9. Prisionero liberado

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Keyla se había llevado a Liux al mundo demoníaco para poder usarlo como cebo y a la vez para alimentarse, ya le había mordido unas cuantas veces por el pecho, cerca de su corazón otras partes como el cuello. Lo dejó maniatado y sin escapatoria, Liux respiraba de manera agitada, su cuerpo había perdido resistencia, el muchacho no podía mantenerse de pie por si mismo. Las muñecas estaban encadenadas, sujetas con grandes grilletes y a la vez pesadas. Mantuvo las rodillas dobladas al suelo, pronto vendrían los otros para torturarle más e incluso peor o eso era lo que el creía . Su visión cada vez empeoraba, veía todo borroso, había perdido sangre e incluso el equilibrio, ladeó la cabeza buscando algo considerado libertad pero toda la esperanza que tenía había desaparecido.

Una espesa niebla apareció bajo sus pies, alzó la vista y una puerta apareció, Keyla estaba delante suyo. Su aspecto era el de siempre; es decir,  con su melena rubia y su ropa escotada,  la diferencia era muy simple, tenía los ojos amarillentos y los brazos de un reptil.

-Monstruo -Liux alzó la vista y escupió hacia la cara de la Keyla quien había fruncido el ceño.

-¿Cómo te atreves maldito mocoso? -Apretó los puños con fuerza, intentando controlarse para no golpear a su rehén.

-Me atrevo porque me sacas de quicio -jadeaba por cada palabra a causa de la falta de fuerza.

-Tienes cojones para hablarme así -Keyla no se lo podía creer, normalmente un humano se habría quedado aterrado tras haber visto su verdadero aspecto y además de estar encerrado en un lugar desconocido. -¿Acaso no me temes?

-¿Temerte? -Arqueó la ceja.- No te tengo temor ya que te conozco desde que éramos niños. Eras la que siempre daba pena, recuerdo cuando... -Había parado, un golpe seco llegó a darle en toda la mejilla, fue tan fuerte que comenzó a sangrar.

-Tienes suerte de que no haya sido con el puño. -le agarró el cuello de la camisa y lo miraba como mucha furia.

-Ooh que suerte la mía -comentó de manera sarcástica, escupió un poco de sangre, se estaba quedando inconsciente.

-Estúpido -Keyla aproximó su boca hacia el cuello de Liux, dio un mordisco, la supuesta sangre comenzó a brotar y a la vez a entrar en la garganta de la rubia. El muchacho intentaba zafarse de la ajena, le dolía, no por el mero hecho de que le absorba la sangre sino por que su mordisco quemaba. El agónico grito de Liux comenzó a elevarse, el demonio dejó de tomar aquel fluido porque el muchacho ya había dejado de retorcerse, simplemente se había desmayado.-Tu sangre es demasiado sabrosa y pura... -Se dio la media vuelta mientras que se limpiaba el resto de sangre que había en sus labios, salió por la puerta y desapareció sin dejar rastro.

Ya fuera de la habitación del rehén anduvo un rato, estaba en un lugar hecho en ruinas,  estaba en una ciudad hecha pedazos, ella se situaba en la zona más aislada de las demás, y esta casa por lo menos tenía tejado,  el caso es que no tenía una pared. Dentro solo había un televisor antiguo además de unos muebles rotos alrededor de ella. En la pantalla había una estrella de cinco puntas dibujada con sangre de Liux y Keyla. El demonio arañó una de las paredes dejando un rastro de sangre y también la marca de sus garras, marcando así,  su propiedad. Anduvo tranquilamente,  alejándose del remoto lugar, no había nada más peculiar en ese lugar,  todo estaba destrozado y sin alma. Se situó en un edificio bastante grande,  parecía ser una mansión pero totalmente completa. Tenía unas voluminosas columnas jónicas, la entrada bastante grande donde se presenciaba unas puertas con una decoración de bronce, en el se mostraban personajes hieráticas pero a la vez realistas, algunas de las figuras destacaban principalmente por su anatomía y posturas totalmente exageradas. Todo esto, estaba dividido en tablas y cada una de ellas representaba una etapa histórica de la familia Gënter. Keyla posó su mano en ella y esta se abrió,  dio un paso hacia delante y de pronto el lugar se iluminó por una lámpara de araña que colgaba del techo. Había unas escaleras cubiertas por una alfombra roja, Keyla resopló con desganas y subió con tranquilidad al llegar al piso de arriba, se encontró en frente, otra puerta más. La abrió y entró,  en esa nueva sala había muchos demonios reunidos alrededor de una gran mesa rectangular bien larga, Keyla se acercó al más viejo de ellos.

La libertad de las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora