Única parte.

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En uno de los tantos restaurantes con hermosas vistas a la ciudad que ofrecía Italia, se encontraban dos muchachos reunidos de 16 y 17 años respectivamente, lo que ambos tenían en común es que eran miembros la banda dominante de Nápoles de nombre Passione. Por diversas razones; algunas trágicas, habían terminado en esos malos rumbos de la mafia.

Una casual sesión de estudio, ese era el motivo para que estuvieran reunidos en aquel lugar lleno de gente algo completamente normal a esas horas del día donde ls estrellas comienzan a ser lucidas en el cielo.
Debían aprovechar que Bruno, él lider de la banda les había dejado la tarde libre por haber ambos terminado su trabajo antes de lo esperado, que mejor que utilizarla en algo productivo y tratar de enseñar a Narancia, pensó credulo el menor del ese par.

—¡Es la décima vez que te explico esto! —Recriminaba Fugo al pobre de Narancia que por más que intentaba enseñarle a multiplicar simplemente era inútil, parecía que todo lo que el rubio le decía al azabache no lograba taladrar en su pequeño cerebro, sus palabras eran llevadas por el viento haciendo imposible que Narancia las comprendiera y recordara. A Fugo no le sorprendería que a Narancia ya se le haya olvidado la tabla del uno, era algo muy esperado de su parte.

—¡Demonios, esto es tan difícil! —Exclamó Narancia con cierto enojo, botando el cuaderno a un lado y llevándose una gran porción de espagueti a su boca, hasta ahora llevaba tres platos de espagueti, Fugo no podía creer que en ese pequeño cuerpo entrara tal cantidad exagerada de pasta y ravioles.

—Solo quiero comer —mencionó a regaña dientes.

—¡Una hora! Llevamos una hora aquí en lo mismo! —Más de una hora eso era seguro.

—Deja de comer y terminemos de una vez. —Fugo iba a patearlo mucho si seguía con esa actitud, su mano derecha fue a parar hasta su cien, masajeandose a si mismo esa parte del rostro.

—En primer lugar fue tu idea, tú me trajiste aquí, yo quería irme por ahí.—Fugo se cuestionaba mucho a si mismo del por qué continuaba haciendo esto, prácticamente era como enseñarle a multiplicar a una roca y la roca lo haría mejor que Narancia eso sin dudarlo, parecía no poner empeño por aprender, algo extraño pues Narancia por lo general era él que tenía la iniciativa y entusiasmo de querer intentar aprender. ¿Se habría rendido ya?

¡Pero claro! Algo estaba haciendo mal y era no motivar a Narancia, pero la cuestión era... ¿Con que motivarlo? no tuvo que pensarlo mucho, unos cuantos segundos fueron suficientes para obtener una respuesta, después de todo Narancia era sencillo de persuadir.

—Si resuelves esta sencilla multiplicación de 12x4 te daré una sorpresa pero si fallas te romperé el plato de espagueti en la cabeza ¿entendido?

—¿Una sorpresa? ¿Qué es? —preguntó intrigado.

—¿Qué entiendes tú por SORPRESA? Mejor deja de hablar y ponte a trabajar.

—¡Entiendo, entiendo! —y enseguida Ghirga comenzó a intentar resolver tan sencillo pero difícil problema, lo hacía por la sorpresa y porque no quería terminar con un plato siendo estrellado a su cabeza, ambas razones eran un gran estimula para dejar la indiferencia. Pero lo que más anhelaba era la sorpresa que le tenía, nadie le regalaba nada a excepción de sus cumpleaños de ahí que las sorpesas las apreciara tanto.

Fugo recargado sobre su brazo derecho, miraba atentamente a Narancia mientras tomaba algo de su bebida. Hasta el más minimo movimiento, sobre todo sus expresiones, no podía perderselas, esta vez estaba seguro de que después de muchas explicaciones, intentos y errores, Narancia respondería correctamente por lo cual una muy leve sonrisa adornaba su rostro.

—¡Ya terminé! —exclamó en voz alta o mejor dicho gritó, tanto que las miradas de los otros clientes se posaron en ellos, claro que a este par eso le importó en lo más mínimo como para siquiera haberse dado cuenta de esto.
Narancia con un rostro en el cual reflejaba satisfacción entregó su cuadernillo a Fugo.

Pero entonces apenas unos segundos transcurridos luego que él rubio recibiera el cuadernillo, un plato fue a parar hasta su cabeza rompiéndose en el acto, y la pequeña sonrisa que sostenía en su rostro su convirtió en muecas de dolor y disgusto.

—¡¿Cómo demonios van a ser dieciséis?! ¿Me estas jodiendo maldito punk? ¡¿Cuantas veces tengo que repetirtelo hasta que se te quede la mas mínima cosa en tu diminuto cerebro eh?! —gritó enfurecido trás perder la gran paciencia que guardaba, así nuevamente llamando aun más la atención. El rubio intentaba tranquilizarse mientras que Narancia le reclamaba y se sobaba en donde había impactado el plato, agradecía que por lo menos estuviera vacío. De no ser porque ambos eran unos gangsters conocidos del lugar, ya los habrían hechado a patadas por los disturbios ocasionados aunque claro que al gerente del lugar ganas no le faltaban.

—Bien... Solo una vez más, recuerda todo lo que te he dicho y las tablas de multiplicar no las olvides, esto es tan fácil como una simple suma.

Fugo se frotaba la cien nuevamente, esperaba que esta en verdad fuera la definitiva.

Narancia puso manos a la obra, esta vez se estaba tomándose su tiempo. Fugo seguía mirándolo atentamente, se preguntaba si era muy duro con él, bueno es que siempre encontraba la forma de sacarlo de sus casillos y terminar con su gran paciencia.
 

"Esos tipos me confundieron con una chica, entonces tuve que callarlos con mi navaja" Recordaba esas palabras que eran en extremo graciosas, era absurdo recordar eso en esos momentos.
Viéndoló más a detalle Narancia si que lucía como una bonita chica, y esos labios rosados, esa piel lisa, probablemente suave igual que esa corta cabellera azabache... ¿En qué demonios estaba pensando? Esos pensamientos estaban fuera de lugar, era absurdo.
Debía relajarse un poco y pensar que le daría a Narancia si lograba contestar correctamente justo como se lo había prometido.

Luego de haber transcurrido varios minutos de haber empezado a resover su problema terminó nuevamente, el lápiz fue a dar a alguna parte. Con una cara de satisfacción entrego por segunda vez su cuadernillo a fugo y este por su parte enseguida comenzó a revisar.

Narancia veía atentamente a su acompañante, esperando lo peor.
Fugo sin decir una sola palabra se levantó de su asiento para acercarse más hacía donde el pequeño Narancia se encontraba sentado, este por su parte se esperaba otro plato o un tenedor incluso una patada, sin embargo esto nunca llego a ocurrir si no que todo lo contrario. Sintió los suaves labios de Fugo reposar sobre la parte donde antes le había golpeado con el plato, su frente, ahí es donde el impacto del plato mayormente había causado mayor dolor.

Algunas miradas ajenas se posaron en ellos una vez más, unas de desagrado y otras mostraban total desinterés.

El rubio no fue capaz de mirar al de mayor edad a los ojos, se preguntaba si le habría gustado o si era mejor llenar su barriga con más pasta. En él fondo el entendía la cierta atracción que había entro ambos, ambos lo entendían.

Tanto Narancia como Fugo tenían los rostros teñidos de un notable color carmín de cierta manera era una adorable escena que no tenía desperdicio. Ambos parecían disfrutar del momento, del contacto que le ofrecía el uno al otro, era sumamente agradable. El mayor no sabía que decir, en realidad ninguno de los dos, pero ambos entendían a la perfección que había sido agradable, tanto para anciar repetirlo nuevamente.

—Si quieres algo... mejor tendrás que hacerlo más rápido... pero tampoco te acostumbres.

Narancia apenas pudo sonreir y asentir, estaba confundido pero eso no significaba que le habría desagradado, todo lo contrario.

Desde entonces Fugo y Narancia cada vez que podían iban a algún lugar más tranquilo, Fugo a continuar enseñandole álgebra al pelinegro, y este últimamente se esforzaba en aprender y resolver cada problema que Fugo le planteaba, si bien aún tenía errores, no eran tan fatales como los de antes —no siempre— pues cada vez que hacía algo correcto una gran recompensa otorgada por el rubio le esperaba, recompensa que con el tiempo se fue intensificando. Tanto Fugo como Narancia disfrutaban esas tardes, este último siempre esperaba ancioso el premio que Fugo le tenía listo.

En otra de estas tardes en donde ambos podían estar más cerca el uno del otro, Narancia recargado sobre el pecho de Fugo, escuchaba el latir de su corazón, estaba más concentrado en eso que en lo que Fugo le decía, tanto que no tenía ni la más remota idea de lo que hablaba, las pocas palabras que entendía le parecían inconexas. Seguramente algún utensilio —probablemente un tenedor— terminaría siendo clavado en él y entonces tendría que sacar su navaja o terminarían con unos apasionados besos.

Linda Recompensa - [Fugonara] - One-ShotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora