Capitulo 2 Pt. 5

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También Harry se puso de pie para indicarle los elementos que le había señalado a ______
— ¿Dónde creen que el canalla retiene a Caroline?
—Cualquier cosa que le diga ahora solo será una conjetura —respondió Harry—. Podría tenerla en la casa principal. O en cualquier otra parte de la isla.
—Todo esto es por mi culpa —musitó el padre, angustiado.
— ¡No! ¿Cómo puede decir eso? —inquirió ______.
Boyer la miró.
—Sé que aún se culpa a sí misma... incluso después de que le dijera que era una necedad. Me he dejado el cerebro tratando de imaginar qué había en la cabeza de mi hija.
—No puede conocer sus pensamientos —protestó ella.
—Puedo realizar una conjetura bastante fiable. Lo que sucedió es porque Caroline me culpa de la muerte de su madre el año pasado. Jill y yo tuvimos una pelea la noche en que murió. Y estaba enfadada al subirse a su deportivo. Por eso iba a toda velocidad y pasó por alto el giro en Thunder Road —suspiró—. Desde entonces, Caroline apenas me ha hablado. Y yo he temido tanto que le pudiera pasar algo parecido, que prácticamente la he mantenido en arresto domiciliario. Por eso planificó su huida, para alejarse de mí. Ahora los dos estamos pagando el precio... me refiero a usted y a mi. Los dos nos achacamos la culpa. Con la salvedad de que yo soy el responsable. Usted no.
—La recuperaremos —musitó ______.
— Tienen que hacerlo. O no seré capaz de vivir conmigo mismo.
Después de explicarle los detalles de la operación, Harry mantuvo el monólogo esperanzador mientras acompañaban a Boyer a la puerta.
El hombre se mostró profuso en su agradecimiento.
—Has hecho que se sintiera mejor —comentó ______ cuando la puerta se cerró.
—Rezo para que podamos cumplir esas promesas.
Iba a darse la vuelta. Pero estaba tan cansada que cuando uno de los tacones se enganchó en la alfombra, trastabilló.
Harry le soltó el brazo y la sostuvo. Ella contuvo el aliento y sintió que la mano grande se deslizaba por su espalda. Y en ese momento supo que la oleada de excitación sexual no era unilateral. Él estaba excitado.
Pero todo el incidente duró unos segundos. Antes de que pudiera parpadear, Harry se había apartado y trasladado la mano de la espalda al respaldo de una silla.
—Ha sido un día largo —gruñó él.
______ asintió en silencio. Había creído que le era indiferente. Que la aventura en la cama había representado solo un estallido de placer momentáneo para él. Sin embargo, empezaba a creer que se había apresurado en su evaluación.
—Ve a casa y duerme un poco. Empezaremos de nuevo por la mañana. Y quítate esos zapatos antes de que te mates —añadió Harry.
No tenía energía para responderle. Ni el valor de preguntarle qué sentía. Avanzó por el pasillo con los hombros erguidos.
Él no estaba en la habitación cuando regresó. Jamás lo habría considerado un cobarde. Se preguntó si se habría ido adrede.
La especulación la animó mientras bajaba en el ascensor. Eran las diez, pero no tuvo problemas para llegar a casa. Industrias Boyer mantenía una flotilla de coches privados con conductores de servicio.
Veinte minutos más tarde saludaba al portero de su edificio de apartamentos del East Side, situado justo al lado de la Avenida Lexington, era una residencia pequeña pero exclusiva para jóvenes ejecutivos. Un edificio de lujo según el estándar de Nueva York, donde los alquileres se habían disparado.
Pero ganaba un sueldo bastante bueno como para permitirse un apartamento con dos dormitorios, uno de los cuales dedicaba a un despacho.
El maullido de protesta de Callie la recibió al entrar en el pequeño recibidor.
Se agachó para acariciar el pelaje sedoso del gato.
—Lo siento, cariño —se disculpó—. Sé que llevo fuera mucho tiempo. Y que voy a ausentarme aún más —lo primero que tenía que hacer por la mañana era llamar a su amiga Jan y pedirle el favor de que cuidara del gato.
Al sentarse en el sofá, el animal saltó sobre su regazo. ______ echó la cabeza para atrás, cerró los ojos y lo acarició.
Se quitó los zapatos y apoyó los pies en el viejo baúl náutico que había encontrado en un venta de garage y que había mandado a arreglar para poder utilizarlo como mesa de centro.
Pasados unos momentos, se quitó el gato del regazo y se dirigió a la cocina para llenarle el cuenco con comida.
Segundos después, contemplaba desde la ventana las luces de la ciudad.
Había vivido en Nueva York toda la vida. Le encantaba el bullicio de la ciudad y la sensación de hogar que le transmitía su apartamento. Por lo general allí se sentía satisfecha. Sin embargo, esa noche estaba inquieta.
No era solo por la situación de Caroline. En silencio reconoció que era Harry. Esa tarde había conseguido que comprendiera lo vacía que era su vida, y eso no le gustaba.
Cuando sonó el timbre del telefonillo, se sobresaltó. Cruzó la habitación con el corazón latiéndole con fuerza.
Se preguntó si él estaría abajo, si habría olvidado decirle algo. O si simplemente deseaba verla.
—Hola —contestó mientras apretaba el botón.
—______.
La decepción fue instantánea, era Eddy Vilard, que trabajaba para ella en Industrias Boyer.
—Eddy. ¿Qué haces aquí? —preguntó.
—Me gustaría hablar contigo. ¿Puedo subir?
Miró la hora. Las diez y media, una hora poco habitual para una visita.
—Es importante —añadió él.
—De acuerdo. Te abriré.
Contenta de haberse opuesto la ropa de trabajo al llegar, volvió a calzarse y se alisó el pelo ante el espejo.
Segundos más tarde, sonaba el timbre y abría.

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