Capitulo 3 Pt. 2

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  En contraste, el rostro parecía un óleo, con maquillaje suficiente para haber sido aplicado con una espátula. Sabía que la mujer que interpretaba habría dedicado veinte minutos por mañana a plantarse ante el espejo para «arreglarse».
Harry se había acercado al mostrador para presentar el documento que los autorizaba a tomar el vuelo que los trasladaría a Isla Orquídea.
—Me permiten los pasaportes, ¿por favor? — solicitó la atractiva azafata pelirroja.
Harry sacó dos pequeñas libretas de tapas azules. La irritó que llevara su pasaporte. Pero lo importante era comprobar si los pasaportes falsos pasaban la prueba.
Mientras la mujer los inspeccionaba, _______ contuvo el aliento. Cuando se los devolvió con una sonrisa, se relajó un poco.
Después de que inspeccionaran sus bolsos de mano, los condujeron a una sala de espera, donde se unieron a seis parejas más.
_______ había estado en muchas salas VIP de aeropuerto con Stan Boyer, pero nunca había visto una tan lujosa. Había sofás de aspecto cómodo, alfombras, un bar y una mesa con mantel de algodón con un bufé.
Tampoco nunca había visto tanto oro, diamantes, piel italiana y relojes de marca. Y eso solo en los hombres.
Pero no fue únicamente el atuendo de los hombres lo que la impresionó. Podía percibir una atmósfera de entusiasmo en la sala, en parte exhibición de poder y en parte corriente sexual. Esos hombres estaban excitados.
Miró a Harry. Luego, a su alrededor. Y se dio cuenta de que casi todas las mujeres parecían igual de nerviosas y aturdidas que ella.
De algún modo, Harry había conseguido una lista parcial de los invitados, de modo que sabía quiénes eran algunos de sus compañeros de viaje.
En un rincón, el hombre de complexión poderosa y cabellera rubia, con las cejas tupidas y los ojos entrecerrados, era Niall Horan, un conocido traficante de drogas.
Los observó a Harryy a ella, y luego se inclinó para decirle algo a la escultural rubia que lo acompañaba.
Otro hombre que reconoció fue el capo de la mafia Louis Tomlinson. Alto y pálido, daba la impresión de que acababa de salir de una película de vampiros.
Harry se adaptó de inmediato al nivel de excitación. Con gesto expansivo señaló la mesa del bufé. Recogió un plato y lo llenó con huevos Benedict, beicon y fruta. Ella se decantó por fruta y leche.
Algunas de las parejas ocupaban mesas pequeñas. Harry y ella eligieron una.
La sorprendió lo relajado que parecía mientras devoraba el desayuno cuando ella tenía el estómago atenazado. Se concentró en una pequeña rubia. La mujer llevaba unas mallas ceñidas de color rosa, sandalias de tacón alto y una blusa rosa de tono más claro con lentejuelas. Se hallaba con un hombre grande y sólido cuya cara reflejaba las cicatrices de un acné juvenil. Apoyaba un brazo con gesto posesivo alrededor de los hombros de ella, la mano grande adornada con un enorme diamante. Los dedos colgaban delante de un pecho. _______ pensó que no parecía un gesto fortuito mientras lo observaba acariciar el nacimiento del seno.
La rubia vio que _______ los miraba y se ruborizó. En el acto apartó la vista, sin querer invadir un momento que debería ser privado. Pero había visto lo suficiente como para preguntarse si las muestras públicas de deseo eran consideradas normales entre esa gente.
La rubia y su acompañante no eran los únicos que se comportaban de forma inapropiada en esa sala de espera llena.
Otra pareja se encontraba en un rincón intercambiando besos y caricias. Y un segundo hombre se hallaba detrás de su acompañante, con las caderas pegadas al trasero de la chica. Sabía cómo se llamaba. Zayn Malik. Según la información aportada por Harry, estaba metido en apuestas.
Volvió a bajar la vista a su plato, y sintió una descarga de sensaciones cuando el pie de Harry subió por su tobillo. Él se había quitado el mocasín derecho y la acariciaba a través de los calcetines. Al parecer había leído la atmósfera imperante y decidido que era importante encajar.
El problema era que hacía días que no la tocaba. Desde que la sostuvo cuando tropezó aquella primera noche con los zapatos de tacón, se había esforzado en evitar todo contacto físico. De hecho, se había comportado como si la percepción que hervía entre los dos fuera inexistente. Y ella se había afanado en imitarlo. Pero el súbito contacto del pie le había provocado descargas eléctricas.
La voz de Harry fue tan baja y sedosa como la caricia.
—La isla de Duarte es el tipo de lugar que me gusta. Vamos a pasarlo en grande. Un poco de placer. Un poco de negocios.
_______ tragó saliva y llegó a la conclusión de que no era tan difícil imitar a las otras mujeres. La mayoría parecían tan desconcertadas como ella.
Todas eran hermosas. Algunas esbeltas como modelos, otras más parecidas a la chica del mes de Playboy.
Pero parecían disponer de poca elección en cuanto a su conducta. Estaba convencida de que sabían que o jugaban de acuerdo a las apetencias de esos hombres o serían reemplazadas con facilidad.
Sus propias elecciones eran limitadas. Al menos por el momento. Porque todo lo que sucediera en los próximos días estaba gobernado por la gran decisión que había tomado.
Iba a Isla Orquídea a rescatar a Caroline Boyer. Sin importar lo que costara. Hasta ese momento, había dejado que su determinación la hiciera avanzar. Pero de repente, la actividad frenética de planificarlo todo se había detenido y ahí estaba, sentada en una sala de espera lujosa en el aeropuerto, desempeñando el papel para el que creía estar preparada.
—¿Contenta, nena? —preguntó él, subiendo el pie por la curva de la pantorrilla.
—Tan contenta como tú —se humedeció los labios secos.
Los ojos verdes de él le revelaron que sabía que mentía.
La voz de la mujer del mostrador sonó por los altavoces, rescatándola de las caricias.
—Vuelo 50310, con destino a Isla Orquídea, listo para el embarque. Todos los pasajeros tengan preparada la tarjeta de embarque para el auxiliar de vuelo.
Harry volvió a calzarse. De pronto la zona se llenó de actividad cuando la gente se puso de pie, recogió el equipaje de mano y se dirigió hacia la puerta de salida.  

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