Capítulo I - Alma sin rumbo

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Mi visión comenzó a ensombrecerse, voltee a ver mi torso y me percaté de que hay un cuchillo hundido en mi abdomen; ¡Ah! ¡Diablos! Dolía hasta el alma, peleé con toda mi fuerza para no desvanecerme pero, fue inútil, mi cuerpo se sentía pesado, ya no podía más, caí de rodillas. Al levantar la mirada, lo único que distinguí fue una silueta un tanto familiar y al poco tiempo caí en un profundo sueño.

Permítanme presentarme, soy Mathew Lancaster, y mi historia no es más que una entre muchas, y la escribo en estas líneas antes de que llegue a su fin, algo que me trae paz. Durante años serví como soldado sin patria, a la orden de aquellos que pudiesen pagar el precio, tomaba el trabajo y daba caza, ellos pagan y uno hace el trabajo sin cuestionar, simple ¿No? He trabajado para mucha gente de gran poder, presidentes, caudillos, familias adineradas, tantos rostros que ya no recuerdo.

No trabajé solo, solía trabajar con Damien y Rose, Damien, el coordinador de nuestros contratos, es quien me enseñó todo lo que sé, un ex miembro de la armada británica, alto, su rostro arrugado, cabello cenizo y lacio, ojos azules, de tez blanca y bastante corpulento, tiene una actitud fría y calculadora. Rose, de unos 1.75 centímetros más o menos, es delgada y esbelta, su cabello es castaño claro, llega hasta sus hombros, su rostro es ovalado, posee unos hermosos ojos color café claro, es una persona muy tímida para hablar con las personas, es muy sentimental.

Dentro de nuestro equipo no tenemos reglas, Damien solamente tiene una... "No cuestiones las órdenes".

A pesar de ser siempre indiferente al realizar mi tarea, algo me aquejaba en mis últimos días de asesino, los recuerdos de la gente que había asesinado, ¿Merecían morir?... "¡Bah! Son tonterías", era mi falso consuelo.

Un día recibimos un nuevo contrato, asesinar a un empresario, irrumpir en su casa y acabar con su existencia. Me alisté para ir junto con mi equipo, sería rápido y fácil.

Mientras observaba por la ventana de mi alcoba, no podía dejar de pensar en la gente que había muerto en mis manos... Damien irrumpió en mi cuarto. – ¿Ya estás listo?- preguntó. – ¿Ah?, claro...- respondí casi automáticamente.

–Te noto algo distraído, ¿pasa algo?- preguntó Damien cruzando sus brazos.

–En realidad sí, llevo mucho tiempo en este trabajo, pero hay algo que me mantiene despierto, por las noches, no dejo de tener pesadillas, en la mayoría de ellas me visualizo a mí con las manos ensangrentadas, mientras escucho el llanto de un niño...- me expliqué observando mis manos.

–Es natural que sientas eso, nadie dice que hagamos lo correcto, si quieres seguir en el equipo, debes aprender a controlar tus emociones, no quiero fallas en tu trabajo, pero siempre puedes renunciar. –Respondió Damien con un tono frío que helaba mis venas.

–Nos vamos mañana a primera hora, ¿entendido?- prosiguió Damien y salió de mi habitación.

Me había quedado pensante, distante sentado al borde de mi cama, levanté la mirada y vi que Rose se asomaba por la puerta e inmediatamente se escondió al percatarse de que la había visto. – ¡Sal, que ya te he visto!- exclamé.

Rose dejó su escondite, cabizbaja entró a la habitación y se sentó a lado mío.

– ¿Qué escuchaste?- pregunté. En eso, ella bajó la mirada.

–Sé lo que sientes, yo también tengo dudas de lo que hago algunas veces, pero no puedo renunciar, ustedes son la única familia que conozco, los amo tanto que no sabría qué hacer si un día no están... –Ella, con lágrimas en los ojos se acercó y me abrazó recargando su cabeza en mi pecho, yo en señal de cariño le abracé fuerte, luego de unos instantes me soltó y salió de la habitación, solamente pronunciando un casi susurrado "buenas noches".

Balada De Un AsesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora