Eres Tú

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Necesitaba un "te ves más delgado". Lo requería como mierda, al menos un simple comentario, un solo ademán que demostrara que se hallaba en su existencia, lo que sea, con eso lo calmaría. Ya no estaría tan ansioso. Sin embargo, JongIn atisbaba a través de él. 

Lo miraba, pero realmente no lo contemplaba. 

Esa noche, KyungSoo comenzó a llorar de manera silenciosa en plena madrugada, no podía con toda la carga psicológica, no hallaba respuestas para el cambio de su pareja. ¿Él era el culpable? ¿En qué momento todo se desmoronó?

El moreno le estaba dando la espalda, como de costumbre. KyungSoo necesitaba calor, sentirse apreciado por unos minutos. No le tomó consideración, y se aferró al cuerpo de JongIn. Era increíble como sus dedos sintieron un hormigueo al palparlo de manera retraída ya que no recordaba exactamente hace cuantos días había hecho aquello. Lo abrazó, y carajo, se halló tan completo su corazón terco.

Pensó que era patético.

Había desarrollado una dependencia a JongIn no muy sana, si el hombre mostraba interés en su presencia, tendría una llama de esperanza en sus adentros, pero si pasaba de él, se sentía inservible, como algo desechable con un tiempo de caducidad reducido. Su vida se basaba en los humores del moreno, era una montaña rusa de emociones tóxicas. Él solo quería que la nube negra desapareciera.

El contacto del más alto, a pesar de no ser correspondido, tranquilizó su sollozo. Respiró de manera pausada, pero los hipidos insistían en no retirarse.

JongIn se despabiló al instante que sintió un contacto desconocido en su cintura. Entre sueños logró captar un hipido​ ajeno, cuando estuvo despierto del todo, notó el cuerpo temblante de KyungSoo. No sabe si fue por pena, o esas escasas muestras de cariño se le habían quedado grabadas en lo más recóndito de su memoria, pero... Le acarició los dedos. 

KyungSoo se sobresaltó al percatarse del toque, sentía vergüenza por verse tan necesitado a los ojos del otro. Frunció los labios y mandó por un precipicio su poca dignidad que le quedaba. Su amor propio había quedado en un plano muy alejado.

Le susurro que tuviera intimidad.

JongIn no reaccionó, se quedó tieso sobre el colchón. Sin embargo, el castaño insistió. Le suplicó que se lo follara con lágrimas incluidas y voz entre cortada, le urgía que alguien lo tocase. Se había metido tanto en su papel de ornamento, que precisaba cobrar vida o caería en la demencia. 

No lo hubiera pedido. 

Porque cuando JongIn lo follo, no lo amó ni en un solo segundo. Cuando lo penetró, no lo preparó. Cuando lo tocó, solo fue para colocarlo boca abajo y de manera brusca levantar su trasero. Cuando comenzó el vaivén, no lo besó. Cuando ya estaba por terminar, ambos estaban en mutismo. Únicamente se escuchaba el choque constante de la cabecera de la cama contra la pared. Y cuando se corrió, KyungSoo no lo hizo. 

El moreno, aún desnudo de cintura para abajo, se recostó sobre las sábanas húmedas por el sudor y se quedó dormido. Sin abrazarlo, como lo hubiera hecho años atrás, o cerciorarse que el castaño también hubiera eyaculado. Que el placer haya sido mutuo. KyungSoo se quedó tiritando, examinando en la oscuridad del alba las manchas que relucían en el cubrecamas, borrones de sangre y semen mezclados, parecían burlarse de él. Se sintió usado. Como un prostituto barato que no merecía la mínima atención. Pero él fue el idiota, él lo quiso así.

Se colocó el pantalón de algodón, con dificultad, y retiró las sábanas cuidadosamente para no levantar al otro. Fue a la lavandería cojeando entre la oscuridad, sintiendo las heladas mayolicas en los talones de sus pies. Tiró las sábanas ultrajadas al lavadero y fue a su habitación con pasos cargantes.

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