[Two]

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[Vuelo]

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Esa tarde la recuerdas muy bien. El café amargo sobre la mesa, ese que siempre pedías, y tus manos danzantes en el teclado del portátil; escribías tu primera novela seria, aquella que pensabas publicar― en ese tiempo―, y que vio la luz dos años después de aquello.

La atención que prestabas a tu alrededor siempre era nula ―al escribir―, pero cuando el agradable aroma a vainilla mesclado con el olor de libro nuevo golpearon tus fosas nasales no evitaste fijarte en la entrada del local, ni evitaste tampoco perderte en esos verdes orbes, ni en la sonrisa que te regalo.

Embelesado, seguiste sus pasos hasta el mostrador, viste como pedía, pagaba y recibía el producto con total calma, y risueña. Siempre risueña. De tanto mirarla solo a ella, no te diste cuenta de la otra presencia al lado de la rubia.

En menos de segundos tus sentidos se agudizaron y las ganas de escribir te atacaron sin piedad. Cediste, como siempre, a esos impulsos y con la servilleta como tu lienzo plasmaste en el las palabras que nacieron de tus deseos y corazón. Una vez terminado, levantaste la vista y cuando viste que ella se acercaba a ti, huiste. Dejando, claro, la servilleta con versos en él.

Nunca supiste que fue lo que paso después. La actitud que tomo cuando te vio atravesar la puerta a un paso veloz e inhumano. Tampoco preguntaste cuando tuviste la oportunidad. Solo importo, y aun ahora, que gracias a ello se dio el inicio de la mejor etapa de tu vida.

Aquella vez en el parque, ese lleno de abetos, fue donde se dieron los comienzos de las deliberadas muestras de coquetería. Ese día aviones de papel pasaban frente a tus ojos, de diferentes colores, todos llamativos. Una choco con tu cabeza y cuando la levantaste un niño te miraba medio fascinado. No dudaste en entregarle el avioncito y con ello retomar la lectura que te tenía en otro mundo. Hubieras seguido de no ser por el jalón en tu manga que hizo alguien para llamar tu atención. Una vez más fijaste la mirada hacia el frente y una tímida niña de azulada cabellera te tendió una hoja doblada. Sin entender tomaste el papel verde y viste que la niña salió corriendo sin darte tiempo a siquiera formular alguna oración de agradecimiento. La curiosidad te inclino a desdoblar la hoja. Tu semblante nunca demostró nada en él, pero tus ojos se agrandaron al ver la impecable caligrafía. Tus mejillas te traicionaron cuando se coloraron de carmín cuando leíste el "Para mi spriggan" y como firma estaba el "De tu hada".

Asombrado buscaste con la mirada a la dueña de esos trazos y creadora de esos versos. Sabias de quien se trataba. Y como no hacerlo si la habías pensado todo ese tiempo.

Cuando tus pozos negros hallaron a las esmeraldas, la conexión te hizo estremecer. Fuiste el receptor de su cálida sonrisa, y en retribución le dedicaste una igual. Con un leve movimiento de mano te dijo adiós y tú de igual modo. Llevaba a dos niños con ella. En ese momento no caíste en cuenta lo parecidos que eran ella y el niño.

A partir de ese día jugaron a entregarse notas cada que se veían. En todo momento y lugar. Las coincidencias eran muchas. A través de palabras llegaste a entregarle tu corazón y recibiste el de ella.

Ella sano tu corazón, ese que se rompió a la muerte de tu hermano. Hundido como estabas en el fondo del abismo de la culpa y la autodestrucción, Mavis se convirtió en la luz que alejaría tus tristezas y te acompañaría en tu camino.

Fuiste feliz.

Fueron felices.

Y para acrecentar esa dicha en la que vivías, el anuncio de un nuevo integrante de la familia fue la gota que derramo la felicidad.

VACÍOWhere stories live. Discover now