Novato

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Novato (Parte uno de dos)


Esa misma noche en Blüdhaven

Estaba cansado de llevar dos semanas haciendo lo mismo. Un día tras otro.

Hoy no tenía por qué ser diferente.

Parecía que a su teniente le gustaba la cara que ponía cuando le mandaba a hacer fotocopias, o a traerle el café, a lo que Dick contestaba asintiendo con una sonrisa forzada.

¿Qué podía esperar? Había sido el último en llegar a la comisaría del distrito trece de Blüdhaven.

Tan solo era otro novato más.

Por supuesto que se moría de ganas por patrullar las calles, pero se empeñaban en encerrarlo entre aquellas cuatro paredes de ladrillos atestadas de delincuentes, putas, traficantes y gente que venía a interponer denuncia por los crímenes más espantosos que se te pudieran ocurrir.

Bruce apenas le dejó patrullar con él "Demasiado peligroso" , Le acabó diciendo" ¡Cómo si eso fuera una novedad!, pero entonces ¿Por qué se esforzó tanto por entrenarle?

El ambiente en la comisaria estaba enrarecido. Dick llevaba poco tiempo, pero aún así se podía sentir en el ambiente. El comisario estaba apretando a los de bandas para que cercaran a la banda de Los Capuchas Rojas. Esos pandilleros de tres al cuarto, delincuentes juveniles, se habían organizado en una férrea estructura y alguien les estaba dotando de material del caro.

Resultado: Los crímenes en las calles, actos de vandalismo y toda clase de delitos, habían destrozado las estadísticas que el alcalde debía presentar a la prensa cada final de mes.

Y ahí estaba él. Un novato recién salido de la academia, sobradamente preparado, archivando las denuncias y recogiendo material de los patrulleros.

Todo ese sentimiento de impotencia se mezclaba con el olor a raído y a moho de la vieja comisaría. Se te metía en las fosas nasales y no te abandonaba, por mucho que Dick se quedara un buen rato debajo del agua de la ducha cuando llegaba a casa.

Dejó su moto como siempre, encima de una acera ancha, a más de dos manzanas del trabajo, ya que si alguno de los clientes/delincuentes habituales asociaba su vehículo con el hecho de que era agente de policía, ya la podía dar por perdida, y el dinero no le sobraba precisamente.

"Su dinero" Ya que Bruce le había estado ingresando en su cuenta cifras astronómicas, pero siempre pensó que en cierta manera, no le pertenecía ya que no se lo había ganado y jamás lo gastó.

Entró en el viejo edificio por la gran escalinata de piedra con su casco en la mano.

Un par de vagabundos se lo quedaron mirando.

- ¿Tienes tabaco? – Le preguntó el mayor de ellos tosiendo.

Dick negó con la cabeza.

Todos los días tenían esa misma conversación, si es que se podía llamar así.

Se apresuró a llegar al vestuario y abrir su taquilla. Todavía le costaba ponerse el traje de agente de la ley. Era como si no se reconociera en el espejo, pero allí estaba él, con aquellos botones de mentira y aquella camisa negra elástica que marcaba su esbelta y atlética musculatura.

- ¡Grayson, Mendoza! – Gritó el sargento en la sala donde se reparten las tareas – Tenéis que llevar un detenido al hospital.

¡Dick no podía creérselo! Al fin iba a pisar la calle, aunque fuera para llevar a curar a un maleante que lo había pedido en sus derechos.

Nido de AvispasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora