Capítulo 4

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Llegamos a mi casa como a los treinta minutos. Y durante esos treinta minutos estuvimos platicando de todo un poco. A diferencia de los que muchos creen la atracción no siempre tiene que ser tímida. Además, dadas las circunstancias en las que Serena y yo nos conocimos, bueno, entre nosotros hay más confianza que en una pareja cualquiera. Serena es de las pocas personas (con vida) que sabe mi secreto. Ella es la única que sabe que solo puedo excitarme cuando me golpean, cuando una mujer, una tan bella como ella, me golpea casi hasta matarme...

Íbamos pues en mi camioneta hablando de todo un poco; más específicamente de lo que había pasado en la funeraria con Sammy, su hermano menor, antes de llegar a mi casa y encerrarnos durante toda la tarde a tener sexo. Oh, sí, uno de los mejores sexos que he tenido en mi vida.

— ¿Entonces fue por eso? Increíble. ¿Y ese idiota por qué...? No, olvida lo que iba a decir.

— ¿Qué ibas a decir, Darien?

—Iba a preguntarte por qué dices que ese imbécil está obsesionado contigo pero me di cuenta que es una pregunta estúpida. El por qué salta a la vista.

Dije y acaricié una de sus piernas. A lo cual ella respondió con una gran palmada. Auch, me dolió...

—Oye, eso dolió.

—Según sé es lo que te gusta. Además, idiota, —sonrió al decirlo —no estamos en tu casa. Aún no puedes empezar a tocarme como el sucio y sádico depravado que eres.

—Y se supone que tú aún no deberías estarme pegando e insultando pero míranos, —reímos al mismo tiempo —los dos actuando antes de tiempo. Me parece que tú y yo, bonita, tenemos más en común de lo que crees.

—Sí, claro, aja, lo que tú digas, idiota.

Llegamos a mi casa y la primera en recibirnos fue Lita. Nos saludó como es ella, muy amigablemente, antes de preguntar por su esposo.

—Don Darien. Buenas tardes, señor.

—Hola Lita. ¿Cuántas veces te he pedido ya que no me digas don?

— ¿Unas veinte mil?

Reímos. Serena, aunque no quería, también río.

—Discúlpeme, es que no puedo.

—Pues deberías.

—Señor, ¿gusta algo de beber, o de comer?

—Yo no pero tal vez aquí la señorita... Quiera algo. ¿Quieres algo, Serena?

—Me gustaría una jarra de limonada bien cargada y fría, muy fría.

Malvada. Un rato después descubrí para qué la quería.

—Claro, en seguida la preparo y se las llevo.

—No, no, no, yo voy por ella.

—Pero señorita...

—Hazle caso, Lita, que no sabes, —reí y aproveché para tomarla por la cintura —esta mujer es más terca que tu marido.

—Darien...

—Ay, don Darien...

Reía Lita mientras hacia lo de siempre, ocultaba su perfecta y blanca sonrisa llevando ambas manos a su boca.

—Yo creo que Serena es más terca que Nef.

—Que hablando de él, señor, ¿usted sabe si él va llegar tarde hoy o...?

—Sí, desafortunadamente hoy no viene a dormir; ni él ni los demás.

—Ah, bueno, entonces ya sé para no guardarle comida ni esperarlo.

Millonario Atormentado...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora