Hace un año, estaba en el cumpleaños de un amigo en su casa, era gigante, tenía un formidable patio, enormes habitaciones; menos la de mi amigo que antes era un altillo y por eso se podía ver muy pequeña. La noche estaba muy tranquila el silencio se apoderaba de la casa, y nuestra habitación permanecía iluminada hasta altas horas de la noche. Guille y yo estábamos solos porque el resto de las habitaciones de los familiares, estaban en la planta baja, cuando decidimos conectarnos a una red social. Solo queríamos chatear con alguien
Ahí la conocí a ella, una joven bella y simpática así se dejaba ver a través de las cámaras del ordenador. Una niña vestida en forma muy divertida: de multicolores, pompones y flecos como si no quisiera que la vieran. Se la notaba feliz y comenzó a hablarnos con ese timbre tan especial de voz, era como si la bocina de un auto quedara conectada automáticamente o una alarma no dejara de sonar, era un sinfín de palabras que irrumpía el lugar sin pedirle permiso a nadie. Quizás no se le ocurrió que estas palabras no le pertenecían, sólo fluían arrastradas por los nervios y la desesperación de querer agradar. Comencé a observarla naturalmente y junto a mis amigos comenzamos a indagar sobre su vida. Le preguntamos quién era, de dónde venía, a lo que ella nos contestó, cantando y bailando que no importaba de dónde era, que sólo quería hacerse de nuevos amigos. Me pareció una persona honesta. Mis camaradas vieron que a pesar de su simpatía constante, ella tenía un aspecto grotesco. Fue allí cuando la conversación entre esta niña vivaz y la pandilla empezó a ponerse cruel, áspera, severa. Una situación incómoda de la cual, no quería ser partícipe.
Intenté cambiar la situación, tratando de persuadir, convencer a mis compañeros recordándoles los valores de la amistad y de la solidaridad... pero me ignoraron; entonces me enfurecí y me fui a mi casa a tratar de arreglar el despiadado ambiente con ella. Demoré unos segundos y logré conectarme, aún estaba en el chat; entonces le pregunté si me quería conocer en persona, respondió que sí. Ese mismo día, a la tarde, nos encontramos en la plaza, agradeció que yo no esté metido en este asunto.
A la mañana siguiente me encontré con ella en ese mismo lugar, cuestionó si había hecho reflexionar a mis amigos, pero respondí que fue en vano. Valoró mi postura, me agradeció por haberme acercado a ella.
Ese día de lluvia, por la tarde, llamé a mis camaradas para que vengan a la plaza porque les tenía que contar algo que había sucedido en los últimos minutos y que era muy urgente. Cuando ellos están llegando, debido al mal tiempo se quedan sin frenos y se caen en el medio de la plaza en frente de todos en un gran charco de barro...Fran, que tenía ropa blanca, se manchó todo por completo de barro, Guille se enganchó el pantalón con la cadena de la bicicleta y se le rasgó en la parte trasera, mostrando en su totalidad su ropa interior bien adornada con corazoncitos; por suerte al resto no le pasó nada. Ahora los veíamos... a ellos, los que se creían que mandaban en el grupo, se humillaron frente a todos...
La joven, cuando vio lo sucedido y siendo partícipe de las risas de todos hacia ellos, inicialmente participó con una expresión de felicidad hacia el hecho, aunque al ver que las carcajadas y las burlas se acrecentaban más y más, al observar las mejillas de todos enrojecidas de la vergüenza se dio cuenta que sólo ella sabía cuánto ingenio se requiere para no parecer nunca ridículo. Decidió abrirles de par en par las puertas de su casa para ofrecerles que se higienizaran y cambien la ropa.
Adentro de la casa pudieron observar que esa niña de aspecto grotesco, que fue causante de los jolgorios más absurdos e hirientes, era quien ahora se transformaba en la más dulce, carismática, solidaria, simpática y bondadosa chiquilina. Ella los hizo sentir cómodos, los hospedó, los invitó a merendar con una rica torta de cumpleaños, pero lo más importante es que logró hacerlos reflexionar sobre sus hechos.
No hicieron falta palabras, sólo esa carita risueña, feliz y de corazón gigante les enseñó que se habían equivocado, que habían prejuzgado. En silencio se sintieron muy mal.
Aprendieron que la burla y el ridículo son, entre todas las injurias, las que menos se perdonan.
Toda esta aventura me permitió escuchar el sonido de la verdad y romper el silencio de mi inmenso amor. Ella oyó de este hombrecito los secretos guardados en su corazón desde el inicio de la historia. Tomó su mano, entrelazó sus dedos en las suyas, y le habló a ella con una tranquila y delicada voz...
ESTÁS LEYENDO
La conocí en un Chat
Short StoryUna historia sobre el bullying, y la discriminación en las redes sociales, una historia que da gusto leer