Lo siento

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-¡Dios! -Grité yo, refiriéndome al monstruo que aporreaba violentamente la venta, cuya cortina no estaba echada.

Lo siguiente sucedió muy rápido, ninguno de nosotros llevaba armas. El caminante logró romper la ventana ruidosamente, atrayendo así a demás zombies.

Entraron varios en un abrir y cerrar de ojos, y, no me preguntes el por qué, pero todos vinieron a por mí. Carl se interpuso entre yo y los caminantes, y, cuando estaba a punto de morderle, este se encontraba en el suelo, partido en dos.

¿La causante? Michonne. Espera... ¡Oh, Michonne! Que lerda soy...

-Ah... -Suspiré, abrazando inconscientemente a Carl. Me olvidé por completo de que yo estaba MUY enfadada con él, pero la preocupación y el gran susto de hace unos instantes, pudo conmigo y con mi orgullo.

Él, cosa que no me esperaba, me correspondió al abrazo, y lo hizo fuertemente.

Sentí como me estrujaba entre su torso y sus brazos.

-¡Ay! -Exclamé debilmente, sintiendo como poco a poco me ahogaba.

-Perdón -Se disculpó, separándose mientras se agachaba un poco para quedar a mi altura.

-Tampoco hace falta que te agaches, no soy tan pequeña. -Respondí, algo molesta. No soporto que se metan con mi estatura, y menos Carl, que tampoco es mucho mas alto que yo.

-Es cierto. Eres mas bien como un Hobbit. -Se burló, riéndose.

-¡Eh! -Le golpeé suavemente el brazo, sonriendo.

-Bueno, creo que aquí yo no pinto nada, ¿verdad? -Nos dijo Michonne, solamente a nosotros, ya que mi padre y Rick ya habían conversado un poco con ella mientras nosotros "discutíamos".

Después de hablar y todas esas cosas, a mí me entró sueño, y me rascaba mis irritados ojos.

-Venga, peque, a la cama.

-¡Papá! -Le regañé. No me gusta que me diga peque.

-Es que si no fuera por Judith, eras la mas "peque". -Comentó Carl. Creo que me gusta mas ese apodo. Siempre y cuando sea él quien lo diga.

-Dejad de meteos conmigo, que ya me voy a la cama.

-No, si Carl también se va. -Respondió Rick, dejando a Carl mudo, y a mi riéndome. Mucho.

-¡Ja, ahora quién es el enano! -Me burlé.

-Ya basta. -Exigió Carl, enfadado. No tuve mucho tiempo para darme cuenta de que lo fingía, ya que me cogió en brazos, y me llevó hacia las escaleras. -La tortura, ¿cómo la queréis? ¿Cosquillas o... qué? -Les preguntó, sonriéndo a los adultos, los cuales nos miraban divertidos desde el sofá.

-¡No! ¡Cosquillas no, porfa! -Pedí. Son mi debilidad, y además, siempre se termina llevando alguien alguna que otra patada.

The Walking Dead: Los zombies no nos lo impiden...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora