Capítulo 6: Una tregua en el abismo

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                               Capítulo VI

Una luz fría y rojiza lame los cuerpos y las mesas del local. La música me taladra los oídos mientras los muros tiemblan al ritmo que marcan los bajos de los altavoces. El piso, las paredes, los asientos, todo suda inmundicia y el olor es una máquina de náuseas con una potente mezcla narcótica de orín, sudor y limpiador para pisos de segunda mano.

Las meseras, pálidas y demacradas, con ojos ausentes e inyectados en sangre, danzan lentamente hasta las mesas. Todas tienen profundas ojeras mal disimuladas por las manchas de su horrendo maquillaje. Mujeres semidesnudas y presas de la angustia que luchan por mantenerse en pie el resto de la noche. Madres, hermanas, hijas… Un coctel de ebrias desesperadas por el pago extra  que les ofrece la prostitución.

Aquí es el punto de encuentro de las cucarachas de  Satania. La cueva de ratas humanas. El sótano más oscuro. El Abismo.

Mi ropa gotea sin cesar  y el agua que emana de mi sombrero se mezcla con mi sudor llegando salada a mis labios. Bajo mi silla se ha ido formando un charco.

Mi camiseta, la que Svikari usó como torniquete, cada vez es menos blanca. Sí,  las heridas  siguen sangrando y laten como si tuviesen vida propia. El dolor en la pierna es un regalo de Donovan que me recuerda que debo torcerle el cuello hasta oírlo crujir.

La voz en mi cabeza dice que me calme, que un contenedor sin niños es mejor que uno lleno de niños muertos. Pero hay algo que no deja que me relaje, es esa piedra elástica en el estómago que sube hasta mi garganta y me causa náuseas.

 “Un contenedor lleno de azúcar. Un sobre de papel con un mensaje sin sentido alguno ¿Qué coño significa?”

Acaricio un vaso de vodka mientras exploro el lugar desde una mesa vieja  y  polvorienta. En el centro de esta pocilga hay una gran jaula de barrotes oxidados cuyo piso está cubierto de arena. Seis noches a la semana se usa la jaula para bailes exóticos y seis noches significan seis chicas diferentes para seis bailes distintos. Hoy es sábado, pero es una noche especial, hay más gente, mas humo de cigarrillo y más drogas de lo normal. Hoy nadie baila en la jaula.

Hoy hay dos hombres tras los barrotes. Uno es alto, calvo, musculoso  y tira de la cabellera rubia de su contrincante, bajo y delgado.  El hombre alto golpea la cara del otro contra el enrejado y  el roce con el óxido y a las fuertes embestidas terminan por arrancarle pedazos de piel. Entonces  las mejillas,  la frente y la nariz del hombre delgado se van tiñendo de un rojo más intenso y sus ojos se cierran por la hinchazón.

Y la gente grita: Mátalo.

Esta es la noche en la que El Abismo se llena por completo. La noche en la que  dos hombres en ropa interior se encierran en la jaula y combaten hasta que uno de ellos se rinde. Si nadie se da por vencido, luchan hasta que uno elija entre dejar de moverse y dejar de respirar.  Esto atrae más sabandijas que los esqueletos nudistas.

Las razones para iniciar una pelea importan muy poco. Lo importante es que el ganador recibe un  porcentaje del acumulado en las apuestas. En otras partes del mundo este tipo de combate sería ilegal, pero en Satania, perder la vida por voluntad propia no es un delito, es un derecho.

Svikari está sentado a mi derecha. Desde que llegamos no ha dejado de quejarse diciéndome que el sitio apesta y repitiéndome cosas que me importan muy poco. Y sí, comprendo que es nuevo en la ciudad y que no todos aceptamos el infierno de la misma manera. Comprendo que la realidad de estas calles le deja atónito y le causa impotencia. Lo entiendo porque lo mismo solía pasarme. Pero su conducta me jode la poca paciencia que tengo, así   que le digo que deje de quejarse y que use la boca para beber.

SATANIA-Nido de BestiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora