Parte única.

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Un día soleado en el parque, dos chicos estaban sentados admirando a los niños y perros jugar

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Un día soleado en el parque, dos chicos estaban sentados admirando a los niños y perros jugar. Tan distraídos estaban que no se dieron cuenta del momento en que sus miradas se cruzaron y compartieron una avergonzada sonrisa interpretada como un tímido saludo entre los dos extraños, separados únicamente por un diminuto espacio de césped adornado con bellas flores.

El chico de las manos pequeñas intentó ocultar su rostro, dirigiendo su atención a los libros que lo acompañaban de un lado de la banca. Instantes después este sintió unos toques en su hombro izquierdo, a lo cual levantó la mirada, encontrando al extraño sonriéndole y saludándolo con la mano.

―Hola ―el desconocido se dirigió al chico de los cabellos color castaño, más el otro solo recibió la imagen de como las mejillas del chico se pintaban de un color rosa.

―Yo no hablar coreano, ser japonés ―respondió el aludido con una mala conjugación de las palabras y un evidente tartamudeo.

«Tan lindo y no puedo hablarle, supongo que perdí tanta belleza en una oración.» Pensó el pequeño extranjero.

Volvió a su lectura, insatisfecho al no poder comunicarse con el atractivo joven.

Instantes después volvió a sentir los roces en su hombro izquierdo. Alzó la mirada, observando de nuevo al chico que ahora tenía en una de sus manos un celular al cual con el dedo índice tocó la pantalla y del aparato se emitió una voz electrónica, pero con unas palabras que Jimin entendió.

«Hola, me llamo Jungkook, ¿y tú?»

Este volteo la pantalla de su teléfono, mostrándole el traductor de Google. Involuntariamente la sonrisa de alcancía de Jimin apareció e imitó la acción, traduciendo sus palabras al coreano para que el otro pudiera entender.

«Hola, me llamo Jimin, ¿cómo estás?»

Eso pasó hace un tiempo, ahora, en una cafetería de Seúl, dos personas que dejaron de ser desconocidas están tomando un café, sin decir una palabra. Se podía escuchar de vez en cuando una risa que escapaba o un murmuro personal al escribir lo que luego sería emitido por esa voz femenina proveniente de sus teléfonos. Sus conversaciones se basaban en traducciones de Internet e incómodos pausados momentos en los que sus ojos se conectaban y no podían dejar de admirar la belleza que encontraban en el contrario.

Las cosas fluyeron, demasiado bien debo decir. Pasadas las nueve de la noche dos chicos compartían mensajes, cada uno desde sus respectivas alcobas. Suerte para ambos que no se podían ver, pues ni bien el texto que era enviado los segundos para que se contestara eran contados, y al recibirlos saltaban de su lugar, desordenando las sábanas y dando un grito interno a causa de la euforia.

Fue un sábado por la tarde que Jungkook esperaba impaciente a su acompañante en el café habitual. El día estaba un poco sombrío, al igual que en toda la semana, tanto que cuando salía a la calle se podía ver el vapor salir por entre los labios.

Jimin había llegado al establecimiento, ubicó entre la gente al chico con quien se iba a encontrar y se sentó junto a él. Aligeró un poco las capas de ropa que lleva encima; quitándose el saco y la bufanda que le cubría gran parte del rostro, dejando ver una mascarilla que cubría su boca. Ambos sacaron el habitual celular y se saludaron mutuamente. Jungkook lo observó algo triste al notar como el japonés tosía un par de veces y se aclaraba la garganta para volver a escribir.

«Aún sin hablar, extraño ver esos labios en desuso.» Pensó.

Y una vez más estas personas se volvieron a encontrar. Hace un año ellos eran extraños y ahora se podría decir que son mejores amigos, aún con el bache que les producía la diferencia de idioma.

«Tengo algo que contarte.» tradujo Jungkook a japonés.

«¿Qué es? ¿Una sorpresa?» respondió el otro en coreano.

«Cierra los ojos.» ordenó.

Jimin accedió a su petición y bloqueó su vista con sus pequeñas manitos.

―No vale hacer trampa ―le escuchó decir a Jungkook.

«Como si yo fuera a hacer eso... ¿Ah? ¡Espera!» Un escalofrío le recorrió la espalda y sintió como se le erizan los cabellos. Había escuchado la voz ronca del chico y... pudo entender. Jimin se descubrió el rostro. El chico castaño ahora tenía su rostro a pocos centímetros del suyo.

―¿Entendiste lo que dije? ¿Lo pronuncié bien?

―S-sí ―tartamudeó.

Jungkook besó su nariz. La respiración de Jimin estaba muy pesada.

―El curso de japonés tomó más de lo que pensé.

Esta vez besó su mejilla. Jimin sonrió tímidamente.

―Ahora te toca, pequeño. Yo estudié japonés para ti, ahora te toca estudiar coreano para mí.

Besó su barbilla. En el rostro de Jimin la temperatura terminó aumentando considerablemente.

―Ya lo tengo cubierto ―respondió, en coreano.

Finalmente Jungkook besó sus labios. Jimin entendió.

Traductor [Kookmin OS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora