Capítulo 32

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Por la tarde el gimnasio de David comenzaba a llenarse. Lauren aquel día había faltado al colegio así que podía sentir que a sus espaldas la gente abría y cerraba la puerta, se saludaban con unos y otros, se reían y comenzaban a usar las máquinas, otros se sumaban a ella en los sacos de boxeo.

No había sido una buena noche la anterior y por lo tanto su día había comenzado de mal humor. La única vez que sonrió fue en la mañana cuando Camila le envió un mensaje deseándole un buen día y recordándole que la amaba. Esos gestos simples como un mensaje eran más importantes que cualquier cosa. Camila la hacía tan feliz que todo era mejor con ella cerca. Pero aquel día no, aquel día no quería ver a nadie. Por la mañana salió a correr y volvió a su casa para el almuerzo, solamente comió una ensalada rápido y una hora más tarde fue al gimnasio y pasada las seis de la tarde todavía estaba ahí. David la veía enojada y golpear el saco de boxeo duramente, a veces paraba y bebía agua mientras se sentaba en el piso viendo a la nada, pero luego regresaba a seguir golpeando. Era la primera vez que no se atrevía a detenerla. Al menos eso iba a cansarla demasiado, pensó. Sabía que Lauren no tenía buenas noches a veces porque Vero le había comentado algo. Le agradaba demasiado que su hija fuera amiga de la oji verde.

Cuando sintió que su cuerpo no daba más, cuando sintió que cada músculo le temblaba, paró.
Se metió a la ducha de mujeres y después se vistió con unos jeans, una remera de mangas cortas y una campera de buzo encima porque se podía sentir el clima algo fresco y no quería enfermarse. Una vez que tomó su mochila y salió de los vestuarios, se detuvo en seco al ver a Camila cerca de la entrada. Sin poder evitarlo, su mirada recorrió el lugar y obviamente había muchas personas mirando a su novia que aquel día se veía más hermosa de lo normal con jeans celestes y una remera que dejaba ver algo de su estómago. Sintió que sus mejillas se sonrojaban de los celos y enojo porque varios de los chicos con los cuales ella se hablaba miraban a Camila como si fuera un trozo de carne.

Sus pies se movieron rápidamente hasta la morena que le sonrió adorablemente al verla, mientras caminaba se sacaba la campera y cuando estuvo frente a Camila, la obligó a ponerse el abrigo y cuando estuvo cubierta recién le dio un pequeño beso antes de tomarla de la mano y sacarla de allí una vez que se despidió rápidamente de David.

—Recuerda comer liviano y bebe agua todo el tiempo.—Fue lo último que escucho.

—Lauren, deja de caminar tan rápido.—Se quejó Camila.

—¿Cómo vas a ir así al gimnasio, Camila? ¿No te das cuenta que te miran todos? Está lleno de hombres y no me gusta, no me gusta que estés ahí, no vuelvas a entrar y menos con esos pantalones que te hacen el culo enorme.—Camila frunció las cejas.

—A ver, estúpida, suéltame.—Lauren Se detuvo en medio de la acera y miró a Camila que se había cruzado de brazos una vez que bajó el cierre de la campera.—Primero, me visto como quiero, nadie va a decirme cómo debo hacerlo. Segundo, si quiero ir al gimnasio voy a ir. Y tercero, nadie me dijo nada. Ahora vamos a comer algo.—Lauren sin querer soltó una risita negando porque le había hecho gracia verla “enojada”.

—No te dicen nada, pero lo piensan. Yo los vi, te miraban de una manera que odio. Porque no eres un simple trozo de carne y así te ven ellos.—La tomó de la cintura y le dio un beso en los labios.—No quiero que nadie te mire. Mira, me sonrojo de lo enojada que estoy.

Fue el turno de Camila para reírse mientras tomaba de las mejillas a Lauren, la acercó a sus labios, la besó por algunos segundos y al intentar alejarse notó que Lauren la tenía abrazada fuertemente contra su cuerpo, lo que la hizo sonreír.

—Me duele todo el cuerpo.—Suspiró cerrando los ojos.

—Ya me enteré que estuviste todo el día en el gimnasio y Alfredo te vio corriendo en la mañana y cuando fue por Dinah me lo dijo. ¿Estás loca?—Lauren se encogió se hombros.—¿Podemos ir a comer?

—Sí, vamos y te cuento.—Camila enlazó sus dedos con los de Lauren y ambas caminaron hasta el MCDonald’s más cercano.

Durante el camino, Lauren le contó del mal humor que tenía porque había soñado otra vez con su madre y no había sido algo agradable.

Camila se rió de Lauren que estaba comiendo una ensalada mientras ella tenía una hamburguesa enorme y una porción grande de papás fritas. Lauren sonreía al verla comer con algo de burla.

—¿Quieres una papa?—Le acercó una papa a la boca y Lauren negó corriendo el rostro.

—No, te dije que no. Tengo que cuidarme porque el sábado tengo una pelea.—Camila frunció las cejas.

—No me gusta cuando peleas.—Le dijo viéndola con las cejas fruncidas.

—A mí sí me gusta y quiero que estés conmigo esa noche.—Pasó una pierna por detrás de Camila para dejarla entre las suyas mientras estaban sentadas en un asiento entero junto a la ventana del local de comida rápida.—Estuve entrenando muchísimo así que me va a ir mejor que la última vez, además David dijo que hay mucho dinero en el medio.

—Como si necesitaras dinero.—Rodó los ojos.

—No es por eso, lo hago porque me gusta.—Suspiró.—¿Cuento contigo?—Camila asintió llevándose otra papa a la boca.

—No deberías comer solo una ensalada. Tienes que comer algo más completo y que te llene.—Lauren le besó la mejilla suavemente.—¿Puedes comer algo más?

—En casa como algo, no te preocupes.—Camila le acercó una papa y Lauren la aceptó riéndose.—¿Vamos a ir a cenar con los chicos después de la pelea? Pierda o gane nos reunimos igual.

—No creo.—Hizo una mueca negando.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Porque no… No tengo dinero para ayudar a pagar y eso.—Dejó de comer sintiendo sus mejillas arder y Lauren frunció las cejas confundida.

—No tienes que pagar nada, nunca dejo que pagues algo, el sábado tampoco tienes que pagar, mi amor.—Camila negó otra vez soltando un suspiro.

—No me gusta cuando haces eso. Yo también quiero alguna vez hacer eso por ti.

—Lo hago porque me encanta malcriarte y me encanta darte todo mientras puedo.—Presionó sus labios en la mejilla de Camila que seguía viendo hacia abajo con la mirada seria.—¿Qué pasa? ¿Por qué estás así? No es nada malo, amor.

—Me da vergüenza, Lauren.—Murmuró desviando la mirada a un lado contrario de Lauren, quien hizo que la viera otra vez cuando giró el rostro de Camila.

—¿Qué te da vergüenza? ¿Te da vergüenza tener una novia que te quiere y le gusta pagar cosas por ti?

—No. No es eso.—Suspiró nerviosa y Lauren esperó a que hablara.—A mis padres les está yendo muy mal en el trabajo. A ambos. ¿Entiendes? Mi familia no está muy bien desde hace tiempo. No puedo siquiera pedirles algo porque no estamos en condiciones de gastar dinero en nada que no sea importante. Es eso.—Bajó la mirada otra vez sintiendo sus mejillas arder y como sus ojos se llenaban de lágrimas. El silencio de Lauren la incomodaba un poco y no sabía qué hacer.

—¿Por qué no me lo dijiste antes?—Acarició la mejilla suavemente y Camila se encogió de hombros.—Yo podría ayudarlos o al…

—No.—Negó rápidamente.—No, no hagas nada. Nadie sabe de esto y te lo dije… no sé porqué. Pero no hagas nada. Olvídalo.—Se limpió la lágrima que había dejado caer y Lauren la abrazó dejándola contra su cuerpo.—No tengas lástima ni nada de eso, Lauren, por favor.

—Está bien. No te preocupes, bebé. Sabes que si necesitas algo o tu familia, mientras pueda voy a ayudarlos. No importa qué tenga que hacer.—Camila se limpió las lágrimas, buscó los labios de Lauren y se besaron suavemente.—No estés triste, quizás luego pasa, no es como si a todo el mundo le va bien siempre. Y no vuelvas a guardarte nada, sabes que puedes confiar en mí.

—Te amo.—Camila cerró los ojos cuando  apoyó su frente en la de Lauren.

—Y yo a ti. Todo va a estar bien, ya vas a ver.

Camila quería creer eso. En realidad lo necesitaba, necesitaba que todo esté bien porque ya iban meses de esa situación y no la estaba pasando bien.

**

Lauren estaba boca arriba en la cama viendo la pantalla de la televisión por entre sus piernas al tenerlas abiertas, mientras apretaba los botones del mando de la consola de juegos. Estaba obsesionada con un videojuego y no podía dejarlo. El GTA era adictivo, podía pasarse horas y horas jugando y nunca se iba a cansar.

A su lado, Camila estaba leyendo un libro muy concentrada. Iban a pasar la noche juntas después de varios días sin hacerlo. Le había costado un poco convencer a su madre de darle permiso, le había servido hacer un pequeño berrinche, pero sabía que cuando volviera a la casa iba a pelear con su madre porque últimamente las cosas estaban tan mal que todo era tema de discusión.

Camila había hablado un rato largo con Lauren, era la única persona a quien le había contado la situación de su familia, ni siquiera Dinah sabía. La oji verde la había abrazado, la había escuchado y había hecho que estuviera más tranquila. Lauren le hacía tanto bien que no le importaba siquiera tener que discutir con su madre para poder quedarse más tiempo con ella.

Se giró para mirar a Lauren cuando maldijo en voz alta e insultaba al hombre que estaba prendiéndose fuego y segundos después murió. Soltó una risa cerrando el libro y lo dejó a un lado para luego abrazarse a Lauren.

—¿No es tu culpa que haya muerto?

—No, es culpa del otro auto que se metió en mi camino y entonces el mío se prendió fuego con el hombre adentro. Este juego de mierda me tiene harta.—Camila volvió a reírse despacio y cerró sus ojos disfrutando de estar cerca de la oji verde.

Habían permanecido tranquilas, acostadas y hablando de cualquier cosa. Más tarde Lauren le decía qué hacer cuando Camila estaba jugando al mismo juego que había jugado ella antes, los gritos desesperados de Lauren porque su novia no le hacía caso y las risas fuertes se escuchaban por toda la habitación hasta que ambas se cansaron de que Camila sea malísima en eso y entonces dejaron todo.

En un momento Camila recibió otra llamada de su madre y por lo que vio Lauren, no fue una buena conversación, Camila ahora estaba molesta y no sabía qué hacer para que dejara de estarlo. Así que simplemente hablaron de cualquier cosa hasta que logró sacarle una pequeña sonrisa y quiso seguir bromeando para alargar el buen momento. Le robó un beso y luego bajó directamente a su cuello para besarla ahí, aunque Camila intentara alejarla ella permanecía besándola con la intención de hacerle cosquillas, no fue hasta que Camila la empujó con un poco más de fuerza y levantó la voz, que se alejó frunciendo las cejas sintiéndose mal sin saber que había hecho. Pero terminó por suspirar y salir de la habitación dejando sola a Camila.

Entendía que no tenía buenos días, pero tampoco podía desquitarse con ella. Sabía que no era lo correcto y Camila también se dio cuenta, pero antes de salir se calmó e intentó hacer a un lado todo lo que le había dicho su madre. Para cuando salió, sin poder evitarlo, estaba llorando.

Lauren estaba sentada en el sillón con el teléfono en su mano y en cuanto sintió a Camila, se levantó del sillón murmurando varias veces “No” para que dejara de llorar mientras Camila le pedía perdón y ambas se abrazaban.

—Para, no llores.—Le tomó el rostro con ambas manos y le limpió las lágrimas.—Está bien, no pasa nada. Ven vamos afuera.

—¿Cuándo pusiste eso?—Le preguntó viendo la típica cama o hamaca de tela colgada de un extremo a otro para mantenerse en el aire. Se limpió las lágrimas y se rió cuando Lauren se sentó para acomodarse, pero la hamaca se movía bastante y de un momento a otro Lauren estaba tirada en el piso riéndose.

—¿Puedes parar de reírte y ayudarme, tonta?—Camila se seguía riendo mientras levantaba a Lauren. Entre risas, gritos de miedo y malas palabras de Lauren, ambas se pudieron subir y se pusieron de manera para ambas poder ver hacia el cielo.

Lauren tenía un brazo sobre el vientre de Camila ya que ésta estaba boca arriba casi sobre el cuerpo de Lauren, pero a ella no le molestaba en absoluto porque Camila era pequeña, delgada y no pesaba nada. Con sus dedos apenas acariciaba la piel de la morena que después de calmarse de su ataque de risas, permaneció en silencio.

Lauren no dijo nada, no porque no sabía que decir, sino porque entendía que Camila aún no quería hablar. Cuando quisiera, lo haría y lo hizo algunos minutos después.

—No quise gritarte. Mi mamá está demasiado densa y molesta. Me llamó para decirme que tenía que haber ido a mi casa para ayudar con todo. ¿Para qué me da permiso de quedarme si luego me molesta? Pareciera que lo único que puede hacer ahora es regañarme por todo.—Estaba jugando con los dedos de Lauren sobre su estómago y soltó un suspiro fuerte demostrando su mal humor.

—Pensé que solo bromeabas, por eso no me detuve.—Camila siguió acariciando sus dedos y jugando con ellos.—Todo va a estar bien. Supongo que es todo por lo mismo, el mal rato le afecta de manera diferente, debe ser difícil todo eso. No te trata así a propósito.

—Estoy cansada, de verdad. A veces quisiera poder irme de mi casa.

—No, no sabes lo que dices. No puedes querer simplemente escapar cuando algo va mal. Tienes que quedarte y enfrentarlo. Mucho más cuando se trata de tu familia. Tus padres, en especial tu madre, son increíbles, son personas buenas y que te aman. Debes entender que no es fácil lidiar con una mala situación económica cuando tienes una familia. Supongo que no se dan cuenta de que te está afectando a ti también. Solo sé comprensiva y ayúdalos, habla con ellos siempre que puedas. Así tengas que decirles que algo te molesta, dilo porque tienes que aprovechar que los tienes y que sabes que te van a escuchar sea como sea. Yo no tuve esa posibilidad, yo simplemente estuve sola y a pesar de todo a veces deseo tener a mi madre una vez más para gritarle tantas cosas y luego dejar que me abrace, pero eso no va a pasar y tampoco iba a pasar antes porque mi madre ya no era ella.

—¿La extrañas?—La voz de Camila fue suave y aunque Lauren no la estaba viendo por la posición en la que estaban, sabía que estaba llorando.

—Sí, claro que sí. Todavía estoy enojada, pero dime quién no necesita un abrazo de su mamá. Dime quién no quisiera tener al menos por un minuto a alguien que ya no está. A pesar de todo y ahora que comencé a hablar con mi papá… me di cuenta que necesitaba tener a alguien de esa forma conmigo. Ojala también pudiera tener a mi mamá, pero no puedo y bueno.—Soltó una risita triste que partió el alma de Camila.

—Los estás perdonando.—A pesar de estar llorando, sonrió un poco.—Estás cambiando mucho de verdad.

—No lo sé. Lo único que tengo claro ahora es que las dos veces que estuve con mi padre hablando sobre cosas… me sentí bien. Y me gusta esa sensación de que me cuida demasiado, que se preocupa por mí todo el tiempo y está pendiente de lo que hago. Y con mi madre… a veces simplemente la odio por haberme dejado sola sin importarle nada, pero otras, la extraño y me gustaría mirarla una vez más aunque me ignorara o simplemente estuviera con su rostro triste viendo a la nada como siempre. Creo que me cansé de sufrir, de estar mal y por fin estoy intentando sentirme bien, tranquila, en paz.—Camila limpió sus lágrimas y de manera torpe se acomodó sobre el cuerpo de Lauren.

La oji verde la sujetó abrazándola con ambos brazos por la cintura baja para que no se moviera demasiado. La hamaca seguía estando algo floja y podían darse vuelta fácilmente.
Con un par de besos en las mejillas de Camila, Lauren limpió las lágrimas y luego terminó dejando un pequeño en sus labios lo que hizo que la morena sonriera.

—¿Te puedo decir algo?

—Lo que quieras.

