Un día desperté con el sonido del teléfono de las casa sonando varias veces seguidas y nadie que levantara la bocina para responder.
Salté de la cama con los pies descalzos tocando el frío suelo de otoño, me aguante las ganas de volver a la cama y esconderme. Baje los escalones con prisa, casi a brincos y finalmente llegue a la parte baja donde el teléfono había dejado de sonar. Las pesadillas quedaron relegadas a una esquina de mi mente, tan lejos que no pensé en ellas mientras me tallaba los ojos y caminaba por los pasillos de mi casa buscando a alguien en casa.
-Parrish -Llame a mi hermano sin recibir ningún tipo de respuesta, señal de que nadie estaba en casa. Solté un suspiro dispuesto a volver a la cama cuando el teléfono volvió a sonar. Estiré la mano y levanté la bocina sin siquiera pensarlo. Podría ser Scott o Lydia, últimamente ella llamaba para pedirme que le dijera cómo iba mi proyecto, a lo que yo siempre respondía con evasivas porque seguía sin tener nada hecho, ni siquiera pensado.
-Hola -Murmure ante la ausencia se voz al otro lado. -¿Puedo ayudarlo en algo?
El silencio se hizo más tenso en ese momento. Podía escuchar una respiración pero ningún otro movimiento o algo parecido. Moví mi pie izquierdo planteándome el colgar o seguir pegado al auricular esperando a que la persona que había llamado respondiera.
Tenía cierta sensación en el pecho de que la conocía, como cuando escuchas la voz de alguien que tiene tiempo que no la ves, reconoces el color de su voz pero no puedes asociarlo con su cara. Exactamente eso era lo que estaba pasando conmigo en ese momento, conocía a la persona al otro lado del teléfono, había escuchado su respiración desde cerca, incluso conocía la forma en la que su pecho subía y bajaba, como sus labios se entreabrían un poco para dejar escapar una milésima parte de todo el aire que sus pulmones tomaban. Conocía a esa persona como si hubiera vivido con ella toda mi vida, como si mi cuerpo estuviera acostumbrado a reconocerla en esta vida y en otra más, sin embargo quien fuera que había llamado estuvo en silencio escuchando mis intentos por saber quién era sin obtener ningún tipo de respuesta. Cerré los ojos pidiendo para mis adentros que mis sospechas fueran ciertas, desee que Camden apareciera y me diera ánimos para preguntar una vez más pero no lo hizo.
Finalmente colgué el auricular. Mis dedos acariciaron el plástico duro deseando que la caricia llegara a alguien más, a alguien cuyo rostro no quería reconocer completamente.
-¡STILES! –Di un brinco sobre el suelo alejando mi mano del teléfono como si quemara -¡Hey! –Scott me sonrió sosteniendo dos botellas de leche en alto –Las manda Marie, no se siente muy bien y dijo que les había prometido leche.
-Sí, creo que lo hizo –Sonreí caminando hasta Scott. -¿Cómo está ella? –Pregunté alzando mis manos lo suficiente para poder tomar las dos botellas de leche.
-Mal –Fue la respuesta simple de mi mejor amigo –Últimamente tiene muchos dolores de cabeza, casi no come.
-¿La llevaron ya con el doctor? –Pregunté caminando de vuelta –Tal vez sea solo falta de sueño o estrés.
-¿Qué es estrés? –Scott ladeó su rostro como un adorable cachorrillo al que se le presume un juguete nuevo.
-Presión en tu cabeza, preocupación –Me encogí de hombros –Deberías decirle a Isaac que la lleve con un doctor, aunque es obvio que ya lo ha hecho ¿No es así? –Scott asintió -¿Y que han dicho?
-Que no saben que es.
Sentí como el alma se me iba a los pies. Lo mismo habían dicho de mi madre, lo tengo muy presente a pesar de que mi hermano, mi padre y Melissa creyeran que era demasiado joven.
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Trigesimos Séptimos Juegos del Hambre
Fiksi Penggemar-Cinco, cuatro, tres, dos, uno. -Sonó la alarma -Que empiecen los trigésimo séptimos Juegos del Hambre. Ya era oficial, estaba compitiendo por mi vida a partir de ese segundo.