Mamá

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El frío viento y el sonido de los autos Me despertaron

-hora de conseguir alimento- susurré para mí misma, mientras me estiraba.

Me puse de pie y comencé a recoger esas viejas colchas que utilizaba para dormir, las doblé y las guardé en mi mochila.

Caminaba por las ruidosas calles de la ciudad, los negocios comenzaban a abrir sus ventanas dejando ver cómo los empleados hacían limpieza antes de abrir, los hombres de traje elegante hablaban en sus caros celulares mientras  conducían un BMW, las mujeres con su cabello recogido en un chongo caminaban rápidamente con sus pequeños tacones y sus faldas a las rodillas.

El semáforo se puso en rojo, aproveché para conseguir mi desayuno.- ¿me regala un perito? - murmuraba débilmente mientras pasaba al lado de las ventanas, algunos tomaban un poco de cambio que les sobraba, otros me miraban con asco y subían sus vidrios, y otros buscaban en sus carteras algún billete pequeño. El semáforo cambio a verde, corrí tratando de esquivar q los autos que aceleraban, hasta llegar a la banqueta.
- 60 pesos... con esto ya tengo de desayunar- sonreí esperanzada

Sentada en una banca del parque, comía poco a poco la gran torta que había logrado comprar. Ya casi no habían hombres con trajes elegantes, ahora dominaban las mujeres que llevaban a sus pequeños a la escuela con pasos apresurados. Los niños volteaban a ver a su madre como la heroína... eso me recordó a mi madre

"Siempre estaré contigo Dary"

¿Porqué no cumpliste tu promesa mamá? ¿Porqué te fuiste y me dejaste sola? Habían pasado apenas 4 meses de la muerte de mi madre... y hace 2 meses que la calle era mi casa. Sentí mis mejillas húmedas, seque con brusquedad esas lagrimas que hacían sentirme débil.

Pasé la mañana pidiendo limosna, conseguí algo de dinero... alcanzará para algunos días supongo.

Era la hora de la salida de la escuela, los gritos y risas reinaban en el lugar, las madres buscaban con la mirada a sus niños, y éstos corrían con los brazos extendidos hacia las mujeres, después caminaban tomados de la mano sonrientes, mientras el pequeño le contaba su día.

Seguí caminando, supongo que un vagabundo no es bien visto afuera de un kínder, llegué a las puertas de una secundaria, en este momento estaría por terminarla. Lancé una triste suspiro

Las ruidosas chicharras sonaron, siempre odié esas cosas, las puertas se abrieron, las chicas con sus faldas cortas y su cara llena de maquillaje caminaban mientras hablaban entre ellas, algunas me miraban y comenzaban a reírse mientras le susurraban cosas entre ellas.

Recordé cuando mi madre me llevaba todos los días a la escuela, al salir escuchaba atentamente como había sido mi día y me daba consejos.

Seguí caminando, no quería volver a llorar, encontré un pequeño lugar bien escondido. -tomaré una pequeña siesta- saqué algunas sábanas y me recosté sobre ellas.

-¿mamá?- entré al cuarto blanco, en la camilla estaba recostada mi madre, tenía bastantes cables conectados y su hermosa cabellera había desaparecido. Sentí mis ojos cristalizarse al ver a la mujer que me había dado la vida en esas condiciones. Me lancé a abrazarla, ya no olía a vainilla como siempre, iba a decirle algo, pero un pitido me interrumpió. Enfermeras llegaron corriendo y me apartaron, mientras daban órdenes, mi padre tomó mi mano y me llevó a la sala de espera.

Desperté, mis ojos ardían y mi mejillas estaban húmedas; de nuevo ese sueño, pensé.

Me levanté y recogí mis cosas.- es hora de comprar comida

Comencé a caminar por las oscuras y vacías calles, a lo lejos vi un puesto de comida que se veía barato. Escuché pasos detrás de mi, comencé a acelerar el paso, ya no se escuchan pasos, me detuve y di la vuelta.

Un hombre, sucio y con barba, su cabello desaliñado y sus ropas viejas me miraba con unos ojos rojos... genial, un drogadicto. Me di la vuelta y comencé a correr, no estaba tan lejos del puesto de comida, si llegaba estaría a salvo.

Supongo que adivinó mi plan, pues se echó a correr tras de mi, mis cortas piernas no me ayudaban a escapar de ese hombre, terminó por alcanzarme y sujetarme del cabello.

Caí de espaldas, se subió en mi estómago. - dame tu dinero y no te haré nada- decía con una sonrisa

- quítate!! No te voy a dar nada!- frunció el ceño y busco algo en su bolsillo-no consumo drogas, eso no me convencerá

- tú no.. pero yo si- de su bolsillo saco una filosa navaja y le enterró en mi estómago

Grité, el dolor era demasiado, gruesas lágrimas salían de mis ojos, pataleaba, pero parecía no hacerle daño.

1, 2, 3, 4... había perdido la cuenta, mi vista se tornaba borrosa, mi voz no era más que un susurro, se me difucultaba respirar, incluso escuchaba a mi corazón hacer bum bum  bum bum, cada vez más lento. Trataba de mantener abiertos mis ojos, sentí como el hombre hurgaba en mis bolsillos y los vaciaba, quería decirle ¡Hey, eso es mío! Pero no tenía fuerzas...  mis ojos se cerraron lentamente, hasta que sólo había oscuridad.

Abandonada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora