Había una vez una hermosa niña con unos largos cabellos rizados que parecían de oro y una enorme sonrisa.
Todas las noches, antes de ir a dormir, la madre de la niña le contaba toda clase de cuentos mientras le trenzaba su hermoso pelo. De aventura, de acción, de fantasía o de amor, cualquier historia su madre podría crear y hacía esos momentos tan especiales para la niña que no podía comparar con nada más. Disfrutaba de la dulce voz de su madre y de la gran luz que emitía la luna cuando se asomaba por su ventana.
Ya en el invierno, cuando los copos de nieve caen del cielo, la niña mientras escuchaba una de las increíbles historias que su mamá le contaba, notó que algo extraño pasaba con el brillo de la luna, que ya no era el mismo. Ella, preocupada por saber el porqué de esta tragedia le preguntó a su mamá con un tono de tristeza.
- Mami, ¿por qué la luna ya no está feliz? ¿Por qué ya no brilla como antes? ¿Qué le está pasando a su luz?- Su madre viéndola con unos ojos de ternura con los que solo una madre puede mirar, le contestó.
- Hija, la luna tiene frío, el invierno llegó, el sol se ha escondido y la ha dejado solita, no tiene más compañía y su único consuelo es verte dormir.
La niña triste por escuchar la respuesta de su madre, y con miedo a que la luna desaparezca, decidió que se quedaría todas las noches despierta para que la luna no pasara ni un momento sola.
Y así fue al día siguiente. Después de escuchar un maravilloso cuento de su madre, la niña se metió entre sus cobijas acurrucándose y fingiendo estar dormida. Cuando su madre cerró la puerta, después de darle un beso en la frente de buenas noches y apagar la luz, salió corriendo hacia la ventana para poder estar con la luna.
Pasaron días y semanas, y la pequeña seguía haciendo la misma rutina de estar con la luna todos las noches. Poco a poco la luna iba recuperando su luz. Toda la alegría y el amor que la niña transmitía, hacía que se fuera llenando de vida. Pero un día el invierno decidió tomar mas fuerza de lo normal, siendo mortal, acabó con la hermosa luz de la luna.
La niña, al ver en la noche a la luna apagada, se sintió culpable porque creía que le había fallado a su mejor amiga. En lágrimas fue corriendo hacia la ventana, suplicándole que por favor se iluminara, que sin su luz, ella estaba sola y perdida, pero la luna nunca brilló. La niña no dejaría que la luna se quedara sin vida, decidida agarró su mochila favorita y se puso en busca de la luna. Saliendo a escondidas de su mamá, empezó su largo, frio y cansado camino. Caminó y caminó, sintiendo una soledad inmensa, pero la pequeña era valiente, y no pensaba descansar hasta que viera la luna otra vez brillar.
Le preguntó de estrella en estrella si sabían en donde podría estar la luna, pero todas respondían groseras y enojadas.
- No sabemos dónde está, lleva días perdida. No encontramos su luz en ninguna parte y si no regresa a iluminar nuestra vista, moriremos, sin su luz nosotras no podemos vivir y alimentarnos. Somos demasiado bellas para trabajar, necesitamos que la luna regrese ya.
La niña continuó si viaje, triste por ver a las estrellas enojadas y preocupada porque si no encontraba a la luna pronto, todas las estrellas morirían y ella se quedaría completamente perdida.
Con el tiempo empezó a pasar lo que más temía, cada una de las estrellas se fueron apagando, una tras otra sin cesar, hasta dejar el camino completamente a ciegas. La niña llorando de desesperación, no sabía qué podría hacer. Estaba sola en la oscuridad, no había nada o nadie que la iluminara, por más que gritara la luna jamás contestaba. Caminando sin rumbo, con lágrimas en las mejillas, pensaba en cómo iba a salir de ahí. Si la luna no volvía a brillar, ¿cómo regresaría a su hogar? Ya no había estrellas o luna que la guiaran de vuelta a su camino a casa, todo parecía estar perdido.
Pero de repente vio a lo lejos una chispa. Contenta por encontrar un poco de luz, la niña fue corriendo hacia dónde provenía esa pequeña chispa. Para su sorpresa, al llegar a ella, se encontró con una diminuta estrella, más pequeña que su manita, pero que por dentro de ella había una luz enorme, una luz que no cualquier estrella podría tener, una luz que jamás había visto en toda su larga pero corta vida. Emocionada por encontrar alguna señal de vida le preguntó.
- Disculpe estrellita, ¿Sabes dónde está la luna? – y la estrella contestó.
- Claro que sé dónde está. Ella se escondió en un lugar no muy lejos de aquí, está muy avergonzada por haber perdido su luz, entonces se ocultó. - La niña emocionada por encontrar a alguien que sepa dónde estaba, le suplicó.
- ¡Por favor llévame con ella! ¡Yo soy su amiga! ¡Ella me necesita pequeña estrellita!- La estrella ya sabía de la existencia de la niña y le respondió con un tono de alegría.
- Por supuesto que te voy a llevar con ella, de hecho estaba esperando por tu llegada. La luna me ha contado mucho sobre ti, sabía que vendrías a rescatarla y he guardado todas las fuerzas que tengo dentro de mí para no apagarme y poder guiarte hasta ella. ¡La esperanza de tu llegada es lo que me ha mantenido viva!
Juntas caminaron hacia donde estaba la luna. La estrella por delante iluminando el oscuro camino y la niña siguiéndola, emocionada porque en cualquier momento se reencontraría con su mejor amiga. La luna estaba escondida en medio de la oscuridad y al ver que la pequeña estrella se acercaba y que detrás de ella la seguía la niña, dijo gritando.
- ¡No puedo creer que hayas venido por mí!- rebosando de felicidad, brincaba y lloraba. La niña divertida y feliz por ver a la luna con esa actitud, le contestó.
- Te dije que jamás te abandonaría. No iba a descansar hasta verte brillar de nuevo, no importa que tan fuerte esté el invierno o si no está el sol, jamás dejaría que acabaran contigo.
La luna no podría estar más feliz, contenta por tener de nuevo la compañía de la niña, sentía como poco a poco iba recuperando su vida y luz, se sentía más fuerte y sabía que en cuestión de momentos volvería a brillar. Con tantos sentimientos y emociones que ni ella misma podía explicar, le dijo.
- Te agradezco que hayas venido, eres la mejor amiga que alguien pueda tener. Con tu compañía me siento de nuevo viva, siento que no volveré a dejar de brillar, pero cuando tú te vayas todo será frio y oscuridad. Volveré a estar sola y no podré sobrevivir este duro invierno. La compañía de las estrellas no me sirve para sobrevivir. Ellas son vanidosas y flojas, no trabajan por mantenerse vivas y entre todas me dejan morir. Lo único que tengo es esta pequeña estrellita, ella si es diferente a las demás, su amor me nutre de felicidad, pero no puede estar todo el tiempo conmigo, tiene que regresar con sus papás, dejándome de nuevo sola. Tú estas muy lejos en tu casa, igual tienes que ir a la escuela o salir con tus amigas y no puedes quedarte despierta todas las noches. Estoy sola, muy sola.
La niña escuchó atentamente a la luna con todo el amor y paciencia que una verdadera amiga puede tener. Cuando acabó de hablar, la pequeña se acercó y dándole un abrazo le respondió.
- Luna, no tienes de que preocuparte más. Vengo para quedarme, ya no volverás a estar sola, yo no me iré a ningún lado. Estaré contigo hasta el final de este largo invierno. Juntas nos defenderemos del frío. Nunca más perderás tu hermosa luz, porque así como yo ilumino tu vida, tú iluminas la mía.