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Capítulo uno.

Emma

—¡Te he dicho que no toques mis cosas! — grité.

—¡Yo que sabía que tenías guardado ahí! — le dijo el menor.

—Sal de mi habitación, Ashton.

—¡Eres mala! — al escuchar eso me sentí un poco mal por él.

Salió de mi habitación cabizbajo y luego de vestirme, salí yo.

—Emma. — cerré mis ojos con fuerza al escuchar mi nombre.

—Mamá. — dije volteando.

—¿A dónde vas? — se cruzó de brazos, eso no era buena señal.

—Me juntaré con Sam. — mentí.

—¿A dónde irán? — que insistente es.

—Sólo iré a su casa, y luego tal vez tomemos un helado. Lo de siempre. — dije apoyando mi brazo en la mesada.

—Bueno, pero quiero que vuelvas temprano, ¿Sí?

Rodé mis ojos disimuladamente. —Claro, mamá. — y salí rápido de esa casa.

Estaba claro que no me iba a juntar con ninguna amiga.

Acabé de llegar, había quedado en juntarme en este mismo callejón con él, no sé por qué se tarda tanto.

El frío me estaba agobiando, mis labios titubeaban, intentaba abrazarme yo misma buscando algo con qué dejar de tener frío.

—Aquí estoy. — me tomó por sorpresa detrás de mí volteandome.

—¿Por qué te tardaste tanto? — mi cuerpo temblaba, pero a él no le parecía importarle.

—Perdón, había tráfico. — Presentía que me estaba mintiendo, otra vez.

—Hace mucho frío. — temblé.

—Verdad que sí. — le restó importancia.

¿Ustedes creyeron que pasaría el típico cliché de que me daría su chaqueta?

Porque yo sí.

—Ven aquí. — me tomó por los hombros y me besó bruscamente.

Eso no me gustaba.

Algo al menos considerado de su parte no me vendría mal.

—Bésame. — me ordenó.

No sé por qué me convencí de venir hasta aquí sólo para verlo.

Mis labios estaban quietos, no hacían movimiento, no sentía necesidad de besarlo.

A veces se pasaba de brusco, era capaz de obligarme a hacer cosas que no quería.

Puse mis manos sobre sus pectorales cubiertos para apartarlo, pero mis intentos eran en vano.

—Ya. — dije intentando separarme. —Oye, es en serio, Scott.

—Cierra la boca. — me tomó bruscamente por las muñecas intentando acorralarme. —Yo te amo, ¿Lo sabes? Pero a veces te comportas como una zorra que no quiere hacer lo que su novio le pide.

—¿Me amas? Que gran forma de demostrarlo. — mierda, mierda, mierda.

—Repite lo que has dicho. — dijo entre dientes.

—N-Nada. — intenté escabullirme de ahí.

Su agarre ahora era más fuerte, mis muñecas dolían.

Sr. Mendes [Pausado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora