Cap. 2

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SOFÍA


Jueves, 11 de marzo de 2004.

Estación de cercanías (Alcalá de Henares) 06:50h.

Saco el billete del tren 21431 y accedo al andén, esperando encontrarme con David, que ya me estará esperando. Tan puntual como siempre.

Pero no es así.

«Fran», digo. Ya habrá conseguido distraerle para que llegue tarde. Decido hacerle un par de llamadas, pero desisto cuando veo que no obtengo respuesta.

Tampoco he de ser pesada. «Tienes que hacerte la desinteresada, eso les atrae más», pienso, rescatando el consejo de mi mejor amiga. La verdad es que David se toma muchas molestias para acompañarme a la universidad todos los días, ya que yo entro una hora antes, por lo que no puedo coger el tren directo. Pero claro, quizás es solo que es así de amable. Quizás no le gusto lo más mínimo.

«A quién quiero engañar», digo mirándome en el reflejo de las ventanas del tren. Una chica más, del montón, frente a David. Alto, rubio de ojos azules, fuerte...

Las 06:55h. Dentro de poco van a cerrar las puertas, y tengo que coger este tren o me perderé la primera clase. Espero dos minutos más y, al ver que no llega, entro en el primer vagón del tren.

Menos mal que siempre llevo un libro en la mochila y puedo entretenerme un poco leyendo. Me apoyo en la cristalera que separa la cabina del conductor del vagón, y comienzo a leer.

07:01h, el tren comienza a andar. David no ha llegado a tiempo.


Alrededores de la Estación de Atocha, interior del tren 21431 (Madrid) 07:30h.

Sigo concentrada en la lectura. El móvil se me ha quedado sin batería –torpe de mí que se me olvidó cargarlo anoche–, por lo que no sé si David me ha devuelto las llamadas que le hice antes de subir al tren.

Hoy el tren se mantiene en silencio, lo que genera un clima perfecto para concentrarse en la lectura. Ya llegando a la Estación de Atocha, puedo ver por la ventana como la capital se va despertando y entrando en acción, con los primeros rayos de sol, como quien dice, escondidos tras los rascacielos, despegándose holgazanes del horizonte.


Estación de Atocha, interior del tren 21431 (Madrid) 07:35h.

El tren reduce velocidad y comienza a entrar en la estación. Aprovecho para terminar el capítulo que estoy leyendo. Odio dejar un capítulo a medias.

La gente comienza a coger sus maletas y enseres, y a prepararse para cuando el tren estacione finalmente. La puerta que comunica los vagones se abre, pero sigo centrada en la lectura.


Estación de Atocha, interior del tren 21431. Vía 2. (Madrid) 07:37h.

De repente, se oye una gran explosión que sacude todo el tren. Levanto la mirada del libro y veo el desconcierto en la cara de la gente. Supongo que mi expresión es muy parecida a la suya.

Los pasajeros comienzan a ponerse nerviosos. Las personas que aguardaban en el andén comienzan a correr despavoridas.

Miro de nuevo entre la gente, y distingo entre ella a David.

En ese momento, se produce una segunda explosión. Parece más cercana que la anterior, por lo que sus efectos son mayores. Muchos caen al suelo y comienzan a chillar. Yo consigo mantenerme en pie, aunque me pitan los oídos. Mantengo fija la mirada en los ojos de David, que se abren, ante el desconcierto y el temor.

Comienza a correr hacia mí cuando el tren vuelve a temblar. La sacudida es aún mayor que la anterior. Mucho más violenta. Esta vez no he podido oír la explosión debido al tapón que la anterior me provocó. Pero sí la siento, la veo. La presencio. David sale despedido hacia delante, los cristales se rompen y muchos son propulsados al exterior. Parezco estar viviendo esta pesadilla a cámara lenta. Se crea una barrera de humo y la explosión me golpea de lleno. Caigo hacia delante, chocando bruscamente contra la barra de aluminio a la que me sujetaba. Se me comienza a nublar la vista y finalmente me golpeo la cabeza contra el suelo.

Unas manos surgen de entre la humareda y comienzan a estudiar mi rostro. Apenas consigo distinguir la cara de David, que aferra mis manos y me besa en los labios.

Pronuncio su nombre, tartamudeando. El me coloca una mano en los labios y dice que me quiere.

Y yo le regalo el último soplo de mi corazón.

En mi último aliento pienso en lo tonta que he sido. La cantidad de cosas que me habría gustado contarle y que, sin embargo, decidí callarme. ¿Sabrá que llevo, por él, mi falda más bonita? Pienso en todas las ocasiones en las que he estado a punto de revelarle mis sentimientos, en todas las ocasiones en las que nuestras miradas se han encontrado, yo he cerrado los ojos y él ha apartado la vista.

Y así todos los días, de lunes a viernes "como las golondrinas del poema de Bécquer".

«Por mí», pienso. «Hacogido este tren por mí».

Jueves. (Javier Becerril)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora