Quiero ser una mariposa

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En un país destrozado por una guerra, situado en un tiempo no demasiado lejano, vivía un niño que no era como la gran mayoría de los demás niños de su edad: este era solitario, sin amigos y con una madre que no le quería. 

En su familia solo eran dos miembros: su madre y él. El padre y el hermano murieron durante la guerra, en el mismo frente y por el mismo hombre. Tal vez era por eso que la madre lloraba por las noches, y también sería por eso el por qué trataba al único hijo que le quedaba con frialdad, como si hubiera perdido todo rastro de amor en su interior. Franz era el nombre del niño, aunque casi nunca era pronunciado por su madre.

Hanz sentía cierta nostalgia cada vez que le miraba el rostro; gris y descompuesto, y que aún recordaba en la época en que estaban todos juntos, cuando a su madre aún le brillaban los ojos y tenía las mejillas sonrosadas. Pero aparentemente, esa época jamás volvería .

Para el pequeño Franz ir al colegio se le hacia una tortura. Los profesores eran crueles con sus alumnos, especialmente con Franz. Pero eso no era lo peor para él; nadie le hablaba, y cuando lo hacían , tan solo era para obtener sus deberes y copiarlos.

Cuando iba por los pasillos, solo y con la cabeza gacha, cuando las niñas le veían pasar, siempre soltaban una risa pícara, dirigida hacia él con mala intención y con toda la maldad que un crío de esa edad pudiera tener, aunque la mayoría de veces Franz prefería pensar que esas risas eran debido a un comentario gracioso que se habían dicho entre ellas. 

También tenía que observar con resignación como todo el mundo estaba en grupo, hablando entre ellos, mientras él tenía que conformarse con sumergirse en sus pensamientos. 

 Pero, ¿ por qué le hacían todo eso? Pudiera ser por su forma de andar como un pato, o tal vez por su gran nariz, o incluso por sus problemas para poder expresarse bien. Estas eran las preguntas que le venían por la cabeza.

En los días en que los niños se pasaban con él, siempre se escapaba del colegio a última hora; una hora para disfrutar del aire libre, ya que siempre estaba en casa ayudando a su madre en las faenas del hogar. También aprovechaba para pasear por el pueblo y observar todo lo que sucedía a su alrededor.

Hanz tenia unicamente dos sueños: el primero era ver con sus propios ojos una puesta de sol, en el horizonte, y no solo conformarse con observar desde la ventana de su habitación como el cielo se impregnaba de los colores rojo y naranja. 

El segundo era imposible de realizar, tal vez por eso Hanz le rogaba a Dios cada noche antes de irse a dormir, que a la mañana siguiente su deseo estuviera cumplido. Era el de ser una mariposa, pero no una cualquiera, sino la más hermosa mariposa jamás vista, y así ser libre y poder escapar de su cruel mundo.

El primer deseo se pudo realizar cuando Hanz tenia once años. Se escapó del colegio en un día especialmente duro; unos abusones cogieron su maleta, que una vez perteneció a su padre, y la arrojaron por la ventana de su clase, cayendo justamente en las ramas de un árbol. Nadie le ayudó posteriormente a sacarla de allí.

Se escapó como siempre, sin problemas, gracias a que nadie se preocupaba de vigilar la puerta principal. Se dirigió fuera del pueblo, y se subió encima de un montículo, esperando la hora en que el sol empezara a morir. 

 El tiempo pasaba, y a Hanz ya le empezaban a surgir pensamientos sobre su madre preocupándose por él, pero no les dio importancia, iba a ver una puesta de Sol por primera vez.

Pero las horas seguían pasando, lentamente, y aunque el sol estaba más bajo que cuando había llegado Hanz, aún no había ni rastro de esos colores que inundaban el cielo cada día, antes de la oscuridad.

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