Let Me Help You

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- ¡Daryl!- Intenté ver a lo lejos en la lluvia.- ¡Daryl!

Me recosté sobre un árbol a descansar, había estado buscando a Dixon durante casi una hora y me encontraba empapada a causa de la tormenta.

Decidí que quizás debería abandonar mi búsqueda y volver a Alexandria.

Caminé varios metros hasta escuchar un sutil llanto y me acerqué al lugar de donde provenía.

- ¿Daryl?- Lo ví sentado en un tronco caído, con su cabeza entre sus brazos y rodillas.

- Vete.- Susurró lo suficientemente audible para que lo oyese.

- No me iré sin tí.- Me senté a su lado y acaricié su espalda logrando que se incorporase de golpe.

- ¡¿No me entiendes? Vete!

Su grito provocó que me alejase un poco pero no del todo.

- Déjame ayudarte.

- No necesito la ayuda de nadie.- Se puso de pié dispuesto a irse.- Mucho menos la tuya.

- ¿Por qué lo haces? ¿Por qué te mantienes tan distante de mí?

- Creo haberte dejado claro el por qué.- Volteó apenas mirándome fijo.

- Se suponía que el hecho de que me gustases no debía cambiar nada entre nosotros.

Lo ví soltar un suspiro intentando contenerse y se aproximó a mí.

- Nunca hubo un nosotros.

- Éramos amigos.

- Jamás dije que era tu amigo.- Se encontraba a centímetros de mi rostro.

- Quizás debería dejar de preocuparme tanto por tí.- Cabizbaja, comencé a retomar el camino a casa.

El regreso a Alexandria se estaba tornando interminable, no veía la hora de llegar y recostarme en mi cama.

El sol empezaba a asomar entre las nubes y la temperatura subía rápidamente.

Una fina capa de sudor mojó nuevamente mi piel y arrastré mis pies sintiendo mi energía colapsar.

Caí de rodillas a un lado de la carretera maldiciéndome por no haber llevado un poco de agua.

Mi vista se volvía borrosa y un pitido se hizo presente en mis oídos, pero no duró mucho ya que el sonido de un motor me devolvió a la realidad.

Dos manos tomaron mis mejillas y alcé la mirada encontrándome con una par de ojos azules.

Mis párpados se abrieron aún más al sentir sus labios unirse a los míos. Me dejé llevar por los movimientos del arquero y, en un descuido, caí de espaldas al asfalto, con él sobre mí.

- No tienes que combatir tus demonios tú solo, Daryl.

- No quiero que ellos te lastimen.

- No lo harán si me dejas entrar aquí.- Señalé su pecho.

- Entonces, dejaré que lo hagas.

Norman Reedus/Daryl Dixon - One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora