Metamorfosis

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Al momento en que mis ojos se abrieron, alcance a ver el último rayo de sol que atravesaba la ventana antes de esfumarse. La habitación se vio sumida por la oscuridad y un silencio expectante se deslizo por el ambiente.

Parpadeé constantemente hasta que mi mirada se acostumbró a la penumbra con una rapidez inusual. Mi mirada se poso en el techo, distinguiendo la lámpara que lo adornaba delicadamente. Cada uno de sus cristales se balanceaban con una lentitud casi imperceptible pero que mis ojos pudieron apreciar; brillando con la luz de la luna, esos pequeños diamantes captaron mi atención por segundos o minutos, hasta que un escalofrió me hizo temblar bajo las sabanas, deshaciendo mi interés.

Un calor se deslizó por toda mi espalda hasta posarse en mi nuca, donde allí se detuvo. Se sentía como si hubieran prendido una estufa a mis espaldas, comencé a sentirme sofocada y acalorada. La sensación fue empeorando hasta volverse insoportable. Sentía que mi piel quemaba, mi cabeza palpitaba y mi garganta escocía. Sentía como si me estuvieran calcinando viva. Estaba ardiendo en fiebre.

Un par de gotas se deslizaron por mi frente hasta terminar en las delicadas sabanas. Mis manos se estrujaron en la tela con fuerza y de mi boca profirió un gemido ronco. No podía soportarlo mas, necesitaba salir de esa cama, necesitaba acabar con esta sensación.

Con movimientos torpes, intenté reincorporarme, mi cuerpo se deslizó lentamente entre las telas de satén oscuro, hasta llegar al extremo de la cama. Mi cabello se pegó a mi frente al sentarme sobre el colchón y el frio del mármol sobre mis pies me hizo temblar por el cambio de temperatura.

Al levantarme con rapidez, mi mirada se nublo y me tambalee con torpeza. Di un par de pasos con moderación, pero por mas que intente mantener el equilibrio, mi cuerpo cayó de bruces al piso. Un chillido escapó de mi garganta ante el impacto y mis ojos lagrimearon por el dolor. La luz de la luna alumbró mi rostro y pude distinguir su forma redonda a través de las delgadas cortinas.

Luna llena

El calor me seguía consumiendo aunque estuviera desparramada sobre el frio mármol de la alcoba. La garganta me quemaba y tragar se sentía imposible, mi boca estaba completamente seca. Desesperada, me arrastré por el piso intentando llegar a la puerta, que solo estaba arrimada. Con un suave tirón la abrí en su totalidad. Un pasillo se desplegó ante mis ojos y con ahínco logre ponerme de pie, apoyándome sobre la pared.

Me deslicé en la oscuridad, buscando algo que calmara este martirio, cuando de pronto otra sensación de embargo. Un escalofrió recorrió mi espalda y pude sentir las gotas de sudor deslizarse por mi cuerpo y empaparlo aun mas. La prenda que me envolvía, se pegó a mi torso cuando voltee con rapidez intentado localizar alguna forma en medio de la negrura. El pánico me embargó al sentirme observada. Mis dientes cancanearon sonoramente y mis piernas perdieron fuerza.

La noche estaba sospechosamente tranquila, solo mi aliento desbocado cortaba el silencio. Mi conciencia me decía que siguiera avanzando, que escapara de allí, pero por alguna razón mi cuerpo no se movía, me había estancado allí esperando algo... o a alguien.

Pasaron unos minutos o solo segundos, no estoy segura. Mi respiración se estabilizo y trague con fuerza, lastimando mi garganta que pedía a gritos que ingiriera liquido. Fue entonces cuando el calor se volvió realmente insoportable, ahora no solo mi cabeza quemaba, si no que también mis brazos e incluso mis piernas. Di un par de pasos torpes hacia el frente pero entonces sucedió, un nuevo sonido se abrió paso en la penumbra, clavándome en mi lugar.

— Despertaste.

La voz indudablemente masculina, hizo eco entre las paredes. De mi boca no salió ninguna palabra, solo pude sentir como mi corazón latía con desenfreno.

Terrores NocturnosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora