Memorias de un recuerdo

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—¿O sea que te sientes mal?— me pregunta mirándome, se sienta a mi lado dejando que sus pies cuelguen en el vacío, como los míos.

El clima es frío en la azotea, algunos autos pasan bajo nuestros pies. El ruido de una utopista lejana llega a mis oídos, apenas un murmullo de la gran ciudad.

—Sí— le digo y observo la nada.

No es un intento suicida estar allí, y si lo fuera, no me pasaría nada.

—Tú siempre te sientes mal, es algo que deja de sorprender después de un tiempo. Es más, creo que si me dijeras que te sientes bien me asustaría.

—Sólo quiero estar sola— trato de evitarlo, ni siquiera aquí puedo sentarme a analizar las cosas sin que aparezca alguien y me moleste.

—Estás en un lugar donde no puedes estar sola, pequeña idiota— lo dice con cariño, pero eso no quita un poco el dolor de sus palabras—. Bueno, dime, ¿por qué te sientes mal ahora?

—No quiero hablar de eso.

Él suspira, es obvio que ya sabe que es lo que me hace sentir mal, no sé por qué quiere que se lo diga.

— ¿Y de qué quieres hablar entonces?

—No sé— mis palabras podrían cortar concreto.

Un silencio corto se interpone en nuestra plática.

El cielo está lleno de estrellas parpadeantes sin importar la luz de las lámparas cerca del edificio. El chico mueve sus pies, es un poco alto y es raro que sus piernas de balanceen de esa manera, las veo con atención, parece que lo disfruta.

—Bueno, entonces solo no diré nada— dice rompiendo el agradable silencio.

Quizá no dirá nada más, o quizá se aburrirá y hablará de cualquier babosada que le llegue a la... ¿mente?

—Bueno— suspiro—, ya que estás aquí hazme reír.

—Pues piensa en mi vida.

—Eso no da risa— principalmente porque técnicamente él no tiene vida, ya no.

—Mi vida es el chiste, ahora ríete de ella.

Sonreí.

—Eso es ser malo contigo mismo.

—Pero te reíste que es lo que importa.

Él sonríe, su sonrisa es linda. Su cabello es rubio cenizo, largo y desalineado y cae sobre sus ojos. Aún así no es el chico más guapo del mundo, su nariz es demasiado grande y sus dientes son demasiado amarillos, su rostro es un tanto alargado y tiene ojeras grandes bajo sus ojos redondos y grandes que siempre pasan entre cerrados. Sus hombros son poco anchos, un tanto femeninos, su cuerpo es delgado, y la chaqueta negra que usa le queda demasiado grande.

— ¿Si me hablas de tu vida?

El chico me mira, sus ojos se abrieron.

—Eh... No— responde y se pone recto, incomodo.

—Vamos, cuéntame, sé muy poco de ti y tú sabes todo sobre mí.

—No tengo motivos— dice mientras mira mis pies con calcetines de colores—, ni estoy obligado.

—Te he conocido desde hace mucho tiempo, y no sé nada de tu pasado.

Piensa un momento y aprieta sus labios delgados. Se para al borde de la azotea sin tambalearse, tiene un buen equilibrio, pone sus puños en sus caderas y dirige su mirada hacia mí con determinación.

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⏰ Última actualización: May 14, 2017 ⏰

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