Seis

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Amaba a mis amigas con toda mi alma, pero ya habían pasado el límite de ridiculez

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Amaba a mis amigas con toda mi alma, pero ya habían pasado el límite de ridiculez. Me habían presionado para que me acercara y le hablara, sabiendo que soy la persona más tímida del mundo.

Me obligaron a sentarme al frente de donde se sienta él, junto a la post it y el sequito de amiguitas que lo rodeaban. Me daba migraña de tan solo escuchar sus voces de niñatas. Pero según ellas, yo debía estar ahí.

Y pasó. Yo estaba reproduciendo mi canción favorita en mi celular cuando sentí su mirada en mí. ¿Qué cómo sabía que era él? Porque mi cuerpo empezó a estremecerse y mis terminaciones nerviosas me pusieron alerta. De repente, se levanto y yo comencé a hiperventilar internamente. Estaba a punto de volverme líquido al oír su voz diciendo un simple y tonto: ¡hola!

Me sentía avergonzada de mi misma. No quería que nadie me tocara. Sabía que en cualquier momento saldría huyendo de ese lugar y así mismo fue. Salí corriendo de ahí cual competidor olímpico.

Cuando miré hacia atrás y me di cuenta que estaba lo suficientemente lejos de ellos, me permití exhalar y llenar mis pulmones de aire. No me había dado cuenta que estaba reteniendo mi respiración. Los latidos frenéticos de mi corazón cesaron y unas ganas increíbles de llorar se abrieron paso en mi ser.

Camine presurosa al baño de chicas, dispuesta a enjuagarme el rostro. Cuando me miré al espejo, no reconocí a la chica que el mismo reflejaba. "cobarde" Eso es lo que eres. Patética por enamorarte de un chico al cual posiblemente nunca le gustaras ni te volteará a mirar.

Me estaba auto lastimando a mi misma mentalmente y solo deje que toda la rabia saliera de mi. Jamás había llorado por el rechazo de alguien. ¡El no me había rechazado! Solo que así se sentía cuando me miró y volteo su mirada hacia otro lado.

¿Qué te está pasando Samantha? ¡Porque lloras por alguien que no te va a querer nunca! ¡Reacciona, despierta!

Alcé mi rostro y me permití respirar tranquilamente. Lavé mi cara con agua fría y una mirada sombría inundo mis ojos. Estaba dolida y no sabía por qué. Me sentía mal porque el nada más había mirado hacia otro lado en vez de mirarme a mí. Cuan ridícula me hacia eso.

Salí del baño con mi frente en alto, si me mirabas de cerca podrías notar que había estado llorando. No quería que mis amigas se preocuparan por mí así que me fui a mi casa. A llorar de nuevo. 

El chico de la parada del autobús ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora