Relatos

Acto N° 1

Actor triste, que a causa de los labios de una fiel y cruel compañera su alma ha sido engañada, abandonada, resquebrajada...
Triste, ocultando el vacío que dejaron y al saber, y ser consciente de que existe, ignorarlo.
Infeliz, cuando sin querer miente por solo querer cegar su amarga verdad.
Busca ocultar su soledad y el sufrimiento afonico que lo atormenta.
Actor que busca la belleza en su propia falsedad, que logra conseguirlo rodeandose de flores y pseudo-princesas y piensa que al rededor suyo todo es felicidad.
Sé trata de un niño creando un mundo con tintas baratas que con la primer lluvia se despintará.
Triste, saber que en la intimidad de luces de estrellas brillantes reina la oscuridad.
Porque en su mente un monstruo come y se alimenta del deseo indecoroso de acariciar, sin arriesgar, y solo llegar a la piel tersa y tibia tocar.
Suspira al saber que no puede, ni es capaz de besar el alma de alguien más y en su mente poder nadar, que sus palabras no causen curiosidad, que su mirada desierta no encante ni hechice, que solo es una vil trampa, que sus palabras rocen lo genérico, que su letanía haya nacido puramente de un ensayo frente al espejo.
Como si de su ópera prima se tratara, se disfraza y maquilla, sale a escena y recita sus líneas, la luz le enceguece, no las ve pero sabe que ellas están ahi y eso le exita. Los suspiros, los murmullos, los gritos, los aplausos y todas contemplando desde la primera fila, ovacionado, gritando su nombre con deseo. Pero... ¿Alguna se habrá preguntado sobre aquel protagonista que deja ahora la escena y se escabulle sobre los laberintos subterráneos de aquel edificio? ¿Alguna pensará sobre secretos ocultará cuando se cierra el telón? ¿Alguna quisiera arriesgarse a dejar su butaca para explorar, aunque eso implique perderse en su infinito y ver la verdadera desnudez de su alma? ¿será capaz de soportar la suciedad de aquel camino mientras las demás quedan inmersas en su propia comodidad jugueteando con la sombra de un alegre bufón?
Él mientras tanto vuelve a su recamara, quita su máscara, enciende un cigarro, el extasis acabó, lo sabe. No desea mirarse al espejo, sabe que si lo hace aquel animal aparecerá, incluso sabe que el diablo habita allí, que con un par de palabritas su boca mañana se volverá a convertir en cielo y su lengua en infierno, mientras se pregunta sí todo aquel sufrimiento, daño, mentira, falsedad y dolor durará una eternidad o si algún día dejará de lamer sus heridas en secreto y al fin se podrá curar.