La Prueba de Icefjell

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Hace más de mil años, poco después de que los Primeros Hijos del Cielo poblaran nuestro amado continente, existió un pueblo en la región norte de Ad' Varia, conocido como Karda. Este pueblo se ubicaba al pie de la montaña más alta de todo el continente, Icefjell, llamada así por los locales debido a que el pico de la montaña se creía estaba completamente congelado gracias a su elevada cúspide.

Entre todos los habitantes del pueblo vivía un hombre un poco mayor cuyo intelecto superaba con creces a los de sus familiares, amigos y vecinos, su gran musculatura era sinónimo de su enorme resistencia y fuerza bruta, que en varias ocasiones usaba para ayudar a los pueblerinos en las obras locales, y además poseía el don de la palabra, tanto fue así que el hombre era como un líder de las masas que habitaban este lugar, Esta persona era completamente única y nada ni nadie podía decir lo contrario...

El hombre tenía un hijo, un muchacho un tanto apático y debilucho pero a su vez muy inteligente y de gran corazón, se sentía un poco inseguro respecto a la vida en aquella villa y tenía cierta curiosidad por saber que estaba más allá de los montículos helados que rodeaban su pueblo, vivía en sueños eternos y no se dignaba a intentar dar la talla como el hijo del "líder" Kardiano ya que pensaba que no era su destino y que creía que cualquier cosa era mejor que estar encerrado en un mísero poblado ubicado en lo más remoto del continente.

Los años pasaron y la villa creció exponencialmente, lo que antes era un pueblo con treinta pequeñas casas se convirtió en un pequeño reino con numerosos habitantes, todo gracias al padre del muchacho, tanto así que a los setenta y tres años fue coronado y nombrado como: "Señor Kardiano de la Tierra y el Hielo". Aproximadamente tres años más tarde, El Señor Kardiano cayó por una terrible enfermedad, su cuerpo mientras que aun emanaba calor estaba completamente tieso, casi como si fuese una estatua helada, en su lecho de muerte El hombre llamo a su hijo, y con un rostro pálido y el ceño levemente fruncido le susurro las siguientes palabras: "Muchacho, he vivido por casi ochenta años, mi padre fue uno de los muchos que sirvieron como cimiento para los comienzos de Karda, y su padre antes que él fue quien lidero a nuestros ancestros a estas tierras, y tú, a quien debo llamar mi hijo, no muestras interés en nuestra cultura ni en nuestro progreso, no crees que todo lo que hemos hecho ha sido útil y aun a tus veinte y seis años de edad vives en tus fantasías y en tu eterna curiosidad sin siquiera una seña de querer pisar el suelo y ver tu realidad, has perdido tu tiempo y desgraciadamente para este reino, tu, no eres un digno heredero, me has decepcionado". Dicho esto, El Hombre cerro sus ojos lentamente y la última chispa de vida escapo de su cuerpo y aquel quien era considerado Rey, había muerto.

El muchacho lleno de tristeza e ira paso días y noches meditando las últimas palabras de su padre, el hecho de que su misma sangre no lo consideraba digno solo porque su pensamiento era distinto le carcomía lentamente a tal punto que se sumergió en un vacío en donde aparentemente nadie lo podía sacar, no importaba cuanto alcohol consumiese ni cuan entretenido estuviese, esas palabras nunca dejaban de resonar en su cabeza, así pasaron los meses hasta que una noche el muchacho tuvo un sueño, un sueño terrible donde su aldea era invadida por salvajes seres de intimidante aspecto humanoide pero de piel tan obscura como el ébano, de ojos completamente blanquecinos y tan altos como una casa de dos pisos, en su sueño estos seres devoraban la energía vital de las personas, drenándolos por completo convirtiéndolos en polvo, pero esta imagen no era solo penumbra... en ella habían caballeros con armaduras azul celeste adornadas con pedazos de hielo, estos caballeros parecían completamente resilientes ante el asedio de las viles criaturas y entre todos ellos destacaba un hombre con una armadura más gruesa de colores azul y blanco con ornamentos únicos en su especie, gemas de color azulado parecidas a un zafiro pero tan brillantes como luz del sol, una larga capa del mismo color que a su paso dejaba caer pequeños copos de nieve y un casco que cubría gran parte de su rostro, adornado con siete puntas alzadas verticalmente y en cada una de ellas una de estas gemas salvo por la de la frente la cual era completamente blanca, este hombre que lideraba las fuerzas que protegían Karda acompañado de lo que parecían ser sus generales bajaban lentamente la montaña, marcando un tempo para el final de la invasión de los obscuros seres. Al despertar el muchacho sabía lo que debía hacer, el resentimiento que sentía por su padre se había desvanecido y sabía que debía hacer lo imposible para encontrar a ese caballero y salvar a su reino, así que no demoro en equiparse para un largo viaje y siguiendo su sueño y su corazón dijo: "Esta es mi prueba, esta es la prueba que Icefjell me ha preparado".

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⏰ Última actualización: May 15, 2017 ⏰

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