Prólogo: Nuestra vida

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Autor: Haruka Eastwood

Una rosa por cada infidelidad, es lo que representaba cada una en aquel enorme y ostentoso ramo que le regalaba Sasuke. Naruto se limitó a observar con tristeza su regalo creyendo saber el significado de cada flor, mientras refrenaba las lágrimas con una voluntad que creía extinta porque no quería problemas, no quería más golpes, no quería volver a llorar por él o por algo tan estúpido como ese obsequio.

—Gracias —susurró tomando aquel bonito ramo, fingiendo disfrutar su encantador aroma. Suave, delicado y sutil aún así poco a poco iba llenando la estancia con aquel perfume que en otros tiempos había amado, ahora… ahora simplemente lo aborrecía con toda su alma, llegando a ser nauseabundo a su parecer.

—¿Solo me dirás gracias? —Sasuke bufó ofendido mirándole con el desprecio que creía que se merecía—. ¡Responde! —bramó colérico—. Te traje un ramo de rosas, Naruto ¿y todo lo que dices es gracias? ¡¿Solo eso?!

Inmóvil, simplemente se quedó inmóvil al no saber qué decir. En ese momento Sasuke le pareció mucho más alto de lo que era, más intimidante e inexplicablemente letal, tanto que dio un paso atrás queriendo evitar el peligro latente que representaba la sola presencia de su esposo, mientras su cuerpo temblaba presa del pánico y la angustia. Entonces su voz se negó a emerger en el peor momento de todos; no quería recibir otra golpiza, no por algo así, ya no más, ¡Ya no más por favor! Lloró su subconsciente. Aun así sabía que muy en el fondo su Sasuke aún le amaba y que cada que le llegaba a pegar se arrepentía, no quería hacerlo, jamás quiso dañarlo, lo sabía…

Sabía que volverían a ser felices nuevamente, que un día despertará y que todo quedara en el olvido, que todo lo vivido sería parte de un pasado turbio y tétrico que encerraria en lo más profundo de su alma y botaria la llave. Ciegamente anhelaba volver a tener a ese hombre dulce y tierno del que se enamoró visceralmente, aquel azabache al cual se entregó por amor en el fuego de una pasión que aseguraba y sería eterna. Sabía que un día su esposo volvería a ser aquel ser que era antes del accidente… lo sabía.

—Muchas gracias a-amor —su voz tembló de miedo. No lo podía evitar, por lo que tragó saliva y prosiguió con titubeo—, son realmente muy… muy hermosas… me encantan ttebayo.

—Tsk… —le tomó del hombro para apartarlo con brusquedad e irse de la sala, en dirección al comedor—. ¿Te piensas quedar ahí como idiota o me darás de cenar?

—V-Voy amor —contestó con una odiosa sumisión adelantándose para atenderlo, solo rogaba que esta vez la cena le gustara y no terminará en el suelo, y él con una mano marcada en la mejilla por su incompetencia.

Entre ellos ya no existían aquellas miradas cómplices ni juegos a la hora de la comida y todo había sido su culpa. No tiene caso preguntar ¿qué nos pasó? Lo sabía muy bien, conocía de memoria la historia que se empeñaba en ensombrecer y dañar con ácido su vida, gravada con el veneno más letal en su matrimonio, comenzando a deshacer aquellos sentimientos con una eficacia abrumadora. El daño era tal que una parte de él gritaba que todo lo que hacía era en vano y que tirara la toalla, pero su terquedad y amor por ese Uchiha era incluso mayor, pese a que él se negaba a creerle.

Llenó de frustración consigo mismo, apretó los puños y una vez que Sasuke se sentó a la mesa sirvió la comida con movimientos ágiles, observando con gozo como esta vez sí le había gustado, o al menos la encontraba agradable para comerla. Su esfuerzo en la cocina había valido la pena. Aquellas cuatro horas no fueron en balde, se dijo con satisfacción mientras lo miraba comer con un semblante sereno; tan similar a los de sus recuerdos que se sintió nostálgico y deseó acercarse para abrazarlo como antaño, pero tan pronto y esa idea cruzó su mente, la descartó como si fuera tóxica.

Un doncel y una bestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora