Ni el rumor del agua, ni la más vana respiración, apenas el zumbido de su propio corazón era todo el sonido que llegaba a captar. El resto era silencio. Su vista se comenzó a acomodar al nivel de luz revelándole algunos de los detalles del lugar en el que se encontraba: unos muros de ladrillos viejos y mohosos la aprisionaban. El fuerte dolor que crecía en sus muñecas, seguido de una sensación de frío hizo que intentase moverse y darse que estaba maniatada. Bajo tierra sin duda, pues no debía haber pasado demasiado tiempo desde que la capturaron. Los vampiros del continente mantenían la costumbre de cavar intrincadas madrigueras que los protegieran de la luz solar.
Debía ser astuta y salir de donde quiera que estuviese. El sonido de una puerta abrirse la alertó. Sus ojos amenazantes, de un azul tan oscuro como un mar enfurecido, fueron lo primero en lo que se fijó:
- Aquí está, señor.
- Bien, déjeme a solas con ella- Una voz grave retumbó en la estancia.
- Pero señor- Lo interrumpió su subordinado- Es muy violenta.
- ¿Y?
- Nada, mi señor.
- Pues desaparece- Respondió con un tono helador.
Mantuvieron las miradas, a pesar de que aquello le causara unas severas náuseas.
- ¿Por qué quieres matar a uno de los míos? - La cazadora ni se inmutó cuando sintió el contacto de su piel.
Rodeó su cuello con las manos y pasados unos segundos Arlet habló:
- Me pagan por su muerte- La presión se aflojó permitiéndole coger aire.
- ¡¿Quién?!- Le gritó.
- O por su blasón, eso demostraría que está muerto- Contestó ella en el mismo tono.
Una risa ronca retumbó en la estancia:
- ¿Por qué querría dejar escapar semejante manjar?
- ¿No te asqueo? - La cazadora estaba sorprendida- ¿No preferirías verme lejos?
Él alzó su barbilla para que sus miradas se encontrasen directamente, esto la incomodaba, pues se sentía una prisionera a su merced.
- Preferiría verte en mi cama, no eres un animalillo común por aquí- Ella guardó silencio esperando el monólogo de su captor- No quedan muchos señores de la oscuridad por el continente, y desde el pacto nuestra comida se ha ido alejando cada vez más y más de nuestras guaridas; seguro que tu sangre es bien recibida por la comunidad.
- Soy cazadora no una esclava- Gruñó entre dientes.
- Tú- Susurró cerca de su rostro- Querida mía, serás lo que yo quiera.
- Por encima de mi cadáver- Escupió en sus pies, una cosa era ser rebelde y otra muy diferente faltarle al respeto a su captor.
- No me calientes, que a este aquelarre le gusta mucho adiestrar a las perras como tú- Sus dedos presionaron su garganta haciendo de cepo- Podrías estar sólo en mi habitación o ir pasando por todas las manos- Abrió los ojos divertido- O con todos a la vez, seguro que eso te gustaría.
El estómago se le encogió a no notar ni una pizca de mentira en sus palabras, él también era un cazador y la tenía entre sus paredes.
- No sería tan divertido como tú y yo a solas- Se bufó ella.
- Bueno eso lo decidirá el consejo, procura no suicidarte en lo que queda de noche.
Su mirada desafiante le sacó otra sonrisa- No soy tan débil- Pensó- Pero tampoco me voy a quedar para ser tu puta- Palabras que se quedaron atrancadas a la altura del nudo que se había formado en su esófago.
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Arlet: Historia de una cazarrecompensas
FantasyLa vida de Arlet se resume en malas miradas y el dinero de las recompensas que le permiten comer cada día. Todo cambiará cuando la guardia del consejo se interese por sus servicios. Intentando huir de los "militares" la cazarrecompensas se verá invo...