Louis podría pasarse la vida durmiendo, si por él dependiera. Sentir las mantas haciendo presión sobre su cuerpo mientras le acariciaban la piel desnuda era una sensación que bien merecía perderse la gloria de las batallas diarias.
Pero, claro, las batallas había que lucharlas.
Las mantas se retiraron de la misma forma en que se retira el agua del mar cuando se aproxima un tsunami, y tras un latido frenético de su corazón, abrió los ojos, asustado y aturdido.
-Arriba, Louis. Tenemos mucho que hacer hoy-dijo una voz que conocía, la voz a la que más amaba... y que odió en ese mismo instante. Suspiró, se frotó la cara y abrió los ojos. Eri lo estaba mirando con los brazos en jarras, apoyando las manos en sus apetecibles caderas, y una ceja arqueada-. No vas a remolonear todo el día.
-Buenos días a ti también, nena-replicó él, retorciéndose y poniendo a trabajar cada músculo de su cuerpo, que protestó por el ejercicio al que se le sometió sin consideración alguna. El rostro de ella se relajó, y, rodeando la cama, se plantó a su lado y le besó la frente.
-Buenos días, mi amor. Hoy te necesito.
-¿No lo haces siempre?-contestó Louis, enganchando algo con que taparse y cubriéndose hasta la cintura. Le dedicó una sonrisa pícara que enamoró un poco más a la española.
-Hoy te necesito mucho.
-Qué romántico lo que me dices, nena-la besó en los labios, y ella se dejó hacer, pero cuando vio que estaba seduciéndola y que sus intenciones no eran del todo nobles, negó con la cabeza y se apartó.
-No, hoy no.
Se alejó de él y se sentó en el tocador de su habitación a deshacerse los nudos que se reproducían entre sus rizos castaños. Louis se dejó caer en la cama, frustrado.
-Me maltratas.
-Mucho, sobre todo de noche-contestó ella, deteniéndose un momento para contemplar el reflejo del inglés. Louis negó con la cabeza, mirando al techo, preguntándose si aquel día se volvería afortunado.
Se incorporó un poco, y dedujo que no, su mujer no estaba para mucha fiesta. Bastante había hecho ya por la noche, saliendo de la cama a buscarlo y dándole el cariño que no sabía que requería hasta que ella se lo entregó, como para que encima le exigiera más cosas. No podía quejarse, lo sabía, sabía que tenía suerte porque tenía todo lo que deseaba cuando lo deseaba, excepto eso... pero, aun así, Louis no podía evitar sentirse un poco despreciado.
Se destapó y se acercó a ella; le recogió el pelo y se lo echó a un lado para poder besarle con tranquilidad el hombro. Sin barreras, nada de melena; solos sus labios y la piel de ella. Eri cerró los ojos.
-Louis...
-Déjame. Por favor.
-Deberías vestirte-accedió ella, echándose a reír. Él se encogió de hombros y tomó el cepillo que ella le tendía.
-No tienes nada que no haya visto ya.
-Rápido, ¿quieres? Tenemos que sacarlo todo para ir mañana a comprar cosas nuevas.
Louis no dijo nada, se limitó a asentir mínimamente, pero fue suficiente para que Eri lo viera. Recogió uno de sus mechones de pelo con los dedos y se dedicó durante cinco minutos a desenredarle cada nudo con un amor infinito, y con la paciencia que había tenido su madre cuando él y sus hermanas más mayores eran pequeños.
ESTÁS LEYENDO
Chasing the stars [#1]
JugendliteraturLa vida de Tommy podría ir mejor, la verdad. No supera la ruptura con su ex, ha perdido las ganas de estudiar en el último curso de instituto, precisamente el que decidirá su vida, no deja de meterse en líos junto a su mejor amigo, Scott... no es, p...