No fui testigo de la mayor parte de lo que le ocurrió a Denny en el juicio por custodia
ni en el proceso penal por estupro en tercer grado. Estos sucesos ocuparon casi tres
años de nuestras vidas, pues una de las tácticas de Maxwell y Trish fue hacer que el
proceso se prolongara para que Denny perdiera tanto su dinero como su voluntad de
luchar. También, para manipular la situación a favor de sus deseos de que Zoë se
criara en lo que consideraban que sería un ambiente de amor y atención. Se me negó
acceso a mucha información. Por ejemplo, no se me invitó a ninguna de las instancias
legales. Sólo se me permitió asistir a unas pocas de las reuniones que Denny mantuvo
con su abogado, Mark Fein; para ser preciso, las que tuvieron lugar en el Café
Victrola. Y es que a Mark le gustaba la chica del piercing en la ceja y los ojos marrón
chocolate que trabajaba en la barra. No acompañé a Denny a la comisaría de policía
cuando lo arrestaron. No estuve cuando le tomaron los datos, cuando se presentó a la
audiencia preliminar, ni cuando lo sometieron al detector de mentiras.
Buena parte de lo que les contaré sobre el calvario que siguió a la muerte de Eve
es una reconstrucción compilada por mí a partir de información de segunda mano,
conversaciones espiadas y procedimientos legales que aprendí en la tele, en particular
en Ley y orden y sus derivados, como Unidad de víctimas especiales, Acción criminal
y el injustamente vapuleado Proceso con jurado. Otros detalles vinculados a los
métodos y la terminología policial proceden de uno de los mejores programas de la
historia de la televisión, Los casos de Rockford, protagonizado por James Garner,
quien también tuvo un papel destacado en Grand Prix, ese clásico del automovilismo
cinematográfico. Y, claro, del mejor programa policial de todos los tiempos,
Colombo, con el fabuloso, excepcionalmente inteligente Peter Falk en el papel que le
da nombre a la serie. (Peter Falk está sexto en mi lista de actores preferidos). Y, en
fin, mi conocimiento de lo que ocurre en un tribunal se basa únicamente en la obra
del mayor dramaturgo judicial de todos los tiempos, Sidney Lumet, cuyas películas,
entre ellas Veredicto final y Doce hombres sin piedad, me han influido mucho. Y
hago un inciso para decir que el hecho de que Lumet haya seleccionado a Al Pacino
para Tarde de perros linda con la genialidad.
Lo que busco es relatar nuestra historia de una manera que combine lo dramático
con lo verídico. Aunque los hechos no hayan ocurrido exactamente como los
presento, por favor entended que las emociones son verdaderas. Mi intención es
verdadera. Y, en dramaturgia, la intención lo es todo.
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El arte de conducir bajo la lluvia
De TodoEnzo sabe que no es como los demás perros. Él es un pensador de alma casi humana. A través de los pensamientos de Enzo, que en la víspera de su muerte hace balance de su vida y rememora todo lo que han pasado él y sus amos, se desarrolla una histori...