Capitulo 27| No más conejos :D

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-Pufff- suspiró María- se acabaron los conejos por una temporada-Comentó contenta tras haber devorado un plato de cereales y algo de leche que había recogido de su casa.
Se levantó con cuidado de la silla y limpió todo lo que había usado, subió a su habitación, miro su reloj de números verde brillante " 8:03" rezaba el desgastado reloj.
María abrió su armario y cogió la mochila más pequeña que sus grandes espaldas pudieran cargan.
Un trapo lila con líneas negras y amarillas fue el afortunado para acompañar a María en su primer día de entrenamiento.
Bajo a la cocina y cogió su querido cuchillo, antes de desayunar lo había de dejado encima de la encimera, no quería herirse ahora que planeaba vivir.
Metió una lata de conservas en la mochila,junto a su teléfono y sus auriculares, añadió también una botella de agua y una pieza de fruta.
Se dirigió a la entrada,dispuesta a empezar con su tortura auto determinada, pero, justo cuando sus finos dedos se posaron sobre el pomo un escalofrío recorrió su espalda, como alertando le de que no  debería dejar su morada,sin pensarlo demasiado María lanzó el cuchillo que se encontraba en su mano, dándose cuenta de que había alcanzado la pierna de una niña de ojos grises y cabello castaño, bastante ondulado a decir verdad, la chiquilla, ahora tirada en el suelo, apretaba su pierna herida mientras que dolorosos gemidos salían de su delicada boca.
María evitó sonreír ante aquella situación. Se acercó a la niña despacio y, una vez que estuvo a su lado, se agachó,y con su voz más pertubadora pronunció;
-¿Cómo has encontrado esta cabaña?-La niña guardó silencio.
Resignada María se levantó, no quería golpear a la niña,pero no hacía más que provocarla.
Volvió a girar sobre sus talones y se acercó otra vez hasta la niña.
-Pequeña-comenzó- no pretendo hacerte daño- dijo mientras acercaba su mano al cuchillo en su pierna y lo sacaba rápidamente para, apenas si unos segundos después acercar su mano a la herida-Pero si no me dices como has llegado hasta aquí, no tendré más remedio que hacerte daño-terminó mientras metía su dedo índice en la herida de la niña.
Los quejidos no tardaron en aparecer,acompañados de aquellas cristalinas lágrimas, tan puras.
-Ahora dime pequeña- comenzó,esta vez con una amigable sonrisa-¿Cómo has llegado hasta aquí?- preguntó, cambiando de esa amigable sonrisa a una expresión hierática.

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