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Para el momento en que Anna había arreglado su vestido, cabello y maquillaje, la limo había llegado a un exclusivo restaurante. Mariposas aletearon en su vientre cuando Sebastian salió del lujoso vehículo, sus movimientos eran tan fluidos y gráciles como una pantera. La ayudó a salir de la limo, luego le puso la mano en su espalda mientras la acompañaba hacia el famoso restaurante y club nocturno que Anna jamás había soñado con poder entrar.

- Señor Stan -dijo el conserje tan pronto como ellos ingresaron en el vestíbulo del establecimiento.- Síganme por aquí.

Anna trato de no mostrar su impresión mientras eran conducidos a través de un laberinto de mesas a lo largo de la pista de baile. Se sentía completamente fuera de lugar entre tanta gente famosa, desde políticos y poderosos hombres de negocios a estrellas del cine y la televisión. Las lentejuelas y los diamantes brillaban a su alrededor y atrapo halos de caro perfume que se metían a través de los deliciosos aromas del restaurante.

Cuando alcanzaron la mesa en una esquina con una increíble vista panorámica de la noche del de Los Ángeles, Sebastian la asistió, empujando su silla antes de sentarse él. El conserje les tendió a cada uno un menú, luego se inclinó y se fue.

Sebastian se sentó muy cerca de ella, rodeándola con su esencia masculina única y su poderosa presencia. Ella difícilmente podía respirar. Sacarlo de su mente. Tomó un momento para mirar todo lo que estaba rodeándola, disimuladamente, para que no se viera como un niño impresionado por las estrellas.

La iluminación era suave e íntima y al centro del lugar estaba la pista de baile. Bajo los candelabros de cristal, parejas bailaban al ritmo de la música en vivo tocada por una banda. La música fluyó sobre Anna y sus años de entrenamiento y amor por la danza la hicieron querer estar en la pista de baile con Sebastian

Cuando el mesero llego, Sebastian ordeno por los dos y eligió un fino Chardonnay para acompañar la cena. Él sirvió a cada uno una copa de vino y le tendió a Anna su copa de cristal.

- Por esta noche. –él levanto su copa y la hizo chocar suavemente contra la de Anna, con sus ojos miel verdoso fijos en ella como si fuera la única persona en el lugar.- Una noche con la mujer mas encantadora.

El calor inundó a Anna por la intensidad de su mirada y sus palabras. Su garganta se seco y apenas se las arreglo para responder.

- Por esta noche.

Justo cuando Anna bebió un sorbo de su Chardonnay, sus bragas vibraron contra su clítoris. Casi escupió el vino por todo el fino mantel de lino.

- Sebastian... -ella murmuró.

Él deslizó sus brazos alrededor de ella y suavemente le acarició la clavícula con su dedo.

- ¿Si? –él preguntó en un tono despreocupado mientras ella apretaba fuertemente sus muslos.

Ella apenas podía hablar por las sensaciones que atravesaban su cuerpo a causa de la estimulación de su clítoris.

- No puedo aguantar por mucho más tiempo.

Sebastian movió su boca cerca de su oído.

- Si puedes.

- Estoy cerca de correrme -ella susurró en un tono ronco.

La voz de Sebastian se hizo más profunda.

- Espera hasta que te diga que te corras mi dulce Anna

Oh, Dios. Él iba a matarla.

Incluso cuando el mesero llego con sus aperitivos, Sebastian dejo el vibrador encendido. Anna evito la mirada del mesero, temiendo que él pudiese ver cuan duro ella estaba luchando por no correrse.

Para su alivio, Sebastian apagó el vibrador el tiempo suficiente para que ella retrocediera del límite, al menos por un momento. Sin embargo, a través de la cena él continuó encendiéndolo, llevándola al límite del orgasmo y retrocediendo nuevamente. El clítoris de Anna estaba tan sensible que ella iba a enloquecer con la necesidad de acabar.

Él pasó la noche tocándola íntimamente, con los dedos frotándole sus brazos y acariciándole la cara. Su mirada parecía insinuar más que simple lujuria, pero Anna rehusaba permitirse pensar más allá del momento.

Para el postre, Anna ordenó una sola rebanada de una decadente torta de chocolate e insistió en alimentarla. Esta vez él no cesó con el vibrador. Entre mordiscos del postre, cuando ella logró tragar el rico chocolate, le rogó que parara.

- Estoy tan cerca. –Ella se retorció en su asiento, pero el movimiento sólo la ponía más caliente.- Por favor Sebastian

Él le dio una absolutamente malvada y masculina sonrisa.

- Tendré que castigarte.

Por la imagen de ser eróticamente castigada por Sebastian, la piel de Anna se sonrojó y su coño se empapó aun más. La vibración de sus bragas golpeteó hasta la hendidura y fue demasiado. Ella mordió su labio, fuerte, cuando un orgasmo rompió a través de ella como nada que hubiese experimentado antes. Comenzó bajo en su abdomen y se expandió hacia fuera en un caliente rubor de placer, alcanzando cada parte de su ser. Su cuerpo se tensó en el asiento y ella mantuvo su mirada baja, rogando que nadie pudiera ver su sonrojada cara y su cuerpo temblando con su orgasmo.

Sebastian le tomó la barbilla y levantó su cara para que su mirada encontrara la de él.

- Que niña tan mala -él murmuró mientras los temblores continuaron corriendo desenfrenados a través de su cuerpo. La forma en que dijo niña mala la ponían más caliente.

- Por favor... apágalo. –Ella trato de respirar, de hablar sin un temblor en su voz, pero era imposible.- Yo... yo no puedo más.

Él le sonrió, deslizó su mano dentro del bolsillo de la chaqueta y el vibrador se detuvo.

Anna casi lloró de alivio. Su cuerpo hormigueaba y palpitaba y ella sentía como si todos en el lugar debían saber que se había corrido justo allí en el club nocturno. La sensación de ser observada solo se sumaba a las réplicas que sacudían de su cuerpo.

- Nadie puede decir. –Sebastian le frotó suavemente una servilleta en la esquina de la boca y rozó con el dorso de su mano un pecho de ella cuando de alejó.- Sólo yo se lo mucho que te has portado mal.  

Failed Sweet - AdaptadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora