Ni siquiera había atravesado el umbral de la puerta cuando mi madre se abalanzó sobre mí mientras emitía un chillido estridente. Sus incontables besos resonaban cada vez que sus labios se separaban de mis mejillas y estaba segura que no tendría que ir al quiropráctico durante meses gracias a los fuertes abrazos de mi madre.
— ¡Mamá!, ¿qué te pasa? —pregunté mientras intentaba soltarme de sus rechonchos brazos.
Cuando por fin conseguí librarme de sus grandes muestras de cariño, logré ver la causa de su incontable emoción. Entre sus regordetes dedos se encontraba una carta. Una con una muy buena presentación. Después de eso no tuve ni que preguntarle nada más. Sabía de qué era, sabía que era para mí, sabía que ahí dentro había una de las mejores cosas que decidí hacer. Era la carta de la disquera.
No tuve ni la oportunidad de decir palabra alguna después de eso ya que mi madre me había atrapado de nuevo entre sus brazos. Obligadamente salté con ella desde la puerta principal hasta la sala de estar mientras ella gritaba como si en un concierto estuviese.
— ¿Puedes calmarte un poco, mamá? Los vecinos creerán que ha pasado algo —dije con un hilo de voz. Los eufóricos besos y abrazos de mi madre me estaban dejando sin aliento. — ¡Deja de gritar!
— ¿Quieres que me calle? ¿Acaso no estás feliz? —Se separó de mí y levantó la carta a la altura de mi rostro.
A mi madre le era casi imposible ocultar sus sentimientos. Cada vez que había algo que la emocionaba, chillaba y daba pequeños saltitos como si de una niña se tratase. No le importaba quién estuviera cerca ni a quién incomodaba con su actitud. Ella era así, no podía contenerse.
— Sí pero no ando saltando y gritando "llegó la carta, llegó la carta" por toda la casa como una completa loca. Yo sí tengo vergüenza. —De un movimiento rápido le arrebaté la carta de sus manos y la metí doblada en cuatro en mi bolsillo trasero.
— ¡Cariño, es sólo que estoy feliz por ti! No puedo creer que no quieras celebrar con tu pobre madre. Es posible que a ti no te haya resultado difícil cantar frente a la cámara pero te recuerdo que fui yo quien la sostuvo por más de 30 veces ya que la Señorita Perfección no creía llegar a la nota —soltó con un aire de sarcasmo mi madre. Dio media vuelta y caminó hacia la cocina, yo la seguí.
— Claro que quiero celebrar pero... no sé, me parece como si todo esto no estuviera sucediendo. Aún no me lo creo.
Y no lo creía realmente. No podía creer que a los 9 años salí corriendo del escenario por un ataque de nervios, y ahora esté recibiendo la carta de una de las disqueras más importantes del país. Necesitaba que alguien me dijera que lo que estaba pasando era real. ¿O estaba soñando?
— Pues créetelo. En tu trasero está la prueba.
Saqué del bolsillo trasero la carta y la extendí sobre la mesa. Y efectivamente, ahí estaba, entre el café y el azúcar, algo que podría cambiar mi futuro. Había soñado con esto desde que vi el anuncio en aquel periódico y ahora que al fin lo tenía frente a mí, no sabía cómo sentirme. Me sentía como un coctel extraño. Con tantos sentimientos en tan sólo un recipiente que no supieras cuál es cual aunque lo vieras de cerca.
Mi madre se estiró y buscó en las estanterías que estaban sobre ella unas "A&W", cuando logró llegar hasta ellas hizo rodar una por la encimera. La tomé y la vi extrañada.
— ¿Qué no se habían acabado?
— Las guardaba para una ocasión especial.
— ¿Es esto una ocasión especial para ti?
— Sino la quieres puedes guardarla, sabes que me es difícil encontrar una tienda que aún las venda sin que estén expiradas.
La abrí y le di un pequeño sorbo. Mis papilas reventaron al sentir la sensación carbonatada de la menta y la vainilla artificial. Mi madre era una fanática de esas sodas y creo que su fanatismo era contagioso ya que yo también empezaba a tomarle el gusto. Cada vez que podía se tomaba una de estas por día, pero desde hace varias semanas que ya no lo hacía. Decía que tenía que cuidar su figura, pero si cuidar su figura se refiere a comer comida chatarra después de sus clases de zumba, entonces lo estaba haciendo bastante bien.
Me miró de pies a cabeza mientras se tomaba la última gota de la lata de soda.
— ¿Qué? —pregunté al ver que su mirada no se despegaba de mí —. ¿Por qué me miras tanto?
— ¿Qué? ¿Acaso necesito un permiso para mirar a mi hija? —soltó un tanto ofendida.
Conocía esa mirada, cada vez que algo andaba mal me miraba de esa manera, como si tratara de descifrar lo que sucedía en mi cabeza. Pero como era costumbre, no dijo nada. Lanzó la lata al cesto de basura y caminó hacia donde yo estaba y dijo:
— Estoy orgullosa de ti, cariño. Tiene talento, no lo olvides. —Me dio un corto beso en la mejilla y subió a su habitación. —Avísame cuando tengas hambre. Esta noche comeremos la pizza que más te guste.
Al terminar mi soda la lancé al cesto de basura, me recosté sobre la encimera y jugueteé con la carta durante un rato. Tenía miedo de abrirla. A pesar de saber ya la respuesta, estaba asustada. Si no hubiera pasado a las finales no hubiera recibido un sobre como este, hubiera recibido una llamada en cambio. ¿Pero y si entendí mal? ¿Y si los que recibieron la carta son los que no pasaron a la final?
Pasé repetidas veces las yemas de mis dedos sobre el sello de cera. Con la manos temblorosas rompí este con la uña y levanté el pico del sobre, saqué la carta con miedo y la desdoblé. Sonreí al ver que ahí estaba esa palabra remarcada con tinta dorada. "Felicidades..." Esa palabra con la que había fantaseado tanto desde el primer momento en el que envié el video. Ahí estaba. Pero junto a la felicidad había algo que me inquietaba. ¿Y si no ganaba la final? ¿Y si la ganaba qué haría?
Empecé a leer la carta con detenimiento hasta que llegué a un texto que llamó mi atención.
Al ser una de nuestras finalistas de nuestro concurso anual de Buscando nuevas Estrellas, deberás de enviar una demo de tus 5 canciones favoritas a la dirección que se encuentra al dorso de esta hoja. Recuerda que existen diversos medios para enviar tu material, considera la vieja escuela.
Esperamos con ansias conocer tus gustos musicales.
¿Medios de la vieja escuela? ¿A qué se refería con eso? ¿Lo que utilizaban mis padres para grabar su música y eso?
De pronto recordé que mamá guardaba en el sótano una vieja radio casetera. Según mi madre fue el primer regalo con valor que mi padre le había entregado, antes solía regalarle tarjetas sosas y regalos pre-fabricados que le compraba a mi tía Mónica, pero papá se daba cuenta que mamá los tiraba al día siguiente. No es que no lo quisiera realmente, es sólo que ella necesitaba algo que saliera de su corazón y la hiciera sentirse especial. Puede que esa parte del corazón de mi padre me fuera a ser útil ahora.
— ¡Mamá!, ¿me prestas tu vieja radio casetera?
♫♫♫♫♫
¿Hay alguien que aún lea esto después de tanto tiempo?
Si es así, sólo te digo que volvemos con los capítulos ya editados y con otros nuevos.Día de actualización miércoles y sábado.
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^-^ Si te gusto la historia te invito a que dejes un voto y un comentario. Me encanta leerlos y no me molesta en lo absoluto responderles. ^-^
¡GRACIAS POR LEER! <3
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Playlive
Teen FictionUno de los mayores sueños de Heather Foster es ser cantante. Cuando participa en el concurso más importante de la disquera más famosa del país y queda en las finalistas, tiene por seguro que su sueño está a punto de cumplirse. Sólo tenía que gra...