Ash observaba la vista de la pradera a través de la ventana con una mirada nostálgica. Del joven engreído y con gran energía quedaba muy poco. Jacques lo solía atender, pero fuera de él eran contadas las personas con las cuales solía pasar su tiempo y menos aún quienes lo hacía por simple gusto y no por obligación. Sus días transcurrían en ir a trabajar en una pequeña pastelería para distraerse un poco, y en encerrarse en aquella enorme mansión. Aquello extrañaba a propios y extraños, puesto que el solía odiar estar encerrado en algún lugar, y se la pasaba viajando y metiéndose en problemas. Y la recordó, sin poder evitarlo, a la mujer que siempre había estado a un lado suyo cuidándolo y salvándolo en más de una ocasión. Suspiro con cierta tristeza, siempre le había causado inconvenientes, y sin embargo, pese a sus quejas sobre su actitud, ella siempre había estado apoyándolo.
Tomo la taza al lado suyo, café negro y un tanto amargo. El solía odiarlo, considerando carente de sentido tomar algo que no fuera extremadamente dulce y placentero.
-"No todo es dulce en la vida Ash, gracias a lo amargo puedes disfrutar el sabor de un buen pan o de algún postre. Deberías intentarlo alguna vez"
Él había refunfuñado sin hacerle caso mientras sorbía a propósito de su smothie con extra caramelo. Ella suspiro cansada, para después desviar su vista hacia las colinas, mientras el regresaba su atención a aquel aparato electrónico que hacía poco le habían regalado.
Era tonto que hasta después de mucho tiempo, justo cuando ya no la tenía, comenzara a apreciar todas aquellas cosas tan propias de ella, sus modismos, sus regaños cuando la preocupaba, aquellas frases simples que le querían decir más cosas de las que aparentaba, y él en su inmadurez jamás se dio cuenta.
Aún no era capaz de comprender que era lo que había pasado, todo era tan confuso. Recordaba haber huido de la casa Blantoche para unirse a su antecesor Saiki, dejando todo atrás sin pensarlo mucho. Fueron dos años en donde perdió por completo cualquier contacto con la heredera Elisabeth Blantorche, a quien ni siquiera había dicho nada sobre su repentina huida. Supo que ella lo busco, pero no le dio demasiada importancia. Tenía cosas más importantes que hacer, que planear, y aquello sería una pérdida de tiempo.
Se topó con ella casi dos años después, en aquel torneo de KOF, donde ella se acero a él, debatiéndose entre sí estaba feliz de volverlo a ver, o enojada por cómo se había comportado, y dolida por como la había tratado.
-¿Te conozco?- Le había dicho con desinterés, fijando su atención en el acabado de sus uñas.
-¡Ash Crimson! ¿Cómo... Como puedes..?- Le había casi gritado con rabia, su cara normalmente blanca había adquirido un tono rojizo.
-Siempre eres tan fastidiosa Elisabeth. Debo irme.-
-¡No! Tú no puedes irte. ¿Acaso olvidaste tu misión?- Le retuvo con fuerza del brazo, con los ojos llenos de lágrimas.
-Yo no tengo ninguna misión. Deja de fastidiar.- Él había roto el toque, y se había marchado dejándola parada ahí. No observo como ella reprimió sus lágrimas mientras se dejaba caer sobre sus rodillas, o como se inclinaba sobre sus piernas, tapando su boca con su mano, acallando un par de sollozos.
Jamás entendió, hasta mucho después la verdadera pregunta de Betty en aquella ocasión. No le preguntaba por la misión que la familia Blantorche había puesto sobre él, sino por ella. "¿Acaso me olvidaste?" Fue su verdadera pregunta.
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Algo que me falta
Teen FictionLas acciones que hacemos repercuten en nuestro futuro. Eso es algo que Ash tendrá que aprender a la mala