Después de tanto tiempo, después de lo que parece un siglo de aquellas tantas veces en las que lo miraba al frente de la clase dando increíbles charlas de anatomía humana, y no lo digo porque me gustara biología, lo digo porque quien no disfrutaba verlo hablar tan sabiamente y con tanta pasión; está parado enfrente mío con una amplia sonrisa.
No era la única que se motivaba para estudiar biología y sacarse la nota más alta, para tener una felicitación de su parte. Tan solo con doce años, ya me cautivaba increíblemente. Pero claro, que iba a ver un hombre de treinta y siete años en una niña. Asique solo era eso, observarlo y observarlo, sin hacer o decir nada.
Me acuerdo lo que lamente no verlo por el colegio cuando pase al siguiente año con la nota más alta en biología que en mi vida me imagine en tener. Para alguien que le gustan los libros y la materia de lengua y literatura, tener una nota más alta en biología, era absurdo, nada tenía que ver una con la otra. Pero tenía algo mucho mejor, se intercambiaba por una linda sonrisa y un: "Felicitaciones Ribelles, sigue asi". En esa corta edad, solo eso me bastaba para estar levitando por una semana. Que bien sonaba mi nombre cuando lo decía. Y lo sigue haciendo.
Después de cinco años sin escuchar siquiera su nombre a lo lejos, está parado enfrente mío en algo tan simple como un Kiosco. No lo puedo creer, aun mas que se acuerde de mí. Esto es un sueño.
—¡Pero mira cuanto creciste! Me siento viejo de solo acordarme lo que eras y verte ahora asi— por un lado mejor que no m veas como una niña, eso fue lo primero que se me cruzo por la cabeza.
Pero si, para el todavía seguía siendo una niña, era obvio con los veinticinco años que nos separaban. Él nunca iba a verme como alguien adulto, responsable. No puedo creer que aun logre hacerme pensar en esas cosas después de tanto tiempo.
—Usted está igual señor Hartmann— pese a que los hombres no me ponen nerviosa desde hace mucho tiempo, solo logre sonreír agachando la mirada, él lo estaba logrando, estaba nerviosa y no sabía siquiera que decir.
—Oh por favor, no me digas asi después de sentirme tan viejo, no creo que ni te acuerdes mi nombre, los profesores solo somos apellidos— como podría olvidar como se llama, si abre dibujado ese nombre con corazones y florcitas cuando era más chica—soy Francisco.
El kiosquero nos interrumpe preguntando que llevare, ni siquiera me acuerdo que era lo que venía a comprar ¿era agua? Lo que sea.
—Una botella de agua, por favor— el hombre se aleja y vuelvo a mirar al que de verdad tiene mi atención —me sorprende que se acuerde de mí, fue hace mucho tiempo.
—No olvido los buenos estudiantes— ¡al menos tanto esfuerzo para estudiar ese aburrida materia me trajo la mejor de las recompensas!
Casi se me escapa un "me alegro", pero logre detener mi lengua cuando mi cabeza dio la alerta de respuesta confusa. Iba a ser un momento incomodo sin duda.
El kiosquero vuelve con mi botella de agua y le extiendo el dinero. Me hubiese quedado una eternidad ahí hablando con él, pero los lindos momentos no duran para siempre. No tengo idea de que fue lo que compro, no preste atención, para que negarlo. Tampoco sabía que hacía ahí parada esperando algo, solamente no quería irme, tan pronto. En un momento llegue a pensar que se voltearía a verme con cara rara. Pero después de pagar, volvió a sonreírme y salimos juntos de ese lugar.
—Qué bueno fue verte, me emociona ver a mis alumnos tan grandes, espero que estés estudiando— Si, estudio, pero ya no biología como antes. Pero no pienso decírselo, no ahora que tengo su atención. Pero no supe que decir y solo sonreí —Suerte Mila— y asi se fue.