Micro relato Polvo

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Estaba completamente sucia, su pelo enmarañado lleno de grasa y enredones no invitaba a que nadie se fijase en ella.  Bajo esa capa de mugre se escondía una bellísima mujer que se ocultaba de pordiosera.
El atractivo y hermoso Gabriel era un hombre de negocios de una importante empresa americana. Siempre muy implicado con ayudar a gente desfavorecida. 
Por más que se había negado a subir a su coche inmaculado, él prácticamente se la había llevado en volandas. Prometió darla de comer no sin antes de un baño. La metió de cabeza en el agua y masajeó su pelo con aquel delicioso champú de coco. Con unas tijeras rasgó sus ropas y se encontró con una mujer, no la niña que él imaginó. Ambos cruzaron sus miradas y un sonrojo tiñó sus mejillas. Sus manos temblorosas estaban muy cerca de su piel, sus labios carnosos exudaban un magnetismo como jamás sintió en la vida. Su respiración entrecortada le estaba poniendo nervioso. Tenía dos opciones una era salir de allí corriendo y otra tentarla con una noche junto a él. Una noche que ninguno olvidaría perdido entre sábanas de seda y chocolate. ¿Qué tenía ella que no tuviese ninguna de las anteriores? Quizás sentirla tan indefensa le hacía querer cubrirla con su cuerpo por dentro y por fuera y llenar sus mañanas de bonitas sonrisas entre húmedas promesas.
Ella le invitó con timidez a salir y se quedó mirando con pena aquella figura tan perfecta.

Venga va te pongo otro trocito.

Alora era su extraño nombre. Vivía en la calle no por gusto, huía de su apellido. Armando era su guardaespaldas y cuidaba de ella como si fuera su propia hija, se refugiaban en lugares seguros por la noche y por el día las calles eran su hogar. Se lo había prometido a su padre y ese era su disfraz. Aquellos mafiosos que buscaban vengarse de su familia, tramaban hacerse con su fortuna a través de un matrimonio por conveniencia. Desaparecida misteriosamente, no había presa.

Gabriel se interponían en sus planes, no quería ser ayudada, él se inmisculló en su vida sin preguntar y Armando no pudo hacer nada para impedirlo si no quería descubrirla. Debía huir de allí, estaba segura que su guardaespaldas trataría de entrar a por ella como fuera, pero algo en su interior muy fuerte se le resistía.

Había sido tan amable. Al verlo vestido únicamente con unos tejanos en la bañera, se había quedado sin aliento. Tenía que admitirlo, era un dios griego, cada bulto de sus marcados pectorales así como de sus trabajados abdominales, estaban hechos para ser recorridos palmo a palma. Estallaba en deseos por  acariciar cada centímetro de su piel dorada y besar sus masculinos labios. Era un hombre de los pies a la cabeza. Emanaba de él una intensa masculinidad que la volvía loca. Sus rasgados ojos verdes contrastaba con su pelo azabache. De nariz recta y cejas arqueadas, pómulos y mentón anguloso. Era muy atractivo. Una distracción. Salió de su refugio y se asomó. Él paseaba nervioso como un felino enjaulado muy cerca de la cama. Cubierta tan sólo de una toalla, no se resistió a su cercanía. Se acercó ronroneando como un gato y acarició su mejilla.

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