El vendedor de sueños y la ilusa que los compra.

3° Placer.

El pulso rojo apresurándose y puedo oírte.
Rasgando el ruido desbordante.

OLDCODEX — WALK.

—¿Dónde estabas?

La voz ronca y cargada de molestia, proveniente de la garganta de Yuri, me hace saltar en cuanto ingreso a mi habitación.

Llevando una mano al interruptor de la luz, me pregunto qué hace el rubio ahí, en la oscuridad y soledad cuando bien pudo encender las luces mientras esperaba. Otabek ya me había comentado que mi amigo rubio cenó en Yu-topia y que después se retiró a mi cuarto.

Cuando el cuarto se ilumina soy capaz de apreciar todo y el aire se atasca en mi garganta al ver a mi mejor amigo.

Yuratchka está parcialmente sentado en el borde de la ventana abierta. Vestido casualmente con unos jeans oscuros y una camisa tan amarilla como las motas de sus calcetines grises. Sus ojos verdes bajo el ceño fruncido, pero lo que más sorprende es su cabello.

La última vez que lo vi, ésta misma tarde al salir del instituto, su rubia cabellera seguía atada en las trenzas que yo misma hice. Sin embargo, la coleta ha desaparecido. Yura se cortó el cabello, dejando solamente largo el flequillo que cubre su ojo derecho.

Debía aceptar que eso no era bueno para mi o mi dudosa salud mental.

Llevo tanto tiempo diciéndole que se corte el cabello para que su rostro pueda apreciarse mejor que, ahora que ya está hecho, me cuesta asimilarlo.

Se ve tan varonil y atractivo. Y el ceño fruncido en su expresión iracunda solamente lo hacen ver aun más guapo.

—Hola a ti también.

—No juegues conmigo, cerda. Son casi las diez de la noche, —Yuri siempre impone en cada lugar al que va y ahora ahí, en mi pequeña habitación, su presencia es casi abrumadora. Está furioso —¿Dónde estabas?

Podría decirle que le importaba un rábano dónde y con quién me encontraba. Que él no es mi padre o mi jodido hermano para que se crea con tales derechos.

No obstante, una parte de mi sabe que sólo está preocupado. Me fui toda la tarde sin avisarle a nadie y el móvil se quedó sin batería en cuanto llegué a casa de Chris.

Mis padres ya me castigaron por ello, no necesito que él también me dé su charla sin sentido.

Pasando de largo, me voy directa a la cama. Dejándome caer clavo la vista en las estrellas pegadas al techo.

—Fui a un prostíbulo para vender mi cuerpo al mejor postor. Recibí un par de buenos billetes y con ello fui a verme con un ex drogadicto para que me hiciera un tatuaje diabólico en la parte baja de la espalda. —Bromeo.

Y eso es suficiente. Yuri gruñe, maldice, patea la base de la cama y, una vez pasado su berrinche, se deja caer a mi lado en el colchón.

—Eres una idiota.