—Bien… bueno, me pone muy feliz ver que estas cada vez mejor con tu padre, me gusta cuando me cuentas lo que hicieron cuando se ven y que te sientas cómoda. Me gusta que me hables de tu madre. Es la segunda vez que lo haces desde que nos conocemos y que me hables de ella tranquilamente demuestra lo mucho que avanzaste con ese miedo que tenían a todo eso. Y gracias por hablarme así, en serio, me hizo muy bien escucharte.

—Gracias a ti por entenderme más que nadie, por seguir a mi lado y permitirme ser yo misma. Contigo todo es diferente porque puedo ser débil, puedo llorar, reírme hasta no poder más, puedo estar enojada, decir lo que siento y pienso y aún así me harías sentir bien.

—No quiero perderte jamás.—Negó hablando en voz baja.

Lauren sonrió cuando Camila subió un poco sobre su cuerpo y la besó en los labios.

—No vas a perderme.—Sonrió apretando los labios.—Al menos que me dejes por otra persona.

—Ni loca.

—Es porque te hago el amor mejor que nadie, ¿verdad? Y porque te compro golosinas todo el tiempo.

—Sí y porque eres una buena esclava.

—Gracias.

**

Mientras que Camila dormía después de haber visto una película abrazada a Lauren, ella no podía dejar de pensar en su madre, en lo que había pasado, en cómo el tiempo pasaba y recordar ciertas cosas todavía le hacían mucho daño.

Es que jamás podría ser lindo recordar todas esas cosas, como que en el día de tu cumpleaños, ese día donde te despiertas emocionado porque es tu día y porque no tienes idea de qué te espera, ese día donde se supone que todo va a ir bien, que va a ser un día feliz, ese día el cual Lauren esperaba a que todo mejorara un poco, al menos por ese día. Pero no, no iba a ser así y lo supo en cuanto salió de su habitación y vio a su madre abrigándose para salir.

Otra vez.

—Tus abuelos vienen por ti en unas horas.—Dijo sin mirarla.

Y eso fue todo lo que escuchó de su madre durante el día, además del simple “feliz cumpleaños” que le dijo antes de irse.

Pasó aquel día con sus abuelos y podía jurar que había sido el peor cumpleaños de su vida, pero no, no lo fue porque después de aquella vez siguió pasando. Su madre cada vez le prestaba menos atención, prácticamente vivía con sus abuelos y no recibía nada de ella. Absolutamente nada.
A penas la veía, apenas le hablaba, no le importaba cómo estaba y comía lo que su abuela le dejaba listo, siempre comida rápida o hecha y la comía fría porque pedirle a su madre que al menos la deje en el microondas era para nada.
Todo lo que hacía Lauren era para nada, incluso si era algo para su madre, algún gesto de cariño o algo para buscar conversación, nada valía, ni siquiera el hecho de que había pasado toda la tarde sola en su casa pintando para su madre en su día. Aquel día había recibido un simple gracias y una sonrisa apenas visible antes de dejar el dibujo sobre la mesa y volver a servirse más café.
No tenía un beso de buenos días, ni uno de buenas noches, nadie la despertaba si no era ella misma o sus abuelos. Si no fuera por ellos hubiese estado sola, literalmente y más de lo que ya estaba. Y solo era una niña. No merecía nada de todo aquel rechazo.
A veces deseaba que todos esos recuerdos se borraran de su mente o que las cosas hubiesen sido diferentes, quizás si al menos su madre lo intentaba habría dolido menos. Quién sabe.

Aún así, en estos momentos, en donde se ponía a pensar en cómo era su vida ahora, cuando recordaba que tenía a alguien a su lado que era perfecta, que la cuidaba, la quería, la había entendido, apoyado, respetado y valorado siempre, tenía amigos, tenía de vuelta a su padre o eso estaba intentando de a poco, en esos momentos no deseaba más que tener una última oportunidad con la mujer que le había dado la vida, al menos para decirle que la perdonaba, que estaba bien, que no importaba, o al menos para abrazarla y sentirse como una niña pequeña por unos segundos.

Y era triste porque jamás iba a sentir eso otra vez. Ni siquiera recordaba cuándo o cómo fue el último abrazo que le dio su madre algún día. 


Plenitud {Camren}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora