Y ahí estaba de nuevo, llorando desconsoladamente en uno de los sillones de la sala. Una historia que se repetía muchas veces y ya parecía mi vida cotidiana aún me hacía llorar cual Magdalena.
Esta vez, una rubia despampanante había sido la elegida para profanar no solo mi hogar, sino mi cama. ¿En qué maldito momento acepté vivir con el idiota de Jungkook? Ah, cierto, era un tonto enamorado con la esperanza de volverme algo más de él. Y tampoco me había podido negar cuando llegó, en medio de la noche, lleno de moretones, pidiéndome asilo.
¡Pero que ahora se vaya a buscar otro maldito lugar! Mi corazón ya no está para soportar sus calenturas de media noche.
Abracé mis piernas antes de continuar llorando, ignorando por completo los insistentes golpes en la puerta y lo gritos de Jeon detrás de esta pidiendo disculpas.
Tomé mi teléfono y marque el único número en mi agenda.
"¿Diga?" oí del otro lado de la línea esa voz adormilada que conocía perfectamente. No pude hacer nada más que sollozar mientras intentaba hablar. "Voy para allá".
Un par de minutos después, la lastimosa voz de Jungkook cesó y la puerta se abrió, dejando ver a esa persona que tanta paz me daba. Rápidamente, sus brazos me rodearon, dándome la paz que necesitaba.
Jung Hoseok era este chico de preciosa sonrisa. Era uno de mis vecinos, vivía en el piso de arriba. Nos habíamos vuelto amigos después de toparnos varias veces en las escaleras y, afortunadamente, en la academia de baile que quedaba a unas cuadras. Sabía de mi enamoramiento por Jungkook y sabía, sobretodo, lo mujeriego que este era. Él no me juzgaba, no me decía lo que ya sabía, solo me abrazaba hasta que me calmara, para después sonreírme con esa curva tan suya y hacerme pequeñas bromas o bailar de forma ridícula para hacerme reír.
Y se lo agradecía infinitamente.
Si no fuera por él, seguramente ya no estaría en este mundo.
"Jiminnie" tomó mi rostro, limpiando mis lágrimas con sus pulgares. Su mirada se podía ver preocupada, pero su sonrisa algo fingida me calmaba.
Juntó nuestras narices, sacándome un gesto sorprendido. Nunca había hecho eso.
Rió suavemente al verme un tanto apanicado por su acción y apretó mis mejillas como si fuera una niño pequeño, haciéndome dejar salir un quejido.
"¿Por qué eres tan lindo, Jiminnie?"
Me sonrojé violentamente mientras movía mi mirada hacia un lado. Hoy, Hobi estaba extraño y eso me ponía nervioso.
Le solté un suave golpe el pecho y su hermosa risa inundó mis oídos. ¿Cómo podía ese sonido hacerme relajar en dos segundos? Le miré haciendo un puchero, del cual se burló un poco imitándome.
"Tonto..." murmuré ocultando mi rostro en mis rodillas.
Al levantar la mirada, lo vi muy cerca de mi rostro. No pude moverme, solo sonrojarme de nuevo.
Y sucedió: nuestros labios se juntaron en un roce inocente. Sus labios se movían sobre los míos como si intentará no romperme. No supe bien quien inició el beso, pero estaba feliz de haberlo correspondido al instante.
"Jiminnie, déjame hacerte feliz" dijo antes de besarme de nuevo.
¡Que le den al maldito de Jeon! Ahora tenía algo mucho mejor.
