No quisiera recordar el día exacto en el que cruzamos por primera vez miradas, ni aunque pudiera hacerlo.
Ahora, así no lo quiera yo, estoy condenado a recordarla cada instante, a llorar sin consuelo en una esquina de mi habitación.
Nuevamente me encuentro en la soledad de mi cuarto, sin ninguna compañía más que un bolígrafo y un papel. No hallo nada más que hacer que tratar de que salgan palabras inteligibles de mis manos. Lo único que me liberará del melancólico silencio que inunda por completo mi cuarto es escribir, contar lo que siento al único amigo que me queda, un simple pedazo de papel. O como ella solía decir, llorar con tinta.
Sería demasiado patético seguir en el suelo torturando mis ojos hasta más no poder, siendo víctima de mis propios pensamientos.
No soy para nada bueno en esto de escribir, mi redacción se limita a cosas simples, si bien recuerdo, esta es la primera vez que me dispongo a hablarle a una hoja por mi propia voluntad y necesidad.
Ni si quiera yo espero mucho de mí, pero símplemente no me importa, no anhelo que nadie lea esto más que yo.
Esta hoja no tiene más futuro que el de llegar a ser imágen de su escritor, una basura.
Necesito seguir escribiendo, antes de que acabe nuevamente echado en el borde de mi cama sin poder sacar ese maldito deseo de muerte de mi cabeza.
Así que sin más introducciones absurdas ni pensamientos que sé que a nadie le importan, me dispondré a relatarles una historia; mi historia. Bien, de hecho es su historia... Nuestra historia.
No tengo fuerzas si quiera para levantar el bolígrafo, siento como el peso que levanto sobre mi espalda me intenta obligar a caer de la silla de nuevo al suelo.
Solo sé que todo lo que pase si consigo seguir haciéndolo, será un milagro.Sería absurdo si quiera intentar encontrar el inicio de esto. ¿Cómo encontrar el principio de un garabato? Este era un garabato de errores tan grande que me tomaría años querer saber dónde empezó exactamente, y mi fuerza de voluntad no me ayuda mucho.
Así que saltándome varios antecedentes probaré dar mi propio inicio.
Siempre fui demasiado extrovertido, tenía demasiados amigos. Me negué a creer que había conocido la soledad alguna vez. Pero a las malas tuve que comprender que sin importar si estaba rodeado de gente, siempre estuve completamente solo. Pero era muy corto de mente en ese entonces, me sorprende como es que mi vida pudo haber cambiado tanto en cuestión de un año.
Mi mundo era perfecto, suena algo egoísta decirlo pero así era.
Era el más popular, las chicas siempre me rodearon hasta casi ni dejarme respirar en paz. Todas detrás de mí solo por usar una chaqueta de deportista. Bastante fácil, me costaba imaginar que había gente que moría por amor. ¡Solo tenían que comprar una chaqueta! Bueno, era más un imán de personas.
Pero a mí no me importaba eso, la chica que escogí estaba a mi lado. Sus curvas, su cuerpo perfecto, su cabello ligeramente ondulado color rubio oro, sus bellos ojos aguamarina, el pote de maquillaje que casi ni la dejaba respirar, la hacían atractiva ante cualquier chico que posara sus ojos en ella. Ella me importaba un comino, pero todos la querían, amaba sentir la envidia de mis amigos.
En cuanto a mi físico... Nada que yo quiera resaltar, pero siempre me creí lo suficientemente bueno como para tener chicas detrás, solía pensar que nadie con cara de adefesio podría llegar tan alto como yo estaba. Eso alimenta el ego de cualquiera, el mio por años no bajó de las nubes. Aunque ahora no me sorprenda nada de lo que observo ante mi al ponerme de pie frente a un espejo.
Mis padres jamás estaban en mi casa, eran algo así como adictos al trabajo. Sólo bien entrada la noche algunas veces tenía la oportunidad de verlos sacar billetes de manera ilimitada de sus portafolios.
Pero eso jamás me importó, solo pasaba algo por mi cabeza: Fiestas. En eso se resumían mis fines de semana. Tenía la libertad que quería cuando la quería, y aunque me metí en varios problemas, a mis padres nunca les importó, mucho menos a mí.
Una vida de ensueño.
Pero ya sabemos el final de todos los sueños, incluso de esos que al despertar apretamos los ojos con fuerza guardando la esperanza de conseguir una continuación. Al igual que sabemos que eso jamás funciona. Es simple, parte dos: La realidad. Algo de lo que nadie escapa, ni si quiera yo. Al despertar pude notar que la alarma había sonado más de una vez. Tenía que despertarme mucho antes.Ese día... Estoy seguro de no poder decir que ese día lo arruinó todo, ese pobre 16 de noviembre no tuvo nada que ver. La culpa fue mía.
Como era de esperarse, jamás le tomé la debida importancia a mis calificaciones. Podía pagar por mis trabajos ¿Por qué arriesgar un viernes por la noche por un proyecto de biología? Para nada, pero simplemente ese año no me importó, no hice nada productivo con mi vida en su transcurso.
Reprobé. Mi año escolar cayó al suelo, tiré mi estudio a la basura. No sé cómo es que no me esperaba eso. Si quiera me esforcé por escribir un par de palabras en algunas hojas que terminaron hechas un avión de papel, o arrugadas en un rincón de mi mochila. Fuí un completo idiota.
Luego de salir de la escuela, mi madre no dijo una sola palabra de camino a casa, parecía completamente ajena al tema. Pero tenía razón de estarlo, era mi problema, no el suyo.
Estaba molesto, parecía que ardía en fiebre.
Al llegar a casa fui directo a mi habitación, bruscamente cerré la puerta, eso seguido de incontables insultos que de seguro se podían oír tres cuadras más allá de mi casa. Tiré mis cuadernos, maldiciendo a cada uno de mis profesores a medida que estampaba las libretas pasta dura contra la pared. Pero nada de eso consiguió calmar mi ira, nada lo haría. Sin cuidado me tiré en mi cama, volví a gritar contra la almohada mientras salían gotas hirviendo de mis ojos. Las sentí rodar por mis mejillas hasta caer dormido.Un sueño seco. No soñé, no descancé ni un poco.
El hambre se apoderó de mi estómago, y como era de esperarse automáticamente atendí a su llamado.Bajé las gradas que daban a la habitación principal, me dirigí hacia la derecha, pasando por el comedor hasta llegar a mi destino. Abrí el refrigerador, estaba completamente vacío; mis estúpidos padres olvidaron de nuevo ir por los víveres.
Abrí la alacena y por suerte me encontré con un pequeño panqué el cual en menos de dos minutos desapareció de la faz de la tierra.
Instatisfecho, emprendí el camino nuevamente a mi cuarto. Crucé por el comedor pero en mi llegada al cuarto principal pude notar que mis padres esperaban por mí sentados en el sofá. Sus impasibles rostros causaron una extraña sensación de terror dentro de mí. Sus ojos se encontraron con los mios. ¿Qué hacían ellos aquí? ¿Por qué no estaban en su maldito trabajo?
Decidí ignorar su estancia en la casa. Proseguí con el camino a mi cuarto, me dispuse a subir el primer escalón cuando una voz suave pero imponente me causó escalofríos.
-No irás a ningún lado- Dijo mi padre sin si quiera tomarse la molestia de sacar el cigarrillo de entre sus labios.
Quise ignorarlo, no estaba de humor para hablar con nadie, nadie me diría que hacer o que no. Subí un par de escalones hasta que los sentí temblar de terror por el estrenduoso grito de ese hombre.
-¡¿Qué no me oíste?!- Se levantó de la comodidad del sillón que se encontraba al lado izquierdo de la chimenea.
Bajé las gradas. No dejaría que nadie me tratara así.
-¡Sólo déjame en paz! - Respondí con voz agresiva, clavando mis enfurecidos ojos en los suyos.
Se puso de pie enfrente mio, sosteniéndome la mirada con una tres veces más intimidante.
-¡¿Con quién demonios crees que estás hablando?! ¡Soy tu maldito padre! ¿Qué es lo que no entiendes?
Bajé la mirada. Sentí un torrente de lágrimas tentandose a salir por mis ojos. Pero ni una sola dejé caer, no le demostraría a este hombre lo débil que era en realidad.
Sentí mi voz un poco más apagada. -Usted jamás será mi padre.
Mi cara ardió. Con una fuerza titánica clavó su gran mano en mi rostro. Me dejó una marca enorme.
Estaba aún más exaltado que antes.
-¡Pues lo soy así no lo quieras! Soy el que tiró todo su dinero a la basura pensando en el supuesto futuro de su estúpido hijo. ¿Es así como me agradeces?
Quería esconder mi cabeza entre las rodillas. Miré a mi alrededor esquivando la aterradora mirada de mi enfurecido padre.
Observé a mi madre. No se podía notar preocupación en sus ojos. En su mirada se reflejaba un más que claro "No me importa" El humo salió de su boca, parecía completamente ajena a la situación.
No tuve el valor de responder, tal vez porque lo que dijo me dejo sin palabras, o simplemente porque si lo hacía el nudo que tenía en la garganta me delataría entrecortando mi voz.
Mi padre seguía prendido en furia. Me resigné a seguir mi ruta trazada anteriormente por la escalinata. Pero esta vez nada me interrumpió, el sonido del eco de mis pasos se fundió en la sala. Corrí a mi cuarto y cerré la puerta. Tenía tanto odio y rabia reunida dentro de mí que mi puño se encontró con la pared con una fuerza animal. Repetí el mismo movimiento un par de veces más, no me contenté hasta que tomé conciencia de que mi mano no respondía. Mis nudillos estaban manchados de sangre, mi mano hinchada. Lo último que me faltaba; me rompí la mano.
Decidí recostarme y hacerme el fuerte frente al dolor, pero cada segundo se hacía más insoportable. No saldría de mi cuarto por hielo, ni loco quería reencontrarme con la expresión que se dibujo en el rostro de mi padre.
Tomé una vieja venda y la enrrollé en mi mano.La relación que mantenía mis padres no era en absoluto buena. Pero me daba igual.
¿Para qué ellos si tenía amigos?
Suspiré acostado en mi cama y volví a caer en coma.
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¿Casualidad?
De Todo... Aún recuerdo la primera vez que sostuve sus manitas heladas entre las mías... La primera vez en que su mirada traviesa se encontró con la mía... Pareciera que fue ayer cuando sentí por primera vez el calor de un abrazo... Mantengo todavía en mis...