-Tú me pides que te diga una razón por la que no pude enamorarme de ti- dijo la chica de cabellos azulados. - pero tengo seis de esas. En realidad quieres escucharlas?
El chico la observó en silencio con una mirada gélida, preguntándose a sí mismo...
-Entonces todo esto se trató de el?- pregunto Konan refiriéndose a Yahiko.
-No sabes cuanto agradezco haberlos encontrado, no tienes una idea de todo lo que le debo a mi mejor amigo.
-Aún no consigo entender que sucedió esa noche- dijo Konan mientras una lagrima escurría por su mejilla y ella la limpiaba disimuladamente.
-Fue muy inesperado.
-Ha pasado tanto tiempo- dijo Konan melancólica.
-Tantas cosas.
-No estoy segura de que estemos logrando el objetivo.
-Puedes tener la certeza de que lo conseguiremos tarde o temprano.
Paso un tiempo en el que ambos se mantuvieron en silencio.
-Sabes- dijo Konan pensativa.
-No Konan- respondió- últimamente no se nada en realidad.
-Hubo un tiempo en que... Deidara
-No quiero saberlo Konan- dijo cerrando los ojos, imaginando de que iba todo.
-Su sonrisa, siempre me recordó a la de Yahiko- termino ella recordando vagamente sus facciones.
Era extraño de muchas maneras, relacionar a un sádico asesino de 16 años con un viejo recuerdo valioso. Pero desde el primer día que se conocieron supo que ese chico tenia algo que le resultaba familiar y perturbador al mismo tiempo. Más allá de que el adolescente no fuera más que eso, era inquietante que la forma de esa sonrisa le provocara esa sensación de regresión en el tiempo.
Cuanto daría por volver ver aquella sonrisa...
Habían pasado ya varios años y la figura de esa silueta ladeada aún continuaba causando el mismo efecto secundario, recordándole la obscura verdad de la vida, recordándole su miseria.
En alguna ocasión el chico rubio mal interpreto las miradas que Konan le dedicaba a su angelical sonrisa, incluso el muy osado se atrevió a robar un beso a la peliazul, y a hacer alguna propuesta mal intencionada. De no ser por que el chico no tenía más que 17 y solo era un adolescente calenturiento, Konan le habría dado su merecido, por ser tan indecoroso. Aunque ciertamente la culpa era de ella por haber dedicado tanto tiempo a observar la forma de sus insospechadamente cálidas sonrisas esporádicas. Definitivamente esas miradas podrían haber sido mal interpretada por cualquiera.
-No tuve nada que ver con el si es lo que estas pensando- dijo Konan soltando un suspiro.
-Siempre mostró un gran interés por ti- explico Nagato.
-Suelo despertar ese efecto en cada uno de los miembros de esta organización, y supongo que tiene que ver el hecho de que soy el único miembro femenino, no es del todo mi culpa.
-Sobre todo en dos de ellos.
-Ambos son historia, y no pasan de eso.
-Puedes comenzar por ahí Konan- la invitó -por contarme como fue que paso lo de Itachi y porque nunca me di cuenta de nada hasta que el muy infeliz tuvo que restregármelo en la cara.
-Idiota.
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