Capítulo 1

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  Era un martes por la mañana, el despertador sonaba y la luz del sol entraba por la ventana. Una chica de largo cabello y ojos azules entrecerraba los ojos para ver donde se situaba el despertador.

  -¡Angela, baja a desayunar!- gritó una voz desde el piso de abajo.

  -¡Ya voy, mamá, un momento!- Le respondió.

  Angela se puso sus gafas doradas redondas y bajó las escaleras medio dormida. Un olorcillo a pan tostado le llenó las fosas nasales... Como no, tostadas otra vez para desayunar, como todos los días. La adolescente en la mesa a desayunar, estaba algo pensativa. Por su cabeza solo rondaba la idea de que todos los días eran iguales: Desayunar siempre lo mismo, decir y escuchar siempre lo mismo, hacer siempre lo mismo... "Que vida tan asquerosa y aburrida" pensó.

  Al terminar las tostadas y su café se preparó, cogiendo su mochila y un cuaderno de dibujo. Si, dibujaba y la verdad es que se le daba bastante bien. Pero solo ella admiraba sus dibujos, ya que a la gente le parecía absurdo y muy aburrido que dibujara solo una cosa... ¡Gatos!

  Ella amaba a los felinos, su forma de ser, como caminan, sus movimientos... ¡Todo! Aunque claro está que la gente solo le gustan tus dibujos si dibujas personas, que estupidez.

  Angela cruzó la calle, incómoda ante la idea de ir al instituto. Cuando llegó se sentó en un pequeño banco apartada de sus compañeros para ponerse a dibujar. No solía ser una persona muy sociable, la mayoría de la gente la miraba mal o ya ni se fijaba en ella, pero si que tenía un amigo.

  -¡Gatita~!- Gritó un chico, captando su atención. Era Jack, su mejor amigo.

  La joven levantó la vista y le sonrió tiernamente. Jack era como un hermano para ella y lo quería mucho.

  -Hola, Jack.- Le saludó -Que tal?-

  -Pues con mucho sueño, el perro del vecino devió de oler a alguna perrita con celo, porque no paraba de ladrar y... Ya sabes.- se rió.

  Angela hechó una carcajada y escuchó el timbre del colegio. Todos se metieron dentro Y Angela se metió dentro de última con Jack, pero cuando entraron escucharon pasos rápidos desde atrás.

  -¡Apártate, Gorda de mierda!- Gritó un chico, enpujándola fuertemente contra la pared, haciendole mucho daño.

  -¡Angela!- Jack corrió hacia ella y le apartó el pelo de la cara -Estás bien?...-

  - S-si... - Se colocó las gafas y se restregó la mano el la espalda, dolorida.

  -Se van a enterar los inútiles eses...- corrió hacia ellos, cabreado  -¡Oye! ¡Vosotros! ¡¿No veis lo que le habeis hecho?!- Les espetó.

  Los chicos se miraron unos a los otros con un rostro maligno.

  -¿Y tu que dices, maricón de mierda? ¿Ahora te haces el valiente?-

  A Jack se le nublaron los ojos y miró hacia otro lado pensativo, apretando sus puños con fuerza. Los jóvenes se miraron mutuamente y se largaron. Angela caminó hacia el.

  -Lo siento...- Se disculpó. Se sentía culpable por lo que le habían dicho. - Si me hubiese apartado...-

-No importa, Gatita..- le cortó. Acarició la cabeza de la chica tiernamente -Vamos a clase? Tu ya sabes quien nos está esperando...- se rió y caminó escaleras arriba. Su voz parecía dolorida, pero ella no quería preguntar para no ponerlo mas triste.

                                                  •                 •                 •

  Angela se sentó en su pupitre y sacó su estuche de gatitos. Alguien se le acercó, ella giró la cabeza. Era Ashley, su mejor amiga. Ella y Jack eran sus mejores amigos y los únicos, Ashley era como su psicologa, su hermana, su alma gemela, su peluchito, era de todo y la quería muchísimo.

  -Holi, Angela~- se saludó, abrazandola -¿Que tal-

  -Bueno...- miraron las dos hacia Jack, que estaba mirando hacia la nada, pensando serio. Ash se acercó a el cuidadosamente

  -¿Estás bien?-

  -Unos gilipollas se nos han acercado...y...- Jack puso la mano el la boca, con los ojos desorbitados. A su amigo no le solían doler tanto los insultos, ¿Pero por qué esta vez si?

  Angela se acercó a el y lo abrazó. Le pareció que en cualquier momento iba a empezar a llorar, así que apolló la cabeza del joven en ella.


  La profesora finalmente entró ,todos se sentaron y hicieron clase normal como todos los días.

  Ya acababa la mañana y Angela se dirigía sola a casa. La tarde fué igual que siempre: comió, descansó, estudió, dibujó, cenó y se durmió ; mientras, a la mañana siguiente, se despertó escuchando el mismo repertorio de su madre, levantándose y desayunando... Pero algo raro había. No sabía que era, pero le hacía sentir bien... Digamos mejor diferente.

  Al acabar el desayuno cogió su cuaderno y su mochila, abrió la puerta y miró alrededor, extrañada.

  Miró hacia el otro lado de la calle y descubrió una elegante figura gris mirándola fijamente.

  Era un gato.

EL GATO QUE CRUZABA LA CALLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora