Camila Patton era una de las alumnas en la academia de policías de Nueva York. No se esperaba qué aquella mañana de clases cambiaría su vida para siempre pero ya ha tomado un decisión.
Ahora todo es totalmente diferente. Trabajo, casa propia, amigos...
No, me lo puedo creer... Victoria, la mujer taxista que conocí aquí en Chicago, acaba de morir calcinada por estar atrapada en su coche. Hice todo lo posible para que la sacaran de allí pero no se pudo de ninguna manera, y no lo digo yo sino todos los bomberos. Yo no lo creo, pudimos haberlo hecho mejor si en vez de Ottis y Jay hubieran estado Casey y Kelly.
- Camila, debes tomarte un descanso. -me dice Hank en la sala de descanso junto a Antonio; yo miro a un punto fijo abrazada a mis piernas- Esta muerte te ha tocado muy de cerca y lo mejor es que no vuelvas hasta dentro de un tiempo.
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- Victoria tenía una hija estudiando en Nueva York y dependía de ella... -comento aún metida en mi mundo; tosen incómodos- ¿Ahora qué le va a pasar?
- Camila, no. -Antonio se sienta rápidamente en la silla- Te conozco a la perfección y sé a lo que quieres referirte. No puedes hacerte cargo de ella, aún eres joven y porque su madre haya fallecido tú no tienes porqué hacerte responsable de ella.
- Antonio, está sola. -se me cae una lágrima- Su madre está muerta, al padre no le interesa, estudiando fuera y completamente sola. Si aún es menor de edad se la llevarán a un centro de acogida obligándole a dejar los estudios y si no lo es se morirá de hambre. -me carcajeo apenada- La misma historia que la de las cartas. La madre muere, el padre pasa, se va a otra ciudad y cuando vuelve todo ha cambiado.
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- Eso no lo sabes, puede que no sea verdad. -sentencia- Además, no eres capaz ni de mantenerte tú sola tampoco vas a poder hacerlo con ella.
- Hank, voy a tomarme unas semanas de vacaciones. -Antonio se pone las manos en la cabeza- Necesito estar con mi familia o al menos con los que me han cuidado durante diecisiete años.
- Claro. -se cruza de brazos- Voy a informar al resto del equipo.
Asiento y se marcha dejándonos solos a los dos.
- Tienes que alejarte de mí, voy a hacerte daño. -le digo mientras caen muchas más lágrimas por mi mejilla- Te quiero con locura pero no voy a poder ser la mujer que quieres que sea. Nos llevamos diecinueve años, un día te preguntan qué si soy tu hija y otro tu novia, y te dije que le tenía miedo al amor...
