catalogados como personas de bien y un día son descubiertas sus más oscuros secretos. Las declaraciones siempre eran las mismas "si él era tan buen vecino, jamás pensamos algo así de él".

El Prefecto Christian Arancibia ya tenía suficiente, en su rostro ya se notaban el paso del tiempo, pero en su semblante se podía ver como la vida, había sido más injusta con su juventud; representaba más edad de la que tenía y eso sumado a sus prominentes canas solo hacían aumentar más los años.

En su vida de servicio en el campo, había visto demasiado, había aprendido que en muchos casos se debía pensar como un asesino para poder entenderlos. Por esa razón estudio psicología, en su cargo era importante poder anticiparse a sus adversarios, ya que eso suponía la gran ventaja de capturarlo antes de que siguieran haciendo un mayor daño.

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⏰ Última actualización: May 02, 2017 ⏰

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El misterio de Neptuno y AnfitriteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora