Capítulo 5: Bipolar

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 (Narrador: Nathan)

Me acababa de terminar de duchar y poner unos pantalones negros, cortos, cuando todos propusieron jugar a adivinar películas por mimos. Acepté y me senté en el sillón blanco de cuero que había frente al mueble del televisor, esperando que hicieran los grupos mientras me rascaba en el pecho, justo en el sitio dónde sentía un leve y extraño cosquilleo desde hacía dos días; Me tocó con Meiko y Alan. Dejé a la chica que metiera la mano en el bol dónde estaban los papelitos con los títulos de las películas que debíamos averiguar. Ella se lo extendió a Alan sin abrirlo y se sentó en el posa brazos de mi sillón haciendo que me preguntara por qué no lo hacía en el sofá de al lado dónde había bastante sitio. Me gustaba el espacio, y que ella estuviera sentada allí, me incomodaba un poco a pesar de que fuera mi amiga. Pero no dije nada, no quise que se ofendiera.

Alan abrió los ojos, como si se le hubiera ocurrido algo, y nos enseñó su mano, abierta. Nos indicó luego uno de sus dedos, varias veces, y lo miró con una fingida admiración.

-¡ANILLO!-Meiko casi me dejó sordo.

Me llevé la mano al oído como acto reflejo, fastidiado con la irritante voz que le salía a mi amiga cuando chillaba. Alan empezó a saltar y a señalarla haciéndonos saber que había acertado. Ella se puso a hacer palmas.

-Podrías haber hecho eso desde el principio-Le miré mal, aunque no realmente molestado por ello. Solo era un juego.

-¡Veinte segundos!-Nos volvió a advertir Donna como hacía un momento, contenta con vernos perder.

-Te vas a tragar el cronómetro-La amenacé, simpático, señalándola.

Meiko me sacudió el hombro para que le prestara atención a Alan. Ese tipo de cosas también solían sacarme de quicio, pero tampoco dije nada. No me apeteció ser, como tantas otras ocasiones, “el idiota de Nathan”.

-¡Anillos! ¡Hombre! ¡Muchos hombres! ¡Muchos anillos! ¡Uno! ¡Un hombre! ¡Caballero! ¡Un caballero!-Conjeturaba  ella mientras él iba haciendo gestos.

En ese momento desconecté de todo porque el corazón empezó a latirme como loco. Me toqué el pecho. Sacudí imperceptiblemente la cabeza cuando mis oídos comenzaron a taponarse. Pensé en Doia automáticamente, llevaba dos noches seguidas soñando cosas extrañas que de alguna forma que desconocía, estaban vinculadas a ella.

Recordé, mientras oía el murmullo de las risas y voces de mis amigos, lo que pasó la primera madrugada.

Me desperté después de ver a Doia en un sueño que olvidé en cuánto abrí los ojos. Tenía el corazón a punto de salírseme y con la sensación de que alguien acababa de posar un hierro candente sobre mi pecho. Me palpé desesperado con ambas manos, queriendo quitarme de encima aquello que desprendía tantísimo calor, pero no había nada. Cerré los ojos con fuerza y la imagen de Doia me golpeó de nuevo, oprimiéndome el pecho, como si alguien estuviera haciendo presión sobre éste. Pero estaba solo, aparte de Vítor y Alan que dormían profundamente en las camas de al lado; Me tomó unos segundos darme cuenta de que el intenso calor no me dolía, es decir, sí que sentía la elevada temperatura sobre mi piel pero no me hacía daño alguno. Tragué saliva, confuso, sin saber qué me estaba pasando. Noté una especie de corriente en mi cuerpo, queriendo salir pero sin saber cómo hacerlo. Me quedé despierto, incapaz de volver a dormir, percibiendo cómo poco a poco la intensa flama se ahogaba y quedaba apenas una chispa. Fue extraño. La opresión desapareció también al cabo de unos minutos, haciéndome respirar de nuevo con total libertad. Estuve toda la noche pensando en coger el móvil y escribirle a Doia para, aunque fuera, preguntarle qué tal estaba, algo que casi no había hecho en todo ese tiempo. Pero siempre volvía a dejar el teléfono sobre la mesita a mi derecha; Tumbado de costado, esperé a que los párpados se me cerraran solos. No pasó hasta que los primeros rayos del sol se asomaron a la habitación, y cuando volví a despertarme, aquella chispa había sido sustituida por un pequeño cosquilleo incesante.

Prohibidos: Esclavos del tiempo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora