Uno

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Esta es una confesión, una carta de amor y una nota de suicidio.

No tengo familia, no hay gente a la que considere amigos, tal vez si muero solo le interese a mis colegas de trabajo; un interés blando, interés de saciar la curiosidad del "¿qué fue de ese sujeto?" solamente.

Quiero ofrecer disculpas, porque para saber la verdad completa se deben atravesar varias páginas de cosas que ahora reconozco, con mucha culpa, como atrocidades que cometí. Jamás asesiné a nadie, no ejercí violencia en nadie, ni en persona, ni en animal. Lo que hice no lo logré a través de amenazas ni chantaje. Pero cuando se me presentó la oportunidad de pecar, como el más maldito de los cristianos, acepté.

No tuve aventuras con mujeres casadas, no busqué prostitutas siendo casado, no tuve amoríos con colegas del trabajo.

Lo conocí hace siete años, mi pecado, estaba en segundo año de secundaria, era mi alumno por primera vez. Tenía unos ojos marrones brillantes que te obligaban a prestarle atención y una ortografía horrenda. Decepcionante en verdad, para un profesor de letras que sus alumnos entreguen trabajos no solo tarde, si no que además con ortografía y gramática tan fea que parecieran estar forjadas con el solo propósito de molestar al lector.

Amaba la lectura, y despreciaba en silencio a los que aborrecían la escritura. Había elegido mi carrera con la idea de enseñar a amar las letras más allá de enseñar a comprenderlas, pero me había encontrado tantas veces con la imposibilidad de hacerlo. Eso no me detenía de intentarlo todos los años.

No podía culpar a un grupo de adolescentes de no querer leer y escribir o de preferir salir, usar sus computadoras y videojuegos en vez de dedicar tiempo a la literatura y al arte ¿qué clase de niño haría eso?

Pero mi punto era que esos niños no conocían algo más, que vivían dentro de su cómoda burbuja de ignorancia hacia la belleza de las letras (como todos en algún punto), igual que yo a su edad.

En mi adolescencia tardía me dediqué a escaparme de clases y fumar en los baños de la escuela católica a la que mi madre me mandaba.

En verdad creo que la raíz de todo se encuentra en mi último año de secundaria. (n\a: año 91')

Recuerdo estar en la terraza de la escuela, con un cigarrillo 'prestado' por uno de mis compañeros en mi mano. Estábamos en la hora de historia y yo había pedido ir al baño. Al salir del salón había girado a la derecha en vez de hacía la dirección de los baños y había escapado hasta la trampa que daba al techo. Recuerdo el susto descalibrado que sentí cuando escuche la misma trampa abrirse cuando yo ya había estado arriba unos minutos, lo primero que pensé fue en un profesor, o peor, un directivo, y tiré el cigarro por el borde de la baranda blanca, si las cosas salían mal siempre me podía arrojar yo también. Recuerdo haberme enojado cuando vi que solo era un alumno más. Había desperdiciado medio cigarro en una falsa alarma, pensé en patearle la cara mientras subía, por desgraciado solamente. Me abstuve, pero le pregunté indiscretamente qué mierda hacía ahí arriba. Recuerdo que se rió y me dijo si me podía preguntar lo mismo.

En retrospectiva siempre quise darme una patada en medio de la cara a mí mismo, porque mucho más tarde, y demasiado tarde para hacer algo, entendí que lo que pensé después de eso era una mezcla de admiración y hormonas juveniles, en otras palabras, entendí tarde que ese mismo chico me gustó desde ese mismo momento y que las ganas de empujarlo desde la trampa y que se quebrara algo eran un típico caso de 'los que se pelean se aman'.

Ese chico se llamaba Luciano, andaba con la corbata del uniforme mal atada y la camisa medio afuera del pantalón, de nuevo, en retrospectiva me patearía la cara si pudiera, porque es obvio que eso no lo hacía verse 'como un boludo' (en ese caso eso me volvía un boludo a mí también, si yo mismo me arremangaba la camisa y me negaba a usarla adentro del pantalón), yo simplemente estaba en negación respecto a creer que se veía guapo con esas fachas.

Si debajo de toda mi negación ya no me sentía atraído a él, cuando me ofreció reponerme el cigarrillo en el momento creo que me enamoré. Eso es una exageración, pero en cierta forma era cierto que se había ganado todas mis simpatías, y decirlo de esa manera refleja más la forma adolecente de pensar: dramática y exagerada.

Era nuestro último año, nos hicimos amigos, nos juntábamos en la terraza casi una vez por semana, nos invitamos a nuestras casas un par de veces. Estábamos a punto de terminar la escuela, un día estando en su habitación mientras escuchábamos música Luciano se sienta en su cama al lado mío, me mira y yo lo miro, se acerca a mi cara y yo no hago nada, me besa en los labios y yo no hago nada. Se me tira encima y yo no hago nada, más bien, lo dejo hacer.

No volví a subir a la terraza, no volví a juntarme con él. Él tampoco me buscó. Nos graduamos de secundaria, yo me mudé el mismo año y no volví a escuchar de Luciano Arima.

Pensé mucho tiempo que seguramente yo no le importaba tanto o que en realidad le ofendió que yo no lo volviera a buscar a la terraza (ego adolescente). Pero en retrospectiva creo que la opción más probable sea que, una vez que yo no lo busqué más, se hubiera pasado el tiempo esquivándome, con miedo de que yo lo odiara. En ese momento lo que hicimos era tabú. En ese momento ninguno de los dos sabia lo que era eso, ni cómo se llamaba, ni cómo se hacia.

Yo lo descubrí con el tiempo y los años, imagino que Luciano también, que creció, que aprendió que fue lo que hizo.

Pasé tiempo imaginándome a un Luciano de mi edad (fuera cual fuese en el momento) aprendiendo qué era eso que hicimos, arrepintiéndose de haberlo hecho, arrepintiéndose de no haberlo hecho más conmigo, encontrando a alguien más que yo y haciendo eso y mas con ese otro.

Pero sin importar qué edad tuviera yo, siempre volvía a esa imagen de Luciano a los dieciséis, de aquella primera vez que nos vimos, era la imagen que me conmovía, esa imagen era la que más me gustaba. Pensaba que si estaba bien que fuera un hombre el objeto de mis deseos, según me decían ¿no estaba bien también que fuera un adolescente?

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⏰ Última actualización: May 15, 2017 ⏰

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ManuelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